jueves, 31 de diciembre de 2009

Ojalá

Ojalá estuviésemos más cerca. Ojalá los días nos hicieran sentirnos más cerca y creer en que la rutina que un día odiábamos puede volver. Ojalá regresasen las matriculaciones, las vigilias de miércoles en el 100 montaditos, las tardes al sol del jardín de detrás de la facultad, escuchar una y otra vez como tu profesora de medios te cuenta cómo cubrió la boda de la infanta...

En este año la mayoría de nosotros (en cualquiera de las múltiples convocatorias), ha ido diciendo adiós a lo que ha sido una de las etapas más bonitas de nuestra vida. La Fcom, esa que no promete nada, esa que se hunde más y más en el ránking nacional hasta que un día la echen definitivamente, ha vuelto a demostrarnos que lo de menos es el lugar, si tenemos la mejor de las compañías.

Y ahora la incertidumbre, esa que en realidad nunca se ha despegado de nuestra profesión, porque el que se mete en Periodismo sabe que le toca sufrir. Y en este 2009 parece que, aunque sea a ratos, hemos bloqueado la maldición. No sé quién habrá intercedido por nosotros, si la Virgen de la Bola, Servando o "el Dios de Migue" como dice Emilín... pero en este quinto año nos hemos despedido a lo grande. Cenas, viajes, barbacoas y eventos de gala como la graduación que nos han hecho más fuertes. Un año de sueños, de soñar despiertos: por eso nos fuimos juntos de vacaciones unos días en agosto, por eso hablábamos Londres-Sevilla por el tuenti, por eso bicheamos en los blogs ajenos para ver qué es de los compañeros y amigos, por eso de vez en cuando escucho en MySpace las canciones de Naked Nana. Por eso sufrimos cada momento de no saber qué hacer y nos volvimos a repartir por la geografía española, de Torredonjimeno a Santa Marta, de Prado del Rey a Madrid, de Sevilla a Las Palmas... y a tantos otros destinos, hogares y nuevas tierras por conquistar.

Y precisamente por esa necesidad de volver a ser personajes al estilo de la Fcom, pues en estas fechas se os echa especialmente de menos, y añoro una macrocena de Navidad a la antigua usanza. Y quizá por eso, este año he puesto el Belén sobre papel de periódico en lugar de sobre tela o sobre la arenita típica de la playa que he usado otros años. Porque es mi manera de teneros un poco más presentes en estas navidades en las que ya no tengo la cabeza en trabajos o prácticas, sino en encontrar la manera más fácil de decir un "hasta luego" que espero que lo sea.

En este 2010 sólo os deseo Justicia, porque siendo justos, todos nos merecemos un puesto maravilloso, de hecho nos merecemos hasta crear una radio y que todos trabajemos juntos en ella. Nos merecemos seguir siendo lo que somos pero en versión mejorada, y si somos justos, nos merecemos volver a vernos las caras cada día, nuestras caras de dormidos, de resaca, de euforia, de nerviosismo y de cabreo, porque detrás de cada una seguro que hay una historia que no quiero escuchar por teléfono, sino en persona. La gente nos dice que nos hemos equivocado de profesión o que lo que hacemos lo hace cualquiera, pero gracias a esta carrera en la que tanto hemos invertido (sobre todo risas) este 2010 va a ser un año para recordar... y no porque estemos en paro, sino porque será el año de lanzarnos a la piscina (como en agosto el Perilla lanzaba a to cristo a la mía) y darnos a valer. Y por tanta ilusión, digo que nos merecemos Justicia. Hermanos periodistas, guerrilleros del despiece y la ironía, críticos por ansia vital y devoradores de noticias, aquí acaba un año brillante. Lo que no sabéis, es que el que empieza es mucho mejor.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Per secula seculorum

Por los siglos de los siglos, amén. Como biblias abiertas de par en par algunos de nosotros, que hemos vivido la experiencia de ser catequistas, hemos sufrido la tentación de hablar ex cátedra, de pronunciar sentencias irrefutables a pesar de que apenas superamos la veintena. Es imposible ser tajante en esto que vivimos en el día a día y que llamamos cristianismo. La duda no es la antagonista de la fe, sino que es parte intrínseca de lo que nos hace cristianos, de ese impulso, de ese soplo que da vida, como el que recitó al oído de San Gregorio Magno las notas del canto más místico que han escuchado los cielos (reflejo, no olvidemos, de aquella 'música de las esferas' tan profana y científica que recuperó San Agustín de los clásicos griegos).

Como prodigios de la naturaleza, sentimos la necesidad de dar ejemplo por encima de decir lo que se nos pasa por la cabeza. La prudencia y aludir a la "respuesta correcta y oficial" a veces nos hace separarnos de esos pequeños que nos escuchan una hora a la semana. Poco más vivido tenemos que ellos, sin embargo somos responsables del enfoque de sus vidas. Por algunos pasaremos como la lluvia pasa por los adoquines de una calle, a otros los decepcionaremos, porque no somos lo que esperan de nosotros, a otros los heriremos quizá porque sienten que no somos auténticos, y a otros, los menos, les haremos que den una vuelta a sus vidas.

Qué tremenda labor ésta, la de ser hombres del hoy y crear hombres del mañana sin entrar a menudo en contradicción con determinadas facetas de lo que creemos. A pesar de que pueda parecer que le doy a la religión una dimensión únicamente utilitarista, lo cierto es que para mí la religión debe existir para cambiar el mundo. Para hacer un mundo mejor. Si no conlleva esa faceta como el eje maestro en torno al cual giran los ritos, los textos, los símbolos y los cantos... ¿qué sentido tiene? No es el adorar, no es la estética, no es el placer propio, es sólo el afán de crear un mundo mejor, el creer que estamos aquí por una sencilla razón.

Nuestra labor no es la de ser biblias andantes, sino la de ser Palabra viva, acción, movimiento, realidad. Espadas que corten las vendas del pasado de los ojos del mundo. Dejemos de defender nuestras creencias con textos que no están al día y que Jesús nunca pronunció, defendamos esta maravillosa forma de ver la vida con el estandarte de la sensatez, con discusión y no con asentimiento por vagancia, recemos con el corazón y con el pensamiento, dudemos hasta caer agotados y no caigamos en lo que todos quieren oír. Demostremos con nuestras propias manos que los estereotipos no existen, que somos gente del hoy, hablemos de medicina, de política, de periodismo, de las artes... Renovemos, renovemos y renovemos: el Evangelio nunca se queda antiguo, siempre es nuevo.

Si la Iglesia vive un tanto desfasada es normal si evaluamos el peso que tiene en la sociedad, el enorme engranaje que posee y la gente que carga a sus espaldas en esta Vía Dolorosa de preciosa comunidad directa hasta los cielos. Pero catequistas, los que a veces creemos que venimos de vuelta de todo, la mitra también la llevamos nosotros. La democratización de la Iglesia de Pedro nos hace tan partícipes como culpables de sus errores: su responsabilidad es la de cada uno de nosotros, y somos nosotros los encargados de reconducir, de defendernos con armas limpias, de abrir los oídos para escuchar lo que nos grita el planeta.

Catequistas como yo: la solución no está en poner barreras, sino en encontrar los rayos de luz del otro lado del muro y abrirles paso para que entren en este hermoso proyecto. Si sentimos que nos alejamos del mundo actual, algo estaremos haciendo mal. No creemos periódicos sólo para católicos, eso es como si para sentirnos integrados nos separáramos cada vez más; no creemos partidos políticos, no pongamos trabas a los que no creen como nosotros, no nos distanciemos y nos sumerjamos en la cueva. Nadie nos persigue: no hay necesidad de catacumbas en el mundo libre. Seamos predicadores de la Buena Nueva (Buena porque es hermosa y adora por encima de todo al Ser Humano y a la Creación, y Nueva porque siempre resiste a los tiempos, porque su mensaje es universal y trasciende todas las eras y gobiernos).

Somos afortunados de poder clamar a los cuatro vientos un mensaje tan prodigioso, pero a veces nuestro conformismo, paradójicamente, nos hace decir que sí sin pensar, y con ello perdemos el entusiasmo y la lucidez para transmitir Vida. La Vida que reside en la alegría y en la sencillez de ese mensaje que vive en el HOY, en este preciso momento, y que siempre es moderno y avanzado.

Pero nos empeñamos en rizar el rizo, en poner el pan de oro por encima del servicio, el incienso por encima de la mano agrietada por el trabajo. Y por eso, además de cristianos, tenemos la necesidad y la obligación de ser profesionales libres, porque seguir a Cristo es libertad. Y podemos ser médicos y no asistir a manifestaciones del Foro de la Familia y creer que el debate es el camino, y podemos ser periodistas y saber que la Iglesia se equivoca y que los medios de la Conferencia Episcopal le hacen más daño a la sede de Pedro que favores, y podemos ser maestros y enseñar a los herederos del mañana algo más que el Padre Nuestro, y educar en valores y en que el servicio es la base de nuestra fe.

Podemos ser marionetas que asienten por costumbre o podemos ser auténticos, despojarnos de la máscara y convencer no con literatura y boato, sino porque realmente nos arde el fuego del Evangelio en el pecho, y nos duele la responsabilidad. Sólo podemos seguir adelante: no dejemos que el Amor con mayúsculas desaparezca porque preferimos encerrarlo en una jaula antes que exponerlo orgullosos al mundo.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Castigao a pensar

Recuerdo de pequeño que, había en ocasiones que la manera más trágica de ser castigado era la de que te mandaran a pensar a un rincón o a tu cuarto. En aquel momento era lo más aburrido que me podía ocurrir, pero ahora soy el que de manera voluntaria me autoenvío a pensar a veces, en este caso al Rincón del Café.


Esta noche me han mandado a pensar. Como un castigo, el pupilo ha mandado a pensar al maestro, el acompañado al acompañante. Como debe ser. Tanto aprende el mayor del pequeño como el pequeño del mayor, la verdadera enseñanza es en las dos direcciones: nadie tiene la verdad absoluta ni conoce la perfección.

Un día largo en el que he aprendido que, por este año, ya había agotado toda la buena suerte (demasiada he tenido, diría yo), y que tendré que esperar al 2010 para poder seguir siendo afortunado, al menos en lo académico. Y termina el día, agotado, abatido, y me echan una bronca con más razón de la que soy capaz de admitir.

Me diagnostican un grave trastorno de absorción por parte de la sociedad. Un asentimiento por costumbre que me puede convertir en una sombra más, en un número más... y un pavor doloroso a levantar la voz cuando hace falta. Como a los periodistas radiofónicos, el momento me pide un cambio de tono, una rebelión contra mí mismo. Evidentemente, no puedo ni debo ni quiero renunciar a lo que soy, pero creo que sí que es un buen momento para dar una vuelta de tuerca más, y por eso estoy aquí, castigado, mirando al Rincón, y pensando.

Esto está claro que es sólo una reflexión en voz alta, una pequeña declaración de intenciones. Lo complicado es ponerlo en marcha. ¿Riesgos? Que la mitad de la gente me odie o me cuestione, y la otra mitad me entienda y le guste. Hay algunos que sueñan con que un día les dé un grito: parece poco pero no saben lo que piden. Muy mosqueao tengo que estar para que deje atrás la diplomacia y me tire a la piscina de la espontaneidad.

Esto ha sido sólo el primer paso. Me queda aún mucho que pensar mirando a la pared. Es lo que tiene los castigos cuando uno sabe que se los merece, que siente una irrefrenable necesidad de cumplirlos.

jueves, 17 de diciembre de 2009

BSO

Abrí la ventana de " nueva entrada" sin realmente saber qué escribir. Tenía ideas, tenía temas, motivos, personajes... pero nada concreto. Emociones a flor de piel y pensamientos serenos y razonados. Y sin saber cómo seguir me enfrentaba ya al primer párrafo de aquel texto al que aún no le daba forma. Y de repente, se me vienen a la mente las iniciales de Banda Sonora Original, como una señal del destino.

Llevo días intentando formar una lista de reproducción con lo que quiero que sean sonidos de Sevilla. Pero, como le dije a Laura, no quiero que sean sonidos de la ciudad, a la que echaré de menos un poco menos de lo que esperaba, sino sonidos de los ciudadanos, de los que conforman mi vida cotidiana. Y me pongo a pensar, y me temo que me va a salir más de un CD, porque hay muchos sonidos que recordar.

Y entre ellos, entre el 'Canon' de Pachelbel, 'Beatles' de Pereza, 'la china' de Chema, 'La misión' de Morricone... se me cuela una canción hermosa, sin redundancias ni segundas voces, porque a veces en la simpleza de las melodías es donde se escuchan los preciosos timbres que te dejan absorto. Se me cuela el 'Aleluya de la Tierra', pero no el de Brotes de Olivo, sino el de Luisito y una tremenda voz que era la primera vez que la oía cuando realicé esa grabación. La voz limpia y poderosa de Mari Ro, el sello elegante del coro.

En sus agudos escucho el eco de su paladar, el vibrato de sus cuerdas vocales como el viento que se cuela entre las rocas de un acantilado. Su voz me encandila y me arrulla cuando voy en la bici en las mañanas frías de diciembre y me hace recordar que, aunque el día sea gris y me ponga triste, una voz tan cálida no puede presagiar nada malo por muchas nubes que vistan el cielo.

'Jueves' es en su voz como la tremenda promesa que llega a cumplirse, la partitura que se hace realidad, la letra tierna y melancólica que en su voz suena a milagro y no a tragedia. A través del mechón travieso de otoño cobrizo que vela tu frente, se escapa tu inseguridad, tu miedo, tu pavor a proyectar la voz ante el auditorio, y te vuelves enorme. Desde la sacristía puedo ver como la luz no hace falta: tú sola eres toda la luz que necesitas para hacerte ver en el sendero más oscuro. Con la lámpara de la inquietud, de la curiosidad y de la ilusión empapas cada rincón de la sala en la que te encuentres, iluminas cada proyecto haciéndolo una dulce locura, una frágil utopía que está al borde de desvanecerse.

Y si te cierras en banda, tus silencios son tan poderosos como tus palabras, son grandes y lúcidos, como estrellas. De acompañada tímida a imprescindible, como mis alegrías, en este 2009 te has ido haciendo más y más fuerte en mí. Con la misma garra que Mary Jane la de Spiderman te has colado en mi vida por una puerta inesperada de San José del Valle, en una capilla leyendo 'Los Hermanos Karamazov', en una iglesia gótica burgalesa dando clases de órgano, sumergidos en una piscina en agosto entre dudas, en una bocacalle de la Alfalfa probando la gentileza y las bondades del vino fresco... Como tú bien dices, "yo soy nuevo", pero para mí eres tú la que ha irrumpido de golpe, con tu melena zanahoria brillante, tu contagiosa sonrisa y tus ladridos que te avergüenzan en cualquier cafetería de Triana.

Eres probablemente la que más empujones me ha dado este año para avanzar, la que ha hecho de cada instante una razón para recordar,la que me ha devuelto al Universo Disney, la de la voz que llevo en la cabeza, como una preciosa Banda Sonora Original, de nuestra pequeña vida en común, de nuestros tesoros escondidos y sellados en cada segunda voz de canción, en cada bocanada de aire antes de comenzar a entonar, en nuestros suaves cabezazos para indicar las entradas en cada obra. Banda Sonora Original de los momentos que llevo a tu lado, y de aquellos que nos quedan aún por vivir, sabe Dios dónde, allá donde haya una excusa para reírnos, para chutarnos en vena esa droga tremendamente adictiva a la que estamos enganchados: la Música. Porque con la Música somos más felices y mientras haya acordes en el aire, y el hermoso clamor de tu voz en el vacío se haga fuerte hasta atravesarme una vez más y herirme de nostalgia, habrá una razón para pensar que los sueños no existen, porque son nuestra realidad.

Me llevo tu ilusión a los madriles, la fuerza arrolladora de tu mirada, la paz de tu canto y la alegría de tu risa, porque aunque sea el nuevo, el último en llegar, sé que cuando te veo en la puerta de la parro un viernes cualquiera, pase lo que pase todo irá bien desde el primer 'hola'. Eres como un grito de júbilo enmarcado en la timidez de un suspiro. Eres la única que me ha hecho comprender que el "Aleluya de la Tierra" no necesita una segunda voz si es la propia voz de la emoción la que lo entona, como en esa grabación que me acompaña en mis viajes en bici. Esa grabación, parte importante y emotiva de esa BSO que me estoy montando. Tú si que eres Aleluya, Aleluya en Mi Mayor, Mi Mayor y más valioso descubrimiento de este año.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La distancia es el recuerdo

Dicen nuestra cultura popular y un par de canciones antiguas que la distancia es el olvido. Pero como he aprendido en este intenso año, muchas de las afirmaciones generales que se hacen a veces se ven superadas por la propia realidad. Nunca puede darse nada por hecho, porque te cierra muchas puertas.

Hoy os quiero contar una historia de distancia, la que va precisamente de Nervión a Aluche, del portal de enfrente de mi casa a un barrio obrero del oeste de Madrid. Mi tocayo, con el que comparto vistas, informático, desea que haya alguna manera de que las ventanas del Messenger y del chat permitan meter la mano a través de la pantalla y acariciar la mejilla de ella, que desde su ordenador, toca suavemente las teclas como si lo que le escribiese se lo susurrase al oído. En sus casas sólo el silencio y la tímida esperanza de que, si se mantienen callados al máximo, puedan escuchar la voz del otro.

Han soportado las embestidas de los años, las épocas de exámenes, los meses completos sin verse, conformándose con las conversaciones por teléfono. El pitido del móvil acelera el corazón, porque están enamorados de su voz, del aire que sale de su boca, de los suspiros cuando se recuerdan los 500 kilómetros de amor asfaltado de sur a norte y de norte a sur. Un rosario de momentos que construyen una relación de años que parece no tener fin.

No son como los demás. Quedan para hablar, para escribirse, para reencontrarse en el ciberespacio, en la calidez de un teléfono a trompicones, plantando cara a la falta de cobertura. Los minutos y las horas del día a día, la compenetración de sus encuentros hacen posible que no se cierre nunca la herida. Dicen que la distancia es el olvido, pero en este caso la distancia no es más que el recuerdo. La brecha que se abrió hace años con un cruce de miradas en un monasterio de Burgos sigue abierta, al rojo vivo, caliente por el recuerdo y la esperanza. En ningún momento se les va de la cabeza que a dos horas y media en tren hay una parte de su ser viviendo otra vida distinta, con paisajes diferentes y rutinas desiguales.

Los verás empañar los cristales de un autobús a golpe de suspiro, ansiando que concluyan las 7 horas que los separan. La Nacional IV es la vía dolorosa de sus inquietudes, y la Estación del Sur y Plaza de Armas, el escenario de sus emociones a flor de piel. Comedia y tragedia, como todo en esta vida, con la banda sonora de un tubo de escape rotundo y grave, que se lleva al amado a su tierra vacía. Una lágrima en el adiós, las caras se vuelven espejos reprimidos del alma, y un "hasta luego".

Esa misma noche los verás de nuevo, extasiados, nostálgicos. Él acariciará su mejilla a través de la pantalla, se enredará su pelo entre los dedos. Ella cerrará los ojos y escribirá acariciando el teclado, como si le susurrara al oído mientras puede sentir su olor y el calor de su piel. Los 500 kilómetros desparecen de nuevo, como si nunca hubiesen existido, y vuelta a empezar. Los enamorados no sienten la distancia, porque para ellos no importa ni el tiempo ni el espacio, y el olvido se transforma en recuerdo que vive siempre, siempre en el presente, como un día que nunca acaba. Amor de película, de ese que te devuelve la ilusión aunque las cosas vayan mal, de ese que demuestra que la utopía, de vez en cuando, se vuelve realidad.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Jose

Fue una de mis primeras consagraciones. No se me ocurría qué podía interpretar en aquellos escasos dos minutos que duraba, y no era momento para gloria, sino para esbozar un tema. Mi cabeza se encontraba en aquel momento en esa marcha que no termino se componer (fuiste tú el que me llevaste a Cigarreras, ¿te acuerdas?), y la música de Semana Santa era mi banda sonora diaria. Se acerca el momento, la gente se arrodilla y ya no hay tiempo: como quien no quiere la cosa empiezo a tocar el tema repetitivo y profundamente comercial de ‘Caridad del Guadalquivir’. Ahí fue el momento en el que recomenzamos, el ‘rewind’ de nuestra cinta que había empezado a sonar a trompicones. Rebobinamos y volvimos al inicio, un apretón de manos y una frase echándome en cara lo que había tocado (“¿cómo se te ocurre tocar eso? ¿No había otra marcha que tocar? “). A la semana siguiente inauguramos nuestros lazos musicales, aquellos que habíamos olvidado desde que éramos pequeños en el cole. Yo toqué el solo de ‘La Madrugá’ de Abel Moreno y comenzamos a hacer las paces, unas paces que se consolidarían semanas después cuando tocamos en aquella convivencia el ‘Canon en Re’ de Pachelbel, la prodigiosa pieza que interpretaríamos una y otra vez, sin cansarnos de ella, porque son 3 minutos perfectos, y es inevitable que, como me pasa con Lucho, no te recuerde cuando la escucho.

Aunque te duela, quienes te conocen bien saben que eres tan bipolar como yo. Lo mismo conmueves con una prodigiosa frase inesperada, de esas que a mi sólo me salen a veces y, si acaso, por escrito; que eres la alegría de la fiesta, el jolgorio, el que me hace reír sin parar. Pero eres estable, macizo, enérgico y valiente, y por eso no te rendiste cuando el examen más importante de tu vida te daba la espalda, y volviste tres veces, porque a la tercera va la vencida y porque para ti las caídas sólo significan una oportunidad para coger impulso más fuerte y levantarte más erguido, para levantar más la cabeza, henchido de orgullo y demostrar que las obras en esta vida pasan por encima de las palabras.

Volviendo a las consagraciones, era hace una semana cuando mi locura se topaba con la realidad, con el brusco despertar del sueño, con el disgusto del auditorio ante la novedad. Y por eso ‘El Padrino’ fue un encontronazo. Pero me sorprendo a mí mismo discutiendo, reivindicando, queriendo enfrentarme al que no ha comprendido que esto no es un juego, que es un paso adelante, que es decir no al pasado y abrir las puertas de par en par al futuro. Y no me conozco reivindicando lo que creo justo. Y me doy cuenta de que eso, a mis 23 años, lo he tenido que aprender de alguien, de alguien con una personalidad arrolladora que me ha llevado por delante mientras no paraba de crecer, que me ha cogido como una alforja bajo el brazo y me ha llevado en volandas a un estadio superior de mí. Alguien con el que ya apenas puedo discutir, porque me ha ido convenciendo poco a poco de que se merece mi respeto y mi credibilidad.

Contigo he pasado del “ni de coña” al “¡vía libre!”, porque siempre tiras del carro y nos llevas en brazos a los inseguros si hace falta. No te rechisto, ni me indigno, ni me siento ridículo cuando suena un eructo y corriendo me llevo el pulgar a la frente y digo “bocio” como el que le va la vida en ello. Ya no me quedan dudas, ya no eres aquel chavalito al que le guardaba rencor porque hablaba con todos de sus temas personales menos conmigo, que era su acompañante. Me quedo con el Jose del último espino, de la acogida populosa y divertida, del “Jesús Buen Amigo”, de ese torrente de voz inmenso, que llena los corazones helados como el mío y que me obliga a apretar las manos para no emocionarme demasiado. Me quedo con el Jose de los abrazos inesperados, con el que toma las riendas de todo en los momentos de crisis, con el que se cabrea y al que le doy una palmadita en el hombro para que se calme, con el que sabe entender una indirecta de este blog cuando hace falta, con el que me saca dos cabezas pero no me mira con soberbia, con ese al que ni la Medicina es capaz de explicar por qué no le cabe el corazón en el pecho.

Tú eres al único al que no pude mirar directamente durante la gran sorpresa del concierto, durante la canción, porque sentía que si me daba cuenta de lo importante que se había hecho para mí aquel chico hiperactivo y respondón que pasaba de mí descaradamente meses atrás, sería otra espinita con la que marcharme a Madrid. Y eso que rezaste y pataleaste cuando te diste cuenta de que los resultados de las pruebas del master eran positivos. Qué le vamos a hacer… Puede que la próxima vez sea necesario que vuelva a tocar ‘Caridad del Guadalquivir’, o que directamente sean los acordes de ‘La Misión’ los que nos hagan reunirnos de nuevo, como sucede en las películas, en esas escenas en las que de repente, pasan los otoños, pero los personajes se dan cita en el mismo lugar, más curtidos y más viejos, con el brillo en los ojos y la sonrisa rompiendo los labios. Puede que la música no pare, y que el ‘Canon’ me acompañe, como tu banda sonora particular e intransferible, como guardián de lo que quiero que sigas significando para mí, y me diga desde mi reproductor “Vuelve”.

¡Qué dilema el nuestro…! Del sí al no, del silencio a la palabra, de la indiferencia a la sonrisa, de escuchar tus faltas a contarte las mías, del adiós al hasta pronto, de la música…a la Música. Me pregunto cuántas cosas me hubiese perdido si no hubiese existido ‘Caridad del Guadalquivir’, si no hubiese sido acompañante de los antes desheredados, ahora Herederos del 89, la oveja dada por perdida que volvió al sendero ella sola, superando las cercas, ignorando los peligros, y se hizo valer ante el resto del rebaño ganándose el respeto negado.

Me has empapado de ilusión y de emoción por cada gesto, por cada segundo, y ahora me dejas marchar, lejos, allá donde no hay misas rocieras, ni arpa en la consagración, ni pipas en la puerta de la parro, ni cumpleaños sorpresa, ni noches de cervecitas y claras, ni reuniones hasta la medianoche. Tan mía es la culpa como tuya, Joselillo. No puedes pretender entrar en mi vida como un torrente, como un viento que se lleva todo lo malo de mí y sólo deja lo bueno, no puedes regalarme momentos tan increíbles y pretender que no te escriba una entrada de cuatro folios, no puedes dejarme tan impresionado y ahora pretender que te olvide. No puedes (y eso que con tus ganas de crecer lo puedes casi todo), no puedes ser tan grande, Jose, y pretender que no te lleve conmigo en el alma por muy lejano que esté mi destino.


miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ocasiones especiales

Quedan días para marcharme, y hoy hablando con un amigo, me doy cuenta de que para mi mente y mi concepto ordenado de la vida, sólo se escribe una entrada en este blog cuando hay una "situación extraordinaria", una ocasión especial. Eso me ha dado que pensar. Pienso entonces que los que permanecen a mi lado día a día y no se marchan ni vienen de visita, ni me acompañan en los viajes ni dirigen cualquiera de las entidades a las que pertenezco, no tendrán una entrada propia aquí nunca.
Hoy ha sido un día con demasiado tiempo libre y mucho silencio, por lo que mi reproductor de música pone las canciones más lentas y tristoncillas que hay. Mientras las escucho voy viendo fotos, busco en los cajones cosas que me gustaría llevarme a Madrid y decido algo: ya que me quedan semanas, voy a escribir algunos recuerdos cada día en esta página, sólo porque sí, no porque haya una ocasión determinada. Hoy empiezo con el que me ha hecho pensar.


Una vez me dijiste una frase en el ruido de una discoteca oscura de Graná: 'No te escogimos por tus conocimientos musicales, sino más bien por cómo eres, porque sabemos que contigo no vamos a tener ningún problema'. En aquel momento no contesté, me quedé sólo asintiendo en silencio apoyado en aquella barandilla de Granada 10. Hablábamos de un proyecto, un sueño por el que aún peleas: Lemon Code.

Desde que me lo dijiste me contagiaste tu entusiasmo, cada frase que dices es un empujón hacia delante, una bofetada de autoestima. Y lo sigue siendo.

Recuerdo nuestra primera charla en serio. Tú eras miembro de los desheredados del 89, y yo el encargado aquel verano de 2007 de cuidar de vuestra fe. ¡Qué grande me venía aquella empresa! Prácticamente érais sólo dos los que hablábais en el grupo (el otro no te costará adivinar quién es), y vuestro espíritu reaccionario me traía de cabeza. Así que, en el descuento, decidí mantener unas dos o tres conversaciones con algunos de vosotros, no sólo para ver si la cosa era tan desastrosa como a mi me parecía, sino también para intentar comprender lo que pasaba por vuestra cabeza. No pude quedarme más sorprendido... Aquel personaje de pelo rizado que parecía no tener arreglo era muy distinto a como me lo habían pintado. De repente me encontré con una mente despejada, a la que le inquietaban demasiadas cosas y que no paraba de buscar respuestas. He de admitir que aquella tarde por los trigales se me pasó volando.

A la vuelta a Sevilla los temidos "desheredados" se convirtieron en un eje primordial. Demostraste que merecías un hueco importante en todo proyecto destacado, y dejaste con la boca abierta a más de uno.

Poco a poco te has colado en momentos memorables... ¿te acuerdas de aquella noche intentando cogernos la papa con aquel pacharán de Trigo en la convivencia? Al final le pusimos la botella a Anita bajo el brazo dormida para que la encontraran a la mañana siguiente, o la foto recién levantado a David que no tardaste en colgar. Las tardes de frustración de coro y las noches de septiembre cuando ambos teníamos que estudiar pero seguíamos charlando por tuenti a pesar de todo. Por no nombrar aquella noche de espino en que fuimos a despertarte a las 4 de la mañana simplemente para comentar los grupos y los acompañantes de este año.

Tú inspiraste la entrada de la furgoneta Volkswagen que hay en esta Mesa del Rincón, porque nunca te cansas de soñar, y donde yo pongo un imposible, tú pones un '¿y por qué no?'. Pasan los años, y me doy cuenta de que aquel chavalillo al que siguen llamando 'gitano' es mucho más de lo que parecía. Eso me pasa por dejarme llevar y hacer caso a lo que cuentan las malas lenguas, sin saber que la experiencia todo lo sana.

Este mismo verano, en una de mis múltiples resacas nostálgicas postviaje, te dije que te echaba de menos. Probablemente nunca me creíste. Pero es que cuando las cosas se hablan contigo todo parece más fácil: en ningún momento dudo que tengan solución. Tú me devolviste de nuevo la música a la cabeza, me hiciste recordar lo que me gusta dos años después de dejar las aulas del conservatorio, lo esencial que es en mi vida, y me abriste los ojos al rock y al pop de verdad (es inevitable acordarse de ti cuando escucho 'Beatles' de Pereza).

Fuíste el artífice intelectual de esta euforia en la que aún vivo. Si no me hubieses devuelto la Música no habría recuperado la locura, ni Sevilla 28 sería hoy el fantastico grupo de amigos que se reúne cada domingo, martes, jueves o sábado para disfrutar tocando y reírnos. Sin ese momento en el que me devolviste la ilusión no tendríamos página web, ni se me habría ido tanto la cabeza organizando el concierto de las Bandas Sonoras. Sin tí no habría 'Dejo en tu cruz' ni ese cálido sonido de armónica al final del Te Amo Señor. ¿Aún crees que una frase no puede mover el mundo?

Crees que no te mereces nada y te lo mereces todo, porque llevas la modestia como arma arrojadiza. El protagonismo no se hizo para tí, pero quizá por ello para mí eres más protagonista, y cada vez que te embarcas en algo lo haces intuitivamente, porque lo que te mueve es la pasión. Te encantan las cosas que haces, la guitarra es tu Mesa del Rincón particular y en ella vuelcas lo que eres y lo que te pasa por la cabeza, en ella te desahogas, y es tu manera de gritar y de cantar a gritos.

Por todo esto, y porque hoy no es un día especial ni nada, simplemente porque te lo mereces y llevaba mucho tiempo intentando darte el espacio que te has ganado, aquí van estos parrafitos. Y como no te creíste que te echaba de menos este verano, te lo vuelvo a decir: aún no me he ido y ya sé que no habrá sustituto posible que cubra tu hueco en los madriles. Los locos como tú, Lucho, sólo se encuentran una vez en la vida.

martes, 8 de diciembre de 2009

Contracrónica: Me quedo... contigo

Para quien no lo sepa, soy bipolar. Así que ahí va la contracrónica. Me resigno a pensar en lo que se me va, en lo que dejo, en lo que olvido. Pero esta vez no ha sido una visita, sino una acogida, y con ella de la mano un reencuentro con lo bueno.

Me quedo con tu pasión por el Youtube.
Me quedo con tu "quée??" emocionado.
Me quedo con tu cara de concentración cuando cantas y cuando tus dedos se desplazan por las teclas del piano.
Me quedo con tu Prositivismo, esa teoría magnífica que me recuerda que el mundo no gira en vano y que es mucho mejor disfrutar de una conversación que hacer fotos del paisaje.
Me quedo con las canciones de Berto mientras nos arreglamos para salir.
Me quedo con que todo te parezca bien y te sea tan difícil verle el lado negativo a las cosas.
Me quedo con esa devoción que vas provocando allá donde pisas.
Me quedo con la sencillez de tus maneras, con tus silencios modestos y tu voz modulada hacia el oriente granaíno, con ese soniquete que adopto en los finales sólo minutos después de volver a verte.
Me quedo con esas 'conversaciones del amanecer' que están empezando a ser costumbre.
Me quedo con tu chándal como prenda habitual.
Me quedo con el ambiente tan cálido que creas cuando estás presente, esa sensación general que nos hace ser más piña simplemente porque tú estás aquí.
Me quedo con nuestra rutina de ventanita de chat del tuenti, con que no te creas cuando me enfado, porque realmente no me enfado.
Me quedo con las lágrimas que pudieron ser y no fueron.
Me quedo con las frases que me dices y que me descolocan, porque demuestran que tu cabeza es más rápida y tu corazón más abierto que el mío.
Me quedo con el tintineo de unas llaves que cambian de bolsillo cuando cae la madrugada de vuelta a casa.
Me quedo no sólo con lo que eres, sino también con lo que puedes llegar a ser.
Me quedo con tu despedida rápida, porque no me da tiempo a pensar lo que supone, y permite que me llames Miguelito Norris.
Me quedo con esta acogida, porque vaya si ha llovido desde la Pascua y quién nos lo iba a decir...
Me quedo con tus 'oles' y tus argumentos que me hacen crecer.
Me quedo con todo lo que llevo aprendido de ti y lo que me queda.
Me quedo con estos días y miro el calendario a ver cuando los sevillanitos nos podemos escapar.

En definitiva, Maravilla, me quedo con una sonrisa, porque me quedo contigo.


*Y ahora quien lea las 2 crónicas que van de la pena a la alegría, entenderá un poco mejor la locura que alberga mi cabeza.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Parentescos buscados

Mantener los lazos con los que queremos a veces es complicado. No hay nada tan satisfactorio como crear un lazo artificial, no obligado por el nacimiento, y mantenerlo a toda costa: cueste lo que cueste. Vas creando hermanos, padres, primos, cuñados... Y quieres aferrarte a ellos como a un clavo ardiendo, sabiendo que el camino será largo, pero que merecerá la pena.

En la ruta tortuosa habrá problemas, dolores, decepciones y silencios. Pero los sinsabores son los que nos ayudan a pasar página, a avanzar, a sacar una sonrisa cuando contienes la respiración para que nadie se dé cuenta de que si expulsas el aire soltarás las lágrimas que nublan tu vista. Los parentescos fingidos son el mayor gesto de que la familia no entiende de sangre ni de apellidos. La familia representa a aquellos que aman incondicionalmente, a aquellos que no valoran los silencios sino que recuerdan las palabras por los siglos de los siglos. Los recuerdos se graban a fuego en el alma, como un tatuaje que duele y se irrita cuando aquel o aquella que lo provocó se olvida de nosotros, cuando lo sentimos lejos.

Mi familia buscada, aquella que he repartido por las calles de Sevilla, fuera de mi ciudad, al norte y al este de la península, es aquella de la que me tengo que separar, poco a poco... Como el que deja el tabaco, me resigno. Un año sin posibilidad de viajar, con un horario intenso a 500 kilómetros de Sevilla. Este año pondrá a prueba los parentescos, me hará ilusionarme cada vez que suene el teléfono, cada vez que abra el correo, cada vez que suene el pitido inocente del móvil que avisa de un mensaje. Quiero que, ahora que voy a estar tan lejos, sienta esos lazos más cerca que nunca, como si los contemplara reunidos en torno a mi.

Hay gente que pensará que esto es una estupidez, pero hay determinadas personas que, inesperadamente, se convierten en imprescindibles. Y como decía Jack Nicholson en 'Mejor Imposible', el motivo por el que las quiero como las quiero es que "me hacen querer ser mejor persona". Me han enseñado lo que no podría haber aprendido ni en las aulas de la facultad, ni en los pasillos del colegio, ni en los auditorios del conservatorio. Me han enseñado a aferrarme a esos parentescos a los que nos vamos atando conscientemente, y a besar mis cadenas, las que yo mismo me puse. Las cadenas que me harán sentirme más cerca de ellos cuando los kilómetros sean un obstáculo y los suspiros más frecuentes, cuando las voces al teléfono se vuelvan más cálidas y los privados me transporten a la vida que dejé.

Hoy se marcha uno de los eslabones de la cadena que me ata a mis sueños, y por eso me aprietan hoy un poco más las muñecas por esta nostalgia que ya empieza a convertirse en una costumbre. Aprieta fuerte, hierro helado. ¡Qué pronto hemos empezado las despedidas y qué poco tiempo me queda para recubrir de acero mi corazón y mis recuerdos!. Benditos parentescos... hermanos en la lejanía y en la cercanía, como voy a echaros de menos...

jueves, 3 de diciembre de 2009

La ciudad más bonita del mundo


Me llega uno de los cientos de eventos que circulan incansables por el tuenti. La verdad es que me llama la atención, ya que me lo manda un granaíno y dice en su lema "vota por Granada como la ciudad más bonita". Intrigado, entro y leo la descripción del evento. Resulta que piden como si les fuera la vida en ello que voten a Granada en una encuesta con una labor tan concreta como elegir la ciudad más hermosa de España. Pero lo que me intriga aún más es que hablan de que Sevilla está la primera en el ránking, y que Granada tiene que estar la primera. Absorto, me quedo pensando por qué un granaíno manda a un sevillano una invitación a enterrar a su ciudad natal. No lo comprendo, y por ello pongo un comentario en el tablón de manera inocente.

Cierto es que Sevilla no es la ciudad perfecta, pero los lazos emocionales que me unen a ella la hacen para mi la ciudad más hermosa del mundo. Evidentemente, me encanta Granada, y Madrid, y Londres, y Roma... pero Sevilla es una urbe en la que confluyen niveles de belleza bastante altos, armonía, riqueza artística y un clima que acompaña.

Prosigo, y comienzo a leer los comentarios que siguen al mío, y en ellos noto un odio feroz hacia Sevilla y, en especial, hacia los sevillanos. He de admitir que me duele: yo adoro Granada. Los granaínos que comentan (no todos) se ceban con una ciudad que no les ha hecho nada. Uno con nombre de yonqui desalmado (para criticar sí que nos ponemos nombres falsos en las redes sociales) justifica el odio a mi ciudad remontándose a la época de Fernando III y explicando cómo el rey taifa de Sevilla intentó aliarse con un homónimo de Marruecos para ocupar el reino nazarí. Si me hubiera cogido en un buen día, diría que es envidia, que no pasa nada... pero es que tanta imbecilidad me supera.

O sea... no somos capaces de estudiarnos dos siglos de Historia para selectividad, pero ahora no nos importa remontarnos a la Edad Media simplemente para hacer daño o para justificar nuestras gilipolleces. Es como si los latinos siguieran cabreados con nosotros por la evangelización del Nuevo Mundo, o los alemanes le guardaran rencor a los rusos por lo del Muro de Berlín. Ridículo. El mundo sigue, los siglos avanzan, y las gentes cambian. Es una tremenda gilipollez y una muestra de ausencia de inteligencia odiar a los tataratataranietos de Don Pelayo o de Hitler por lo que hicieron. ¿Nuestra incultura es la bandera que esgrimimos para defendernos? ¿Es nuestra aspiración del día de mañana ser máquinas de una cadena de montaje: perfectas en la ejecución de una sola cosa pero inútiles e incapaces de pensar por nosotros mismos? ¿Nos vale cualquier argumento para dañar al que está enfrente?

¿Tiene sentido esta pelea? Me parece una de las más soberbias estupideces que en un mundo cada vez más globalizado, pretendamos separarnos cada vez más acentuando nuestras diferencias en lugar de las cosas que nos unen. A los andaluces, orientales y occidentales, nos unen la gastronomía, el arte, el mudéjar como estilo, la herencia de los patios frondosos de macetas que cuelgan y fuentes que cantan en la sombra de un claustro. Nuestro cante suena a todos los palos posibles del flamenco, en música tenemos nuestra propia escala, internacional por los siglos de los siglos, fue hogar y patria del destierro de poetas de todas las épocas, de ella salieron las más hermosas historias y, allá donde vayas, a España se la identifica con las raíce de la cultura andaluza. Fueron los mismos romanos los que inundaron la Bética de sus templos y calzadas, igual de enamorados de la tierra estaban los árabes que levantaron la Alhambra, la Giralda, la Mezquita de Córdoba o la Alcazaba malagueña; Lorca no entendió de distinciones cuando le cantaba a Sevilla, a la ciudad califal o a la Graná de sus amores. ¿Qué sentido tiene ignorar 30 siglos de Historia sólo por resaltar una anécdota? Gente como el yonqui desalmado son los que hacen que, más allá de Despeñaperros, sólo se hable de nuestros tópicos y de nuestros rencores internos. ¡Cómo nos echamos tierra sobre nuestro propio tejado!

Así que esta entrada va dedicada a todos aquellos granaínos, cordobeses, madrileños, londinenses, neoyorquinos, pekineses y demás gentilicios de la Tierra que se dedican a crear más fronteras (sólo a ellos) y que son muestra de que hay personas que no deberían ni siquiera tener derecho a abrir la boca. Para todos aquellos que ni siquiera han pisado el valle del Guadalquivir pero hablan con "absoluto conocimiento" de nuestras miserias, decirles que son el reflejo de una sociedad cada vez más ignorante, huraña, déspota y desequilibrada. Una parte de la sociedad que pronto se extiguirá por su propia mano, porque la forman seres carentes de lógica vestidos de palabrería pesante y vacía.

A todos aquellos que quieran seguir votando en la encuesta y creyéndose más demócratas por ello, adelante. Pero que sepan que los compadezco, porque los que pretenden separar a los pueblos son los culpables de aniquilar su identidad cultural, y con ella, la verdad sobre quiénes somos. Como comprenderéis, no he votado en esa encuesta creada por un 'freak': ya hay mucho borrego suelto dispuesto a pisotear al hermano porque sí para sentirse un poco menos atrapado en la maraña del siglo XXI.

Al fin y al cabo, en la vigésima conmemoración de la caída del Muro de Berlín, ¿qué importa lo que nos une como hermanos, si podemos levantar nuevas barreras que nos hagan olvidar que el que un día fue amigo ahora es sólo un extraño al que damos la espalda?

lunes, 30 de noviembre de 2009

Que cuando me vaya...



En directo no pude disfrutarla como merecía, ni entendía la letra entre tanto micro y bafle, ni me concentré en las imagenes ni en vuestras caras como lo hago ahora. No pensaba poder disfrutar ese momento de nuevo, pero lo acabo de escuchar y me acabo de desmoronar, algo que no quería, porque ésto abre la puerta a un mes de suspiros mientras hago las maletas que intentaba postergar lo más posible.

Acabo de recordar los cálidos abrazos en la sacristía, las sonrisas de la fiesta posterior, las palabras hermosas en la noche flamenca de caja y guitarra... y ahora lo veo todo como si lo viviera de nuevo, pero percibiendo cada detalle. Qué bonita noche, qué necesaria esta entrada en el blog que complemente a la anterior, qué lentito soy para captar la dimensión de las cosas, qué maravilla escuchar vuestras voces sólo para mí sonando fuertes, porque aún no me puedo creer que me merezca esto.

Vosotros me cantásteis esta canción con la letra cambiada. Creo que tengo que devolveros el detalle, así que ahora os narro yo a vosotros mi propia canción. Ahí va:

Nunca pense que llegaría,
nunca creí en ese momento,
me cambia la vida
y no tengo nada para seguirla,
no quiero acordarme
de lo que me olvido...

...y me despierto un buen dia,
y ya estoy en Madrid.
Miro hacia atrás, veo vuestras caras,
las que en mis ojos grabé,
y os mando besos desde lejos
y ya os quiero volver a ver,
tantos recuerdos tatuados
a risas en mi piel,

mis lágrimas de ayer,
son por esos momentos
que ahora añoro en este tren...

Que cuando me vaya
no caiga una lagrima por mi,
que solo quede la amistad,
tantos sueños que recordar...
Que cuando me vaya
y vea vuestra foto una vez mas
pueda escuchar la veintiocho
por mi coro de verdad...

Que cuando me vaya de aquí,
de mi tierra, de mi gente,
de mi tierra la que me vio nacer
la que me vio crecer
la que me vió ganar
y me enseño a perder...

Que cuando me vaya
no caiga una lágrima por mi,
que solo quede la amistad,
tantos sueños que recordar...
Que cuando me vaya
y me entren ganas de llorar
sienta cercano vuestro abrazo
porque sé que es de verdad...

Que cuando me vaya
no caiga una lagrima por mi,
que aún nos quedan muchos más
aventuras que disfrutar...


Que cuando me vaya, no caiga una lágrima por mi, porque parte de vosotros se viene conmigo...

domingo, 29 de noviembre de 2009

Conciertazo!!


Más lecciones. Mientras yo me esmeraba durante toda la semana a montar mi propia película de cómo el concierto se arruinaría y no se parecería en nada a lo que había montado en mi cabeza, los músicos a los que llevaba una semana acribillando a correos, dándoles toques para que se conectaran al Msn o pillándolos a traición por el chat del tuenti; se dedicaban a hacer todo lo posible para construir lo que ha sido un triunfo.

El concierto de Sevilla 28 tenía todo para que no fuera lo que esperaba: el colegio contraatacaba con un concierto a la misma hora de antolgía de zarzuela, el evento engañaba con la gente real que iba a venir, no había tiempo para ensayar y temía que mis propuestas no llegaran a buen puerto. Pero lo hemos logrado. El triunfo ha sido en todos los sentidos: AS tiene una recaudación gloriosa para llevar a cabo sus proyectos, nosotros una noche magnífica en la que hemos disfrutado con lo que más nos gusta, la Música; y el público, que ha superado las 400 personas un espectáculo para recordar. Un concierto en el que las bicicletas corren por las naves de la iglesia arrojando confetti a la luz de 'La vida es bella' y los mafiosos miembros de una orquesta se asesinan los unos a los otros mientras interpretan 'El Padrino'. Una locura que ha resultado un acierto. Hay que tener fe.

Y después una noche de sonrisas merecidas. Como ya me dijeron una vez, los coros son el reflejo de las comunidades que los forman. Y Sevilla 28 es símbolo de una Sevilla que vuelve, que canta, que ríe, que hace llorar de emoción y entretener como si volvieran a ser niños. Normal que sonriamos. Nos ofrecen ir a Madrid a demostrar de lo que somos capaces con otro concierto y nos proponen grabar el repertorio de ayer en un disco. ¿Qué más se puede pedir? Hoy el orgullo se me sale por las orejas, y sólo me sale decir gracias, gracias y gracias.

martes, 24 de noviembre de 2009

(Otra) Reflexión en voz alta

Últimamente me puede la ira, la rabia, las ansias, la angustia, la cólera, el nerviosismo, el odio, la desgana, el cansancio, las disputas, los encontronazos, las discusiones, los giros de opinión, el descontento... y de vez en cuando exploto, precisamente con la menor tontería.

Quizá será que las cosas nunca salen como quiero, y se quedan sólo en aceptables. Me pregunto si los sueños que se convierten en aceptables no son acaso más un fracaso que un triunfo. Quizá es que se me acaba el tiempo y tengo tantas cosas por hacer, que no me importa lo que me lleve por delante. Qué poco queda... y cuantas emociones en el aire...

lunes, 23 de noviembre de 2009

No quiero pensar

Si pienso se me viene el mundo encima. Si me olvido del presente y me planto en el futuro trasladándome a esa visión hipotética que puedo formar con los datos que tengo, me desmorono.

Los ratos de ocio ya no son tan relajantes ni pasan tan rápido. A poco que siento el silencio, la cabeza empieza a darme vueltas y vueltas. Me veo a sólo un mes del cambio más radical de mi vida hasta el momento. Y siento que cada instante lo vivo con una angustia existencial, como si fuera el último. Ya hasta las alegrías me dejan una sutil resaca de nostalgia, como si cada ocasión fuera una despedida. Y como he dicho, aún queda un mes para concienciarme. No de que me voy a Madrid, ni de que voy a vivir solo. No. Eso no es tan importante. Tengo un mes para concienciarme de que esto es un 'hasta luego', un 'hasta mañana', y no un 'adiós'. Tengo un mes para llenar mi maleta de recuerdos tan vivos y plenos que aplasten en el fondo de esa maleta el dolor.

Necesito saber que, cuando vuelva, no sólo todo seguirá igual, sino que algunas cosas irán mejor. Y sé que llegará un momento en que lo conseguiré. Ya estoy en tratamiento, y por ahora sigo siendo el mismo nostálgico de siempre. Poco a poco, Miguelito, poco a poco. Las espinas duele más sacárselas cuanto más cerrada está la herida. Yo no quiero cerrar la herida, sólo sacar la espina. Dejar aquí, en mi cuarto, álbum vivo de mi existencia, lo que me hiere profundamente, el miedo irracional que me da ganas de saltar del tren en marcha antes de salir de la estación.

Pero me llevo las heridas, y como decía Antonio Gala, hago como el cautivo que, por amor, no duda ni un momento en besar sus cadenas. Las heridas abiertas, a merced de la brisa que me ayuda a recordar que están ahí. Y en cada herida una historia, una lágrima, un 'te quiero', un 'lo siento', una canción 'a capella', o un mail fruto de la sinceridad más elocuente y emocionante.

Como me dijo un amigo, este 'buey mudo' (en analogía con aquel santo de Aquino que tanto nos legó) sigue embistiendo desde este blog, que últimamente se convierte en el camino más corto hasta los que me rodean, y en la contraseña secreta para descifrar lo que significan mis silencios.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Metro de Madrid


Línea 1_ Bilbao. Allí comenzó todo. La primera vez que prometí allá por mi segundo espino, que iría a Madrid, resultó en mi primer viaje solo junto al Numa a la capital de España hace ya siete años. Apenas conocía a aquel chulillo con acento 'Canto del Loco' llamado Sergio, y sólo de cafetear conocía a una Laura a la que nuestro viaje a la inversa le resulta ya más que cotidiano. Mi primera visión de Madrid fue nocturna, en un octubre más frío de lo normal, al salir de una boca de metro en la Glorieta de Bilbao. Posiblemente es la imagen que me hizo enamorarme de Madrid: las luces, la suntuosidad de los edificios, el aire frío que me azotaba el cuello, la amplitud de las avenidas. Todo. Rosa nos recibió en su propia casa y nos llevó a un Starbucks (en aquella época era impensable ver uno en Sevilla), y allí me reencontré con una de las personas que para mí le dan sentido a llorar cada año en la despedida del Monasterio de Burgos que tan bien conozco. Bilbao me abrió los ojos a la ciudad maldita que llevó persiguiendo desde que comencé la carrera, y a la que el pasado viernes le gané la partida
.
Línea 2_ Sevilla. Parece mentira que s
ea yo el que abandoné la ciudad donde he pasado toda mi vida. Como una especie de transposición, éramos nosotros los que el pasado septiembre nos hacíamos la foto con Belén en la calle Madrid, aledaña a nuestra Plaza Nueva. Ahora soy yo el que va a la capital a hacerse la foto con una parada de metro llamada Sevilla. Me vuelvo loco sólo de pensar que dejo aquí los símbolos que forman parte de mi imaginario, el único que tengo, el único que he conocido. Dejo atrás, como ya dejó Cristina hace un año, el frescor de las riberas del Guadalquivir, la sensación del adoquín bajo los pies por la Cuesta del Rosario camino de la Alfalfa, el bullicio de San Jacinto al caer la tarde trianera, el olor a incienso del puesto cartujano de la esquina de Tetuán... todos los tópicos y lo que no son tópicos de una ciudad que ha sido mi pasado y que aún es mi presente, incierto presente que me catapulta a la meseta, al frío seco de diciembre y a la noche desangelada (allí, todo es a lo grande, y los encuentros casuales cuando sales de marcha, casi imposibles). Cierro los ojos e intento grabar en este mes que me queda el skyline de esta gloriosa urbe, para no olvidar quién soy: de la esbelta Giralda a la simetría de las torres de la Plaza de España, de la verticalidad de los puentes de la Expo a la irregularidad de las espadañas en el casco histórico.

Línea 3_ Plaza de España. De manera figurada, realmente Madrid es la plaza mayor de España. En ella confluyen los caminos, que en esta ocasión no conducen a Roma. En ella ponen la mirada muchos periodistas que, como yo, sueñan con participar en las redacciones de los medios nacionales. El camino para la prensa siempre conduce a Madrid, o si acaso, más lejos. Madrid es La Meca para aquellos que nos escondemos tras las hojas tintadas en blanco y negro. Madrid será, si Dios quiere, la prueba de fuego.

Línea 4_
Alonso Martínez. La parada más utilizada en la última visita. Junto a Alonso Martínez estaba el Burger King en el que se produjo el episodio del móvil de Mary Jane, allí tomé el metro para mi entrevista en El País, allí compramos las provisiones para el almuerzo en el Retiro, visitamos la tienda Fox, y allí quedé con Sergio después de mi primer exámen. Alonso Martínez puede decirse que es la entrada más sentimental del metro, la accesible, a pesar de estar rodeada de andamios. La única desde la que sabemos el camino a "casa". Subiendo por Sagasta, la segunda a la derecha toda hacia arriba hasta el piso de 'Friends'. Qué recuerdos...

Línea 5_ Suances. El destino. El futuro. La parada de la línea verde esperanza que me lleva hasta la Escuela del master. El sueño que creía que no se cumpliría, que ha resultado cumplirse, a pesar de que yo no lo haya asimilado aún. El destino, como decía, de mis pasos, en este año que entra. Suances es la parada desconocida que no me sonaba de nada, pero que me conduce hasta la calle Miguel Yuste, donde residiré mañana y tarde a partir de enero. ¿Miedo? Más del que pensaba.

Línea 6_ Méndez Álvaro. La línea circular de Madrid que no da vueltas es uno de los símbolos de que en Madrid hay mucho de sorpresa y deja poco espacio a la planifica
ción. La parada de metro alberga sobre sí misma la Estación del Sur de autobuses, lo primero que pisas de Madrid si eres un estudiante y optas por un viaje baratito de 7 horas desde Sevilla. El lugar al que más deseas llegar y del que más pena te da marcharte. Es el principio y el fin de muchos reencuentros, son las lágrimas y las sonrisas del que ve una cara amiga bajar del autocar, y es el amargo sabor del adiós que empaña unos ojos hasta volverlos vidriosos. Es la frase exagerada de aquella que prefiere que su novio no venga con tal de no tener que pasar por el sufrimiento de decirle adiós.

Línea 7_ Avenida de América. Fue antes de marcharme al Espino. Era
una utopía. No pensaba siquiera en que algún día consiguiera hacer de aquella red subterránea una realidad cotidiana. Y ahora, cuando menos lo esperaba, se cumple. En aquella parada me quedé atascado en el torno, porque con el arpa celta colgada a la espalda, no podía cruzar la estrechez de la plataforma metálica. Al otro lado, David, Mari Ro, Santi y Cris. Qué distinta aquella estancia de esta última, a pesar de que sólo las separaban 4 meses, cuántas cosas habían cambiado y qué de actitudes trastornadas por sabe Dios qué, por dejarse llevar por la especulación y no hablar cuando hay que hablar. Qué de cambios...


Línea 8_ Nuevos Ministerios. Hasta allí me llevó el Cercanías tras el segundo exámen del master, vacío casi como sábado que era. Estaba dentro y no podía evitar recordar aquellos trenes del 2004, aquellos trenes desgarrados que marcaron un antes y un después en la Historia de este país. Aquellos trenes que se llevaron por delante la alegría de todo un país, que hizo que temblara Europa con el dolor más penetrante que puede sentir una sociedad: la de saber que son tan frágiles, que se les puede matar por centurias aunque no tengan nada que ver con un conflicto que parecía lejano.

Línea 9_ Plaza de Castilla. Nunca
en mi vida me he montado en la línea morada, pero pasa por el eje de comunicaciones y transportes de Plaza de Castilla. Cerca de allí está Félix Boix, una de las parroquias de Madrid donde asistí a aquel curso de voluntariado. Parece que ha llovido tanto desde entonces... Lo único nuevo que ahora veo es lo que me enseñó Andriu aquella mañana de octubre en coche, el tremendo obelisco de Calatrava, una pluma dorada que rellena el triángulo de las Torres Kio. Me parece arrogante, y que no pega con este Madrid al que amo. Es hiriente, como un tremendo puñal, doloroso. Aquella mañana en el coche supongo que mi piloto notó mi cara de asco cuando lo ví. Era una representación de arrogancia de otra época, que no encaja con mi visión utópica de esta ciudad. Lo borro de mi imaginación: no quiero recordarlo.

Línea 10_ Santiago Bernabéu. Con nostalgia, no puedo negarlo, recuerdo a mis compañeros de deportes en Canal Sur. Y seguro que están orgullosos de mí, porque esto es un gran paso. No se lo he contado a nadie, pero cu
ando me preguntaron en la entrevista por periodistas de referencia, no me fui por las ramas: entre los citados puse a mis compañeros de deportes de los que tanto aprendí. Con nombres y apellidos. Probablemente no supieran quiénes son, no tienen nombres conocidos ni salen a menudo en la televisión hipermaquillados, pero son mis mentores, son los que me dieron la palmada en el hombro y la guantá, cuando me internaba en el desconocido mundo del deporte. Para mí son modelos, porque llegan cada día a su trabajo ilusionados, enamorados de la radio como el primer día, y para mí eso es la Vida.

Línea R_ Ópera. Y me queda la nostalgia, ese saber que dejo de pertenecer a Sevilla28, que dejo los proyectos interrumpidos, congelados en hielo. Y dejo la música que en Madrid sale del Teatro Real, de la Ópera, y de tantos otros sitios... pero no es Sevilla. Y cada domingo a las 18.30 miraré el reloj y desde Sevilla, mi Salvi no sentirá el calor de mis dedos. Y ya no habrá bandas sonoras de fondo en la consagración, ni señales de entrada en las canciones con la cabeza, ni miradas cómplices entre los instrumen
tistas, ni gestos de felicitación a los solistas. Y miraré la página web, aquel sueño que gracias a Candy y Mari Ro hicimos realidad, y escucharé el disco, aquel que pretende resarcirnos del mal sabor de boca del disco del 25 aniversario del Espino para el que ni siquiera existimos, aquel en el que pretendemos demostrar que Andalucía (Granada y Sevilla) inician una nueva etapa en la que reina la concordia y la estrecha hermandad. Y me dejo la mitad de mí en ese coro al que me aferro como a un clavo ardiendo, y prefiero no creerme que me voy, porque tengo que montarme en este vagón al que tanto me ha costado acceder, pero me va a doler darme cuenta todo lo que me dejo en el andén. A los que me dicen, cabreados, que no se alegran de mi marcha, cabe decirles que en cierto modo, yo tampoco. Pero los trenes sólo pasan una vez, y esta vez no puedo quedarme en tierra.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cómo dejé de diseñar mi vida


No sé en qué momento exacto me dijo Chema que las series deberían formar parte de nuestra idiosincrasia cultural, ya que si el cine merecía ser llamado el séptimo arte, las series televisivas formaban también un paradigma cultural adaptado a las industrias televisivas de hoy en día y a los modelos de demanda de las audiencias.

Resulta que la única serie que tenemos en común es una comedia magnífica, sencilla, tremendamente divertida y original. 'Cómo conocí a vuestra madre' se perfila como una sitcom quizá vagamente inspirada por el espíritu de 'Friends', con personajes carismáticos y una trama loca que guarda un trasfondo real como la vida misma.

Y resulta que hace unos minutos estaba sentado en el sofá viendo un capítulo de la cuarta temporada, cuando de repente, el final del capítulo me da una lección insospechada. Y me encuentro a Lily dándole una lección a Ted. Ted se empeña en ser arquitecto a toda costa, pasando por lo que tenga que pasar, y la vida no para de darle palos. Y Lily, al contrario que en todas las series, da un discurso en el que nos cuenta que los sueños de juventud pueden o no hacerse realidad, pero que si llegamos a obsesionarnos, sólo conseguimos perjudicarnos a nosotros mismos.

El personaje continúa diciendo que no se puede diseñar la vida y esperar que todo salga como en el plan que hemos hecho. Hay que vivir, atreverse a dar el salto y continuar escuchando las señales que lo cotidiano nos manda, arriesgar dependiendo de cada momento, dejar que la vida se diseñe a sí misma y que seamos nosotros los que vayamos encauzando el camino.

De pronto, me quedo pensando y me doy cuenta de que esta visión, esa posibilidad no la había contemplado. Quizá a veces me empeño en el mismo sueño y no me doy cuenta de que existen otras facetas magníficas por explotar. Al final vas a tener razón y las series sí que contienen, como decías tú, no sólo rasgos de calidad literaria e ingenio, sino también aportes para la vida a este lado de la pantalla. Sorpresas te da la vida...

lunes, 9 de noviembre de 2009

Reflexión en voz alta

Si me ofreces una responsabilidad y la acepto, déjame ejercer mi labor;
si me dejas la posibilidad de organizar, déjame hacer las cosas a mi manera;
si me ves decepcionado, no me ignores, abrázame;
si me escuchas suspirar más de la cuenta, sonríeme;
si me dejo la piel en algo, no rompas mis sueños de golpe, a ninguno de los 2 nos hace bien;
si tienes algo importante que contarme, dímelo sin rodeos;
si crees que debes pedirme disculpas, hazlo y deja tu orgullo en la puerta;
si crees que te he hecho daño, no me odies, pídeme explicaciones;
si me haces un comentario hiriente y me quedo callado, da por hecho que no has elegido el mejor momento;
si crees que me pasa algo, no dudes en preguntármelo una y otra vez hasta que te lo cuente;
si crees que no me conoces, esfuérzate y no me prejuzgues;
si me cabreas, prepárate, si saco el genio algo habrás hecho;

si crees que esto no va por ti, abre los ojos y vuelve a leerlo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Capitulo III_ "Hasta que te quedas solo y después de las risas, sólo hay silencio y nostalgia desde un balcón"

Desayunamos todos juntos en la cocina, como una pequeña familia, rozando el mediodía, sentados en los pequeños taburetes. Por supuesto, Mamá Poyatos se encarga de recoger, mientras nosotros nos turnamos para ducharnos. Hay que darse prisa, porque queremos ir al Retiro a almorzar. Nos acercamos hasta el Buger King con Belén. En la Puerta de Alcalá hemos quedado con Anita y luego se unen Ale y Juanito y Sara, Mari Ro y Candy. Comemos en el césped del retiro y vamos hasta el estanque. Allí Isa y yo estudiamos maquetación y redacción con el Marca y El País, a ver si por fin consigue aprobar. El sol del mediodía nos da en la cara y nos reconforta. Estamos para una foto, de esas bonitas que enmarcas y pones en tu cuarto, de esas que no se te olvida que están en el mueble, que miras a menudo y sólo te sale un suspiro y una sonrisa.

Mari Ro marcha con Belén hasta Félix Boix. La pelirroja siempre ilusionada (prositiva) es la representante sevillana en el Emuli (¿quién mejor?), y llegará por la noche con la sonrisa puesta y canciones nuevas que cantar. Mientras, Isa, Laura, Juanito, Ale, Sara, Candy y yo volvemos a casa. En un rato Juanito y yo seremos jóvenes del PS por un rato y cantaremos y tocaremos en su coro... Laura dice que le demos un toque cuando llegue a la comunión y nos la imaginamos entrando en pijama por el pasillo central, comulgar, e irse.

Bajamos a lo que en Sevilla sería la cripta y en Granada el salón del Coro. Un par de guitarras ni siquiera nos dan la bienvenida, el ambiente es frío y los cantantes del coro prácticamente inexistentes. Juan y yo nos miramos: estamos acostumbrados a los coros del sur, a la algarabía, a las risas, a la bulla y el rasgueo rápido, al ritmo de la rumba y a la riqueza de las segundas voces, a la variedad de los instrumentos en contraposición... Podría decirse que hasta nos duele que el coro no sea una fiesta, un clamor a los cielos, un ejercicio de hermandad y camaradería que nos llene y que saque lo mejor de nosotros. Alguien me ha dicho que los coros son fiel reflejo de las parroquias, que representan el modelo de comunidad. Tendré que reflexionar sobre esto.

Por la noche, cenita en un sitio que parecía caro pero que luego tenemos que admitir que está bastante bien. Isa, Laura y yo pedimos juntos y nos hinchamos a comer. Después de eso, por fin nos llevan a una tasquita ruinosa muy molona, en la que nos venimos arriba, y el que se viene abajo, pues a darle un achuchón y a recordarle que la bipolaridad no es del todo mala, sino que sólo le da más emoción a las cosas. De todas formas, para muchos es la última noche y se nota, se les ve en la cara que, como yo, se dejarán una parte del corazón en Madrid. Por fin consigo alcanzar a Emi y hablamos un poco de la vida, de lo que nos une y de lo que nos separa. Sus ojos siguen siendo los mismos océanos de siempre: da miedo resbalar y sumergirte tan profundo, siguen impresionándome tanto como el primer día.

Por la noche nos entra un pavo brutal. Con el pijama puesto, las caras desmaquilladas y los cabellos despeinados, cómodos y hogareños, en el salón de la mesa redonda, somos compañeros de piso de nuevo y nos reímos como nunca. Hay que decir que la mayor parte del tiempo desvaríamos, siempre volviendo a la intolerancia a la lactosa de Mary Jane (lo siento, pequeña! te queremos igual y lo sabes!). Maravillosos momentos que guardo como un tesoro.

Madrugada y el vendaval afuera es colosal. El viento azota los postigos de los balcones, hasta que los abre de golpe. Yo, que duermo en el suelo frente al ventanal, siento como me taladra la piel el frío. Puedo escuchar a Juanito leventarse a cerrar el balcón, y en repetidas veces, lo siento despertarse. Hablamos susurrando durante unos segundos y volvemos a acurrucarnos para intentar dormir. La noche es terrible, y a sus "joe, compae" yo respondo con "hola hola hola", cada vez que la corriente golpea los cristales y hace temblar la puerta. En una de esas microconversaciones le cuento al Compae que he soñado con que íbamos todos a la inauguración de una boca de metro y que nos regalaban bollos de pan a todos... mi cabeza es indescifrable.

A la mañana siguiente, ya lunes, nos levantamos a la una de la tarde, y sólo estamos Juanito, Laura y yo (vaya tres). Sergio y Emi avisan que vienen dentro de un rato, y los demás están comprando un regalito para Chema por Fuencarral. Desayunamos tranquilos, nos seguimos riendo como si este viaje fuese a durar para siempre, porque en cierto modo ninguno deseamos que acabe. Llegan los demás y comemos macarrones con tomate en el piso, comida baratita anticrisis. Por la tarde, primera ronda de llantos: se va Sevilla y por una vez soy yo el que está en el andén despidiéndolos. Qué pena más grande, es el principio del fin.

Fieles a romper la rutina, tomamos café Sergio, Emi y yo en el 100 montaditos, donde están Ale, Juan y Rosa. Allí por fin hablamos del tema que me trae loco. El 'lado oscuro' sale a reducir y me enzarzo en una discusión que por primera vez, puede que vaya a alguna parte. Emi, como buena granaína, se da por aludida y se defiende. Bien saben la concepción que tengo de ellos, lo que pasó en Graná y mi rotundo cambio de postura. Es hora de que las críticas sirvan de algo y no sean el deporte nacional. De todas formas, por lo visto soy especialista en escribir aquí y que los que no se tienen que dar por aludidos, crean que va por ellos, así que perdón de antemano y el que tenga oídos para oír, que oiga.

De repente se plantea la posibilidad de un lado gris clarito, en el que las críticas surten efecto porque ayudan a solucionar problemas planteados. Así sí. Es la conversación que tenemos en el balcón Emi y yo a la interperie mientras Robina cocina una magnífica cena a base de crepes. Se va uniendo gente, y conforme más charlamos, más tranquilo estoy.

La cena, en la que estamos Santi, Cris, Juanito, Robina, Emi, Sergio y yo, es probablemente uno de los momentos más divertidos del fin de semana. Huele a despedida, y algunos compiten por ver a quien le cabe el bocado más grande en la boca.. pero es que algunos son verdaderos tiburones. La cena es una pasada y en el aire flota una complicidad muy bonita, otro momento cómodo para la lista.

Los granaínos se van a las 5 de la mañana, y ponemos las alarmas. El piso se vacía y quedamos sólo Juan y yo. Cada vez se me encoge más el corazón. Tanta despedida no puede ser buena. Nos tomamos una copa en la cama y charlamos. Las cosas están mejor de lo que pintaban, y hay que pensar que se van a arreglar. Avanzamos a la velocidad del trueno, y charlamos sobre la bipolaridad y otros demonios que nos poseen de vez en cuando. El sueño nos puede y siento cómo se me va clavando la espinita en el alma, temiendo el desenlace.

Suena el despertador, y en la oscuridad de la madrugada me levanto para ver si puedo ofrecerle algo a Juanito. El murmullo se apodera de cada una de las habitaciones: el momento se acerca. Oigo el rodar de una maleta y sigo a mi último compañero por el pasillo. Se me ocurren cientos de cosas que decir, cien gracias que dar, cien motivos para llorar y para tener que evitar esta penúltima despedida. Pero de mi boca apenas sale nada, porque no puedo decir nada. La puerta se cierra como una losa y me siento tan solo... El silencio es terrible, ya no hay respiraciones en la noche de apacibles sueños, ni ruido de cubiertos y olor de café de desayuno, ni risas, ni taconeos... Sólo quedo yo.

Me tumbo en la cama y no duermo. Me pongo a pensar. En el aire puro que representa para mí este viaje, en la serie de maravillosas situaciones que se han dado en esta ciudad del encanto y la magia. Unos vinieron con el sueño de un futuro utópico y se enfrentaron a él, otros a reencontrarse con el amor que vive del teléfono y el mail, el amor de la voz y los recuerdos, otros a demostrarse a sí mismos que la vida es más que rutina y trabajo, otros a dejarse llevar por la alegría, a abrazar a los amigos que se perdieron en el camino de la nostalgia. Algunos se dejaron allí el dinero que poseían porque sabían que el viaje sería un éxito. La mayoría de ellos no perdieron la esperanza, ni la ilusión, ni la sonrisa, porque cuando se pisa la Estación del Sur, o el andén de Atocha, o las profundas naves de Barajas, todo cambia. Unos llegaron a comerse el mundo y se lo comieron, otros dejaron el plato fuerte para el día de mañana. El piso se llenó de vida a todas horas y el sol de Madrid nunca calentó tanto. Ninguno de nosotros nos sentimos extranjeros en una ciudad que nos llena de vida, tanto a los que somos ya veteranos, como a los que la visitan por primera vez.

El piso ya estaba vacío. Madrid había terminado, y yo no podía hacer otra cosa que echar de menos y mandar mensajes desde el tren. Qué pena, Dios mío. Como decía Belén, a pesar de los kilómetros cada vez siento que estáis más cerca, sea mirando al norte, al este o a mi alrededor. Otra crónica para la lista. Y que satisfacción poder narrar todo lo vivido...

Capitulo II_ Cómo desenterrar recuerdos y resucitar sueños en la noche de los muertos

Amanece un nuevo día. Me voy para mi segundo y tercer exámen y en la casa sólo se oye la fantástica orquesta de las respiraciones al dormir. Me voy en silencio. Sergio, genial anfitrión donde los haya, me lleva después de haber dormido sólo dos horitas, a la facultad de Informática de la UAM. Hoy tengo redacción y actualidad, y mis apuntes del caso Gürtel no hay quien me los quite de debajo del brazo.

Pleno. La trama del PP aparece en el tema de redacción, y me pongo a ello. Detrás mío, algunos repetidores intentan amedrentar a los novatos. Quizá estén cansados de intentarlo y necesitan eliminar competencia. Yo a lo mío, destripando al PP todo lo que puedo. Tras los exámenes, de nuevo el Cercanías, 50 minutos de túneles subterráneos hasta Alonso Martínez, donde residimos. Estoy deseando llegar a casa después de mis tres horas de sueño y mis cuatro horas de exámenes.

Todos esperan a que llegue con las barrigas rugiendo, porque nos vamos a comer al centro. En la puerta del Sol quedamos con Cris y David, y me bombardean a preguntas de las del test de actualidad mientras decidimos dónde comemos. De repente nos sale la brillante idea de ir al Museo del Jamón (la Isa al principio piensa que es un supermercado), y encima no nos conformamos con la barra, sino que nos sentamos en el comedor. Nosotros, que no queremos gastarnos la vida en un almuerzo, al ver la carta nos mordemos el labio pensando qué hacer. Juanito se indigna porque todos los platos combinados llevan consomé, y Candy y Sara piden comida a medias como dos tortolitos. De repente, la camarera nos da una idea: nos trae una cesta con bollos de pan, y nos volvemos ingeniosos de repente. Isa, Laura, Juan y yo pedimos una ración de jamón y queso, le rateamos el tomate a los de la élite (Mary Jane, David y Cris), que han pedido platos combinados, y le echamos un chorreón de aceite. ¡Por dos euros tenemos un magnífico bocadillo!

De allí a hacer miniturismo, porque la Poyatos y yo buscamos desesperadamente una cafetería en la que no nos cobren agua hervida a precio de oro. Tras la Plaza Mayor, en la calle también Mayor, nos quedamos Juan, ella y yo (en muchas ocasiones nos quedaremos los tres) a tomarnos un cafelillo mientras los demás visitan el Palacio Real ("si ahi ya no viven los reyes, ¿pa qué vamos a ir?"). Nos sentamos en una mesa pequeñita de 2, y se nos van los minutos y las horas ante la taza de café. El bar está casi en silencio, excepto por la camarera, a la que no paran de caérsele cosas. De hecho, se le cae una rebanada de pan al suelo y la carta detrás de Laura, y la Poyatos empieza a ver conspiraciones de robo como las del móvil de Mari Ro. 3 horas muertas pero tremendamente cómodas y agradables en las que llega Ale. Ya la había visto en anteriores ocasiones, pero por fin ahora ha dejado las prisas a un lado y se sienta con nosotros. La Poyatos se levanta a hablar por teléfono, y me quedo de violinista oficial del reino. Ale no quiere darme mi gato, Whisky, que me prometió por internet, y me indigno mucho. En plena discusión, suena el móvil. Pulido se monta solo por primera vez en el metro (¿ese medio de transporte proletario?) y busca la manera de llegar hasta nosotros. Dice que el Valle de los Caídos le ha decpecionado. Gracias a Dios no es el mismo al que conocí hace años, quién le ha visto y quién le ve. Ale intenta indicarle para que no se pierda, pero nos tememos que no servirá de nada.

Salimos de allí muy a nuestro pesar. El Madrid comienza en el televisor del bar justo cuando salimos por la puerta, pero hemos quedado en la puerta de la Almudena con los demás sevillanitos, Emi, Sergio, Belén y Álvaro. Belén me llama porque no sabe dónde estamos, por lo que me pongo a indicarle. La pobre le da toda la vuelta en redondo al Palacio Real hasta que nos encuentra en la misma puerta. Dicen de ir al Templo de Debod, mientras Juanito y Ale se pierden a las puertas de los Jardines de Sabatini. Es el momento de continuar hasta el templo. Cuando llegamos, Isa está profundamente decepcionada: se esperaba una pirámide colosal y se encuentra con lo que debía de ser la ermita del Rocío de los egipcios. Nos intentamos hacer una foto para el recuerdo, y le pedimos a un híbrido mujer-hombre (a los guiris a veces cuesta identificarlos) que nos haga un fotón, para lo que tarda alrededor de 5 minutos (Laura temía ya otro robo).

Suena el teléfono mientras miramos desde el mirador: Pulido de nuevo, que se ha perdido. El de Sergio suena al mismo tiempo: Juanito y Ale preguntan dónde estamos. Suena también el de Laura: su madre quiere recibir el parte del día. De repente parecemos un anuncio de Vodafone. Cogemos dirección Plaza de España, donde Pulido aguarda. Decidimos cenar por Bilbao, porque ya es nuestra zona y así podemos arreglarnos con tranquilidad, y porque así nos coge más cerca para ir al cumple de Íñigo, que es esa misma noche de Halloween en un bar cercano. Hablamos de la cercana entrevista y empiezo a ponerme nervioso: no se me da demasiado bien el trato directo con las personas, soy más de escribir...

Vamos llegando en el metro, y paramos en el Eroski a comprar provisiones alcohólicas para la noche. Nos vuelve a tocar la cajera lentita del viernes, y encima nos quiere endosar Cacique de ricos. Pasamos de ella y nos acercamos a nuestro Chino (desde ahora) habitual (este barrio tiene de todo, quiero vivir alli!!!).

Haremos botellón en el mismo sitio del día anterior, pero antes cenamos en el Vips. Mi grupo de cena (aunque estemos todos sentados en una sola mesa es inevitable que se fraccionen los grupos) me encanta: Anita del Palacio, Pulido (que ha conseguido llegar), Juanito, Laura, Sara y Belén. Lo primero que hacemos es cantarle el cumpleaños feliz a Belencita, lo que luego derivará en una brutal carcajada que nos pondrá en el punto de mira de todo el restaurante. Juanito le hace por la calle a Laura y a Pulido un book romántico para seguir alimentando el rumor.

La noche a partir de ese momento alterna los sinsabores con las alegrías. Idas y venidas, Pulido que se pota en el zapato y se va a casa antes de medianoche, Juanito que busca y encuentra a Ale, que la pobre está un poco perjudicada y necesita un hermano mayor que la cuide, las llaves del piso que van de mano en mano, y algunas conversaciones se vuelven sórdidas.

Me siento en un poyete con Isa. Hace mucho que no hablamos, y nos sentamos para hacer un poco de balance de la situación, del viaje, de la noche. Muy a nuestro pesar nos ponemos serios, nos rayamos y nos da por pensar. Qué poquito nos hemos visto desde que empezó el curso... Pero Mari Ro y Sara nos alegran la noche, con su media papa de tinto de verano, y la cosa va a mejor. Al momento aparece Íñigo: le hemos hecho un feo gordo, al final el del cumple ha tenido que venir a buscarnos en lugar de nosotros a él. Perdona rockerito...

Nos marchamos camino de La Siesta, un sitio en el que no te ponen el sello, sino que te lo tatuan. Cuando vamos llegando, nos damos cuenta de que somos 5, Juanito aún sigue con Ale. Pero me llama, y dice que ya viene para donde estamos. Volvemos a ser Friends. La verdad es que La Siesta estuvo muy bien, pero el calor nos agotó demasiado pronto, y salimos sudando a la calle, para pasar allí la otra mitad de la noche. El sueño me puede, y necesito acostarme. Esta vez, al contrario que el viernes, nadie lo duda, y se vienen todos conmigo, menos la Poyatos que, como siempre, se queda 10 minutos más dándolo todo.

De camino al piso, todo sigue bien, aunque con un poco de frío. Al llegar nos ponemos el atuendo de dormir y directos a la cama de cabeza. No me da tiempo ni a pensármelo. Al llegar están todos dormiditos. Miro por el balcón y siento que al fin puedo dormir, que estoy al límite. Vuelvo a escuchar las respiraciones de los que empiezan a dormir. Aún no sabía la noche que me esperaba, pero el día había sido duro por muchos aspectos y sólo quería dormir. Escucho a las niñas despiertas, pero no nos importa, y veo a Candy darle un manotazo a la puerta para no oírlas. El silencio y la noche me cierran los ojos. Mañana será otro día.