Tremendamente eclipsado por la muerte del futbolista Antonio Puerta, al que desde aquí ni menosprecio ni minusvaloro, el mismo día, aquel 28 de agosto de 2007, en su casa de Madrid, entre libros, periódicos y portarretratos, moría Francisco Umbral.
El columnista de El Mundo, que admito había detestado desde siempre, exhalaba su último aliento en la madrugada de agosto. Y yo, recién terminadas mis lecciones de Literatura y periodismo en la Universidad, sentí que en mi cerebro algo me decía que aquello ya era parte de la Historia. Quizá de una historia que no se repetiría nunca, que no se recordaría en los informativos, ni saldría en los periódicos (como de hecho ha pasado en mi querido Diario de Sevilla), y una fecha que sólo recordaría El Mundo, aquel diario del que todos se reían, y que a mí ni fú ni fá.
Hoy me he sentido un poco egoísta. He llegado a mi quiosco a comprar El Correo, y resulta que no quedan, porque traía un especial de Puerta. Y miro el pilón de diarios de El Mundo sin vender. Y una pequeña notita referente al sátiro de la bufanda blanca, aquel que se atrevió a meterse con la Milá, y al que hasta ahora no había comprendido. Para Puerta hay páginas y páginas, un despliegue atronador para alguien que nos da pena porque murió joven, porque era del Sevilla, porque era del barrio... y recuerdo aquel día que estaba Antonio Puerta comprando a mi lado el periódico en ese mismo quiosco, y me da penilla. Pero no es equiparable.
Probablemente a Puerta le harán honores que nunca hubiese querido, lo tratarán como a un Freddy Mercury del balompié sevillano. "Murió joven y dejó un bonito cadáver". Siempre me ha parecido grotesca esa frase.
Y Umbral cumple este año 12 meses desde que subió a esos cielos en los que seguirá criticando a todo Cristo, y ya nadie se acuerda. El otro día, cuando faltaba aún una semana, lo recordé a mi jefe. "Sí, cuando salga el teletipo lo pegamos en un faldoncillo si hay sitio". Le pregunté si podía hacerlo yo, que sería un placer. "No, tu ponte con la Bienal, y así dejas cosas hechas para el fin de semana". En fin, que hoy hemos colaborado para que nadie se acuerde de quién fue Umbral.
Al llegar a casa he rebuscado "Los placeres y los días" por mis altillo, en el que guardo los apuntes de lo que apruebo. Los he ojeado pensando en lo que he cambiado, en lo que odiaba al irónico escritor, y en lo nostálgico que estoy ahora pensando lo que podía haber escrito y que nunca leeremos, o aquella guerra con la Real Academia, que nunca se rebajó a regalarle un asiento entre los literatos (cuando alguien como Pérez-Reverte si goza del suyo).
Un año, y parece que fue ayer, cuando estaba en la playa y corrí a por el periódico saliendo de mi casa recién levantado. "¿A dónde vas?", gritaba mi madre sin entender a qué tanta prisa si el hombre ya estaba muerto. "¡A por El Mundo! Si ayer estaba vivo, hoy publican su última columna!". Exactamente, y me llevé el último.
A veces pienso si compensaba su carácter agrio. Y creo que sí. ¿O acaso no ignoramos los defectos de las personas que queremos y ensalzamos sus virtudes? Podemos decir lo mismo de los artistas. Era artista, y además autodidacta para más inri. Impresionante.
Pues, aunque nadie se acuerde, yo si me acuerdo de tu aniversario. Espero que inspires a otros, que siguen aquí y se encuentran perdidos.