lunes, 30 de noviembre de 2009

Que cuando me vaya...



En directo no pude disfrutarla como merecía, ni entendía la letra entre tanto micro y bafle, ni me concentré en las imagenes ni en vuestras caras como lo hago ahora. No pensaba poder disfrutar ese momento de nuevo, pero lo acabo de escuchar y me acabo de desmoronar, algo que no quería, porque ésto abre la puerta a un mes de suspiros mientras hago las maletas que intentaba postergar lo más posible.

Acabo de recordar los cálidos abrazos en la sacristía, las sonrisas de la fiesta posterior, las palabras hermosas en la noche flamenca de caja y guitarra... y ahora lo veo todo como si lo viviera de nuevo, pero percibiendo cada detalle. Qué bonita noche, qué necesaria esta entrada en el blog que complemente a la anterior, qué lentito soy para captar la dimensión de las cosas, qué maravilla escuchar vuestras voces sólo para mí sonando fuertes, porque aún no me puedo creer que me merezca esto.

Vosotros me cantásteis esta canción con la letra cambiada. Creo que tengo que devolveros el detalle, así que ahora os narro yo a vosotros mi propia canción. Ahí va:

Nunca pense que llegaría,
nunca creí en ese momento,
me cambia la vida
y no tengo nada para seguirla,
no quiero acordarme
de lo que me olvido...

...y me despierto un buen dia,
y ya estoy en Madrid.
Miro hacia atrás, veo vuestras caras,
las que en mis ojos grabé,
y os mando besos desde lejos
y ya os quiero volver a ver,
tantos recuerdos tatuados
a risas en mi piel,

mis lágrimas de ayer,
son por esos momentos
que ahora añoro en este tren...

Que cuando me vaya
no caiga una lagrima por mi,
que solo quede la amistad,
tantos sueños que recordar...
Que cuando me vaya
y vea vuestra foto una vez mas
pueda escuchar la veintiocho
por mi coro de verdad...

Que cuando me vaya de aquí,
de mi tierra, de mi gente,
de mi tierra la que me vio nacer
la que me vio crecer
la que me vió ganar
y me enseño a perder...

Que cuando me vaya
no caiga una lágrima por mi,
que solo quede la amistad,
tantos sueños que recordar...
Que cuando me vaya
y me entren ganas de llorar
sienta cercano vuestro abrazo
porque sé que es de verdad...

Que cuando me vaya
no caiga una lagrima por mi,
que aún nos quedan muchos más
aventuras que disfrutar...


Que cuando me vaya, no caiga una lágrima por mi, porque parte de vosotros se viene conmigo...

domingo, 29 de noviembre de 2009

Conciertazo!!


Más lecciones. Mientras yo me esmeraba durante toda la semana a montar mi propia película de cómo el concierto se arruinaría y no se parecería en nada a lo que había montado en mi cabeza, los músicos a los que llevaba una semana acribillando a correos, dándoles toques para que se conectaran al Msn o pillándolos a traición por el chat del tuenti; se dedicaban a hacer todo lo posible para construir lo que ha sido un triunfo.

El concierto de Sevilla 28 tenía todo para que no fuera lo que esperaba: el colegio contraatacaba con un concierto a la misma hora de antolgía de zarzuela, el evento engañaba con la gente real que iba a venir, no había tiempo para ensayar y temía que mis propuestas no llegaran a buen puerto. Pero lo hemos logrado. El triunfo ha sido en todos los sentidos: AS tiene una recaudación gloriosa para llevar a cabo sus proyectos, nosotros una noche magnífica en la que hemos disfrutado con lo que más nos gusta, la Música; y el público, que ha superado las 400 personas un espectáculo para recordar. Un concierto en el que las bicicletas corren por las naves de la iglesia arrojando confetti a la luz de 'La vida es bella' y los mafiosos miembros de una orquesta se asesinan los unos a los otros mientras interpretan 'El Padrino'. Una locura que ha resultado un acierto. Hay que tener fe.

Y después una noche de sonrisas merecidas. Como ya me dijeron una vez, los coros son el reflejo de las comunidades que los forman. Y Sevilla 28 es símbolo de una Sevilla que vuelve, que canta, que ríe, que hace llorar de emoción y entretener como si volvieran a ser niños. Normal que sonriamos. Nos ofrecen ir a Madrid a demostrar de lo que somos capaces con otro concierto y nos proponen grabar el repertorio de ayer en un disco. ¿Qué más se puede pedir? Hoy el orgullo se me sale por las orejas, y sólo me sale decir gracias, gracias y gracias.

martes, 24 de noviembre de 2009

(Otra) Reflexión en voz alta

Últimamente me puede la ira, la rabia, las ansias, la angustia, la cólera, el nerviosismo, el odio, la desgana, el cansancio, las disputas, los encontronazos, las discusiones, los giros de opinión, el descontento... y de vez en cuando exploto, precisamente con la menor tontería.

Quizá será que las cosas nunca salen como quiero, y se quedan sólo en aceptables. Me pregunto si los sueños que se convierten en aceptables no son acaso más un fracaso que un triunfo. Quizá es que se me acaba el tiempo y tengo tantas cosas por hacer, que no me importa lo que me lleve por delante. Qué poco queda... y cuantas emociones en el aire...

lunes, 23 de noviembre de 2009

No quiero pensar

Si pienso se me viene el mundo encima. Si me olvido del presente y me planto en el futuro trasladándome a esa visión hipotética que puedo formar con los datos que tengo, me desmorono.

Los ratos de ocio ya no son tan relajantes ni pasan tan rápido. A poco que siento el silencio, la cabeza empieza a darme vueltas y vueltas. Me veo a sólo un mes del cambio más radical de mi vida hasta el momento. Y siento que cada instante lo vivo con una angustia existencial, como si fuera el último. Ya hasta las alegrías me dejan una sutil resaca de nostalgia, como si cada ocasión fuera una despedida. Y como he dicho, aún queda un mes para concienciarme. No de que me voy a Madrid, ni de que voy a vivir solo. No. Eso no es tan importante. Tengo un mes para concienciarme de que esto es un 'hasta luego', un 'hasta mañana', y no un 'adiós'. Tengo un mes para llenar mi maleta de recuerdos tan vivos y plenos que aplasten en el fondo de esa maleta el dolor.

Necesito saber que, cuando vuelva, no sólo todo seguirá igual, sino que algunas cosas irán mejor. Y sé que llegará un momento en que lo conseguiré. Ya estoy en tratamiento, y por ahora sigo siendo el mismo nostálgico de siempre. Poco a poco, Miguelito, poco a poco. Las espinas duele más sacárselas cuanto más cerrada está la herida. Yo no quiero cerrar la herida, sólo sacar la espina. Dejar aquí, en mi cuarto, álbum vivo de mi existencia, lo que me hiere profundamente, el miedo irracional que me da ganas de saltar del tren en marcha antes de salir de la estación.

Pero me llevo las heridas, y como decía Antonio Gala, hago como el cautivo que, por amor, no duda ni un momento en besar sus cadenas. Las heridas abiertas, a merced de la brisa que me ayuda a recordar que están ahí. Y en cada herida una historia, una lágrima, un 'te quiero', un 'lo siento', una canción 'a capella', o un mail fruto de la sinceridad más elocuente y emocionante.

Como me dijo un amigo, este 'buey mudo' (en analogía con aquel santo de Aquino que tanto nos legó) sigue embistiendo desde este blog, que últimamente se convierte en el camino más corto hasta los que me rodean, y en la contraseña secreta para descifrar lo que significan mis silencios.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Metro de Madrid


Línea 1_ Bilbao. Allí comenzó todo. La primera vez que prometí allá por mi segundo espino, que iría a Madrid, resultó en mi primer viaje solo junto al Numa a la capital de España hace ya siete años. Apenas conocía a aquel chulillo con acento 'Canto del Loco' llamado Sergio, y sólo de cafetear conocía a una Laura a la que nuestro viaje a la inversa le resulta ya más que cotidiano. Mi primera visión de Madrid fue nocturna, en un octubre más frío de lo normal, al salir de una boca de metro en la Glorieta de Bilbao. Posiblemente es la imagen que me hizo enamorarme de Madrid: las luces, la suntuosidad de los edificios, el aire frío que me azotaba el cuello, la amplitud de las avenidas. Todo. Rosa nos recibió en su propia casa y nos llevó a un Starbucks (en aquella época era impensable ver uno en Sevilla), y allí me reencontré con una de las personas que para mí le dan sentido a llorar cada año en la despedida del Monasterio de Burgos que tan bien conozco. Bilbao me abrió los ojos a la ciudad maldita que llevó persiguiendo desde que comencé la carrera, y a la que el pasado viernes le gané la partida
.
Línea 2_ Sevilla. Parece mentira que s
ea yo el que abandoné la ciudad donde he pasado toda mi vida. Como una especie de transposición, éramos nosotros los que el pasado septiembre nos hacíamos la foto con Belén en la calle Madrid, aledaña a nuestra Plaza Nueva. Ahora soy yo el que va a la capital a hacerse la foto con una parada de metro llamada Sevilla. Me vuelvo loco sólo de pensar que dejo aquí los símbolos que forman parte de mi imaginario, el único que tengo, el único que he conocido. Dejo atrás, como ya dejó Cristina hace un año, el frescor de las riberas del Guadalquivir, la sensación del adoquín bajo los pies por la Cuesta del Rosario camino de la Alfalfa, el bullicio de San Jacinto al caer la tarde trianera, el olor a incienso del puesto cartujano de la esquina de Tetuán... todos los tópicos y lo que no son tópicos de una ciudad que ha sido mi pasado y que aún es mi presente, incierto presente que me catapulta a la meseta, al frío seco de diciembre y a la noche desangelada (allí, todo es a lo grande, y los encuentros casuales cuando sales de marcha, casi imposibles). Cierro los ojos e intento grabar en este mes que me queda el skyline de esta gloriosa urbe, para no olvidar quién soy: de la esbelta Giralda a la simetría de las torres de la Plaza de España, de la verticalidad de los puentes de la Expo a la irregularidad de las espadañas en el casco histórico.

Línea 3_ Plaza de España. De manera figurada, realmente Madrid es la plaza mayor de España. En ella confluyen los caminos, que en esta ocasión no conducen a Roma. En ella ponen la mirada muchos periodistas que, como yo, sueñan con participar en las redacciones de los medios nacionales. El camino para la prensa siempre conduce a Madrid, o si acaso, más lejos. Madrid es La Meca para aquellos que nos escondemos tras las hojas tintadas en blanco y negro. Madrid será, si Dios quiere, la prueba de fuego.

Línea 4_
Alonso Martínez. La parada más utilizada en la última visita. Junto a Alonso Martínez estaba el Burger King en el que se produjo el episodio del móvil de Mary Jane, allí tomé el metro para mi entrevista en El País, allí compramos las provisiones para el almuerzo en el Retiro, visitamos la tienda Fox, y allí quedé con Sergio después de mi primer exámen. Alonso Martínez puede decirse que es la entrada más sentimental del metro, la accesible, a pesar de estar rodeada de andamios. La única desde la que sabemos el camino a "casa". Subiendo por Sagasta, la segunda a la derecha toda hacia arriba hasta el piso de 'Friends'. Qué recuerdos...

Línea 5_ Suances. El destino. El futuro. La parada de la línea verde esperanza que me lleva hasta la Escuela del master. El sueño que creía que no se cumpliría, que ha resultado cumplirse, a pesar de que yo no lo haya asimilado aún. El destino, como decía, de mis pasos, en este año que entra. Suances es la parada desconocida que no me sonaba de nada, pero que me conduce hasta la calle Miguel Yuste, donde residiré mañana y tarde a partir de enero. ¿Miedo? Más del que pensaba.

Línea 6_ Méndez Álvaro. La línea circular de Madrid que no da vueltas es uno de los símbolos de que en Madrid hay mucho de sorpresa y deja poco espacio a la planifica
ción. La parada de metro alberga sobre sí misma la Estación del Sur de autobuses, lo primero que pisas de Madrid si eres un estudiante y optas por un viaje baratito de 7 horas desde Sevilla. El lugar al que más deseas llegar y del que más pena te da marcharte. Es el principio y el fin de muchos reencuentros, son las lágrimas y las sonrisas del que ve una cara amiga bajar del autocar, y es el amargo sabor del adiós que empaña unos ojos hasta volverlos vidriosos. Es la frase exagerada de aquella que prefiere que su novio no venga con tal de no tener que pasar por el sufrimiento de decirle adiós.

Línea 7_ Avenida de América. Fue antes de marcharme al Espino. Era
una utopía. No pensaba siquiera en que algún día consiguiera hacer de aquella red subterránea una realidad cotidiana. Y ahora, cuando menos lo esperaba, se cumple. En aquella parada me quedé atascado en el torno, porque con el arpa celta colgada a la espalda, no podía cruzar la estrechez de la plataforma metálica. Al otro lado, David, Mari Ro, Santi y Cris. Qué distinta aquella estancia de esta última, a pesar de que sólo las separaban 4 meses, cuántas cosas habían cambiado y qué de actitudes trastornadas por sabe Dios qué, por dejarse llevar por la especulación y no hablar cuando hay que hablar. Qué de cambios...


Línea 8_ Nuevos Ministerios. Hasta allí me llevó el Cercanías tras el segundo exámen del master, vacío casi como sábado que era. Estaba dentro y no podía evitar recordar aquellos trenes del 2004, aquellos trenes desgarrados que marcaron un antes y un después en la Historia de este país. Aquellos trenes que se llevaron por delante la alegría de todo un país, que hizo que temblara Europa con el dolor más penetrante que puede sentir una sociedad: la de saber que son tan frágiles, que se les puede matar por centurias aunque no tengan nada que ver con un conflicto que parecía lejano.

Línea 9_ Plaza de Castilla. Nunca
en mi vida me he montado en la línea morada, pero pasa por el eje de comunicaciones y transportes de Plaza de Castilla. Cerca de allí está Félix Boix, una de las parroquias de Madrid donde asistí a aquel curso de voluntariado. Parece que ha llovido tanto desde entonces... Lo único nuevo que ahora veo es lo que me enseñó Andriu aquella mañana de octubre en coche, el tremendo obelisco de Calatrava, una pluma dorada que rellena el triángulo de las Torres Kio. Me parece arrogante, y que no pega con este Madrid al que amo. Es hiriente, como un tremendo puñal, doloroso. Aquella mañana en el coche supongo que mi piloto notó mi cara de asco cuando lo ví. Era una representación de arrogancia de otra época, que no encaja con mi visión utópica de esta ciudad. Lo borro de mi imaginación: no quiero recordarlo.

Línea 10_ Santiago Bernabéu. Con nostalgia, no puedo negarlo, recuerdo a mis compañeros de deportes en Canal Sur. Y seguro que están orgullosos de mí, porque esto es un gran paso. No se lo he contado a nadie, pero cu
ando me preguntaron en la entrevista por periodistas de referencia, no me fui por las ramas: entre los citados puse a mis compañeros de deportes de los que tanto aprendí. Con nombres y apellidos. Probablemente no supieran quiénes son, no tienen nombres conocidos ni salen a menudo en la televisión hipermaquillados, pero son mis mentores, son los que me dieron la palmada en el hombro y la guantá, cuando me internaba en el desconocido mundo del deporte. Para mí son modelos, porque llegan cada día a su trabajo ilusionados, enamorados de la radio como el primer día, y para mí eso es la Vida.

Línea R_ Ópera. Y me queda la nostalgia, ese saber que dejo de pertenecer a Sevilla28, que dejo los proyectos interrumpidos, congelados en hielo. Y dejo la música que en Madrid sale del Teatro Real, de la Ópera, y de tantos otros sitios... pero no es Sevilla. Y cada domingo a las 18.30 miraré el reloj y desde Sevilla, mi Salvi no sentirá el calor de mis dedos. Y ya no habrá bandas sonoras de fondo en la consagración, ni señales de entrada en las canciones con la cabeza, ni miradas cómplices entre los instrumen
tistas, ni gestos de felicitación a los solistas. Y miraré la página web, aquel sueño que gracias a Candy y Mari Ro hicimos realidad, y escucharé el disco, aquel que pretende resarcirnos del mal sabor de boca del disco del 25 aniversario del Espino para el que ni siquiera existimos, aquel en el que pretendemos demostrar que Andalucía (Granada y Sevilla) inician una nueva etapa en la que reina la concordia y la estrecha hermandad. Y me dejo la mitad de mí en ese coro al que me aferro como a un clavo ardiendo, y prefiero no creerme que me voy, porque tengo que montarme en este vagón al que tanto me ha costado acceder, pero me va a doler darme cuenta todo lo que me dejo en el andén. A los que me dicen, cabreados, que no se alegran de mi marcha, cabe decirles que en cierto modo, yo tampoco. Pero los trenes sólo pasan una vez, y esta vez no puedo quedarme en tierra.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cómo dejé de diseñar mi vida


No sé en qué momento exacto me dijo Chema que las series deberían formar parte de nuestra idiosincrasia cultural, ya que si el cine merecía ser llamado el séptimo arte, las series televisivas formaban también un paradigma cultural adaptado a las industrias televisivas de hoy en día y a los modelos de demanda de las audiencias.

Resulta que la única serie que tenemos en común es una comedia magnífica, sencilla, tremendamente divertida y original. 'Cómo conocí a vuestra madre' se perfila como una sitcom quizá vagamente inspirada por el espíritu de 'Friends', con personajes carismáticos y una trama loca que guarda un trasfondo real como la vida misma.

Y resulta que hace unos minutos estaba sentado en el sofá viendo un capítulo de la cuarta temporada, cuando de repente, el final del capítulo me da una lección insospechada. Y me encuentro a Lily dándole una lección a Ted. Ted se empeña en ser arquitecto a toda costa, pasando por lo que tenga que pasar, y la vida no para de darle palos. Y Lily, al contrario que en todas las series, da un discurso en el que nos cuenta que los sueños de juventud pueden o no hacerse realidad, pero que si llegamos a obsesionarnos, sólo conseguimos perjudicarnos a nosotros mismos.

El personaje continúa diciendo que no se puede diseñar la vida y esperar que todo salga como en el plan que hemos hecho. Hay que vivir, atreverse a dar el salto y continuar escuchando las señales que lo cotidiano nos manda, arriesgar dependiendo de cada momento, dejar que la vida se diseñe a sí misma y que seamos nosotros los que vayamos encauzando el camino.

De pronto, me quedo pensando y me doy cuenta de que esta visión, esa posibilidad no la había contemplado. Quizá a veces me empeño en el mismo sueño y no me doy cuenta de que existen otras facetas magníficas por explotar. Al final vas a tener razón y las series sí que contienen, como decías tú, no sólo rasgos de calidad literaria e ingenio, sino también aportes para la vida a este lado de la pantalla. Sorpresas te da la vida...

lunes, 9 de noviembre de 2009

Reflexión en voz alta

Si me ofreces una responsabilidad y la acepto, déjame ejercer mi labor;
si me dejas la posibilidad de organizar, déjame hacer las cosas a mi manera;
si me ves decepcionado, no me ignores, abrázame;
si me escuchas suspirar más de la cuenta, sonríeme;
si me dejo la piel en algo, no rompas mis sueños de golpe, a ninguno de los 2 nos hace bien;
si tienes algo importante que contarme, dímelo sin rodeos;
si crees que debes pedirme disculpas, hazlo y deja tu orgullo en la puerta;
si crees que te he hecho daño, no me odies, pídeme explicaciones;
si me haces un comentario hiriente y me quedo callado, da por hecho que no has elegido el mejor momento;
si crees que me pasa algo, no dudes en preguntármelo una y otra vez hasta que te lo cuente;
si crees que no me conoces, esfuérzate y no me prejuzgues;
si me cabreas, prepárate, si saco el genio algo habrás hecho;

si crees que esto no va por ti, abre los ojos y vuelve a leerlo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Capitulo III_ "Hasta que te quedas solo y después de las risas, sólo hay silencio y nostalgia desde un balcón"

Desayunamos todos juntos en la cocina, como una pequeña familia, rozando el mediodía, sentados en los pequeños taburetes. Por supuesto, Mamá Poyatos se encarga de recoger, mientras nosotros nos turnamos para ducharnos. Hay que darse prisa, porque queremos ir al Retiro a almorzar. Nos acercamos hasta el Buger King con Belén. En la Puerta de Alcalá hemos quedado con Anita y luego se unen Ale y Juanito y Sara, Mari Ro y Candy. Comemos en el césped del retiro y vamos hasta el estanque. Allí Isa y yo estudiamos maquetación y redacción con el Marca y El País, a ver si por fin consigue aprobar. El sol del mediodía nos da en la cara y nos reconforta. Estamos para una foto, de esas bonitas que enmarcas y pones en tu cuarto, de esas que no se te olvida que están en el mueble, que miras a menudo y sólo te sale un suspiro y una sonrisa.

Mari Ro marcha con Belén hasta Félix Boix. La pelirroja siempre ilusionada (prositiva) es la representante sevillana en el Emuli (¿quién mejor?), y llegará por la noche con la sonrisa puesta y canciones nuevas que cantar. Mientras, Isa, Laura, Juanito, Ale, Sara, Candy y yo volvemos a casa. En un rato Juanito y yo seremos jóvenes del PS por un rato y cantaremos y tocaremos en su coro... Laura dice que le demos un toque cuando llegue a la comunión y nos la imaginamos entrando en pijama por el pasillo central, comulgar, e irse.

Bajamos a lo que en Sevilla sería la cripta y en Granada el salón del Coro. Un par de guitarras ni siquiera nos dan la bienvenida, el ambiente es frío y los cantantes del coro prácticamente inexistentes. Juan y yo nos miramos: estamos acostumbrados a los coros del sur, a la algarabía, a las risas, a la bulla y el rasgueo rápido, al ritmo de la rumba y a la riqueza de las segundas voces, a la variedad de los instrumentos en contraposición... Podría decirse que hasta nos duele que el coro no sea una fiesta, un clamor a los cielos, un ejercicio de hermandad y camaradería que nos llene y que saque lo mejor de nosotros. Alguien me ha dicho que los coros son fiel reflejo de las parroquias, que representan el modelo de comunidad. Tendré que reflexionar sobre esto.

Por la noche, cenita en un sitio que parecía caro pero que luego tenemos que admitir que está bastante bien. Isa, Laura y yo pedimos juntos y nos hinchamos a comer. Después de eso, por fin nos llevan a una tasquita ruinosa muy molona, en la que nos venimos arriba, y el que se viene abajo, pues a darle un achuchón y a recordarle que la bipolaridad no es del todo mala, sino que sólo le da más emoción a las cosas. De todas formas, para muchos es la última noche y se nota, se les ve en la cara que, como yo, se dejarán una parte del corazón en Madrid. Por fin consigo alcanzar a Emi y hablamos un poco de la vida, de lo que nos une y de lo que nos separa. Sus ojos siguen siendo los mismos océanos de siempre: da miedo resbalar y sumergirte tan profundo, siguen impresionándome tanto como el primer día.

Por la noche nos entra un pavo brutal. Con el pijama puesto, las caras desmaquilladas y los cabellos despeinados, cómodos y hogareños, en el salón de la mesa redonda, somos compañeros de piso de nuevo y nos reímos como nunca. Hay que decir que la mayor parte del tiempo desvaríamos, siempre volviendo a la intolerancia a la lactosa de Mary Jane (lo siento, pequeña! te queremos igual y lo sabes!). Maravillosos momentos que guardo como un tesoro.

Madrugada y el vendaval afuera es colosal. El viento azota los postigos de los balcones, hasta que los abre de golpe. Yo, que duermo en el suelo frente al ventanal, siento como me taladra la piel el frío. Puedo escuchar a Juanito leventarse a cerrar el balcón, y en repetidas veces, lo siento despertarse. Hablamos susurrando durante unos segundos y volvemos a acurrucarnos para intentar dormir. La noche es terrible, y a sus "joe, compae" yo respondo con "hola hola hola", cada vez que la corriente golpea los cristales y hace temblar la puerta. En una de esas microconversaciones le cuento al Compae que he soñado con que íbamos todos a la inauguración de una boca de metro y que nos regalaban bollos de pan a todos... mi cabeza es indescifrable.

A la mañana siguiente, ya lunes, nos levantamos a la una de la tarde, y sólo estamos Juanito, Laura y yo (vaya tres). Sergio y Emi avisan que vienen dentro de un rato, y los demás están comprando un regalito para Chema por Fuencarral. Desayunamos tranquilos, nos seguimos riendo como si este viaje fuese a durar para siempre, porque en cierto modo ninguno deseamos que acabe. Llegan los demás y comemos macarrones con tomate en el piso, comida baratita anticrisis. Por la tarde, primera ronda de llantos: se va Sevilla y por una vez soy yo el que está en el andén despidiéndolos. Qué pena más grande, es el principio del fin.

Fieles a romper la rutina, tomamos café Sergio, Emi y yo en el 100 montaditos, donde están Ale, Juan y Rosa. Allí por fin hablamos del tema que me trae loco. El 'lado oscuro' sale a reducir y me enzarzo en una discusión que por primera vez, puede que vaya a alguna parte. Emi, como buena granaína, se da por aludida y se defiende. Bien saben la concepción que tengo de ellos, lo que pasó en Graná y mi rotundo cambio de postura. Es hora de que las críticas sirvan de algo y no sean el deporte nacional. De todas formas, por lo visto soy especialista en escribir aquí y que los que no se tienen que dar por aludidos, crean que va por ellos, así que perdón de antemano y el que tenga oídos para oír, que oiga.

De repente se plantea la posibilidad de un lado gris clarito, en el que las críticas surten efecto porque ayudan a solucionar problemas planteados. Así sí. Es la conversación que tenemos en el balcón Emi y yo a la interperie mientras Robina cocina una magnífica cena a base de crepes. Se va uniendo gente, y conforme más charlamos, más tranquilo estoy.

La cena, en la que estamos Santi, Cris, Juanito, Robina, Emi, Sergio y yo, es probablemente uno de los momentos más divertidos del fin de semana. Huele a despedida, y algunos compiten por ver a quien le cabe el bocado más grande en la boca.. pero es que algunos son verdaderos tiburones. La cena es una pasada y en el aire flota una complicidad muy bonita, otro momento cómodo para la lista.

Los granaínos se van a las 5 de la mañana, y ponemos las alarmas. El piso se vacía y quedamos sólo Juan y yo. Cada vez se me encoge más el corazón. Tanta despedida no puede ser buena. Nos tomamos una copa en la cama y charlamos. Las cosas están mejor de lo que pintaban, y hay que pensar que se van a arreglar. Avanzamos a la velocidad del trueno, y charlamos sobre la bipolaridad y otros demonios que nos poseen de vez en cuando. El sueño nos puede y siento cómo se me va clavando la espinita en el alma, temiendo el desenlace.

Suena el despertador, y en la oscuridad de la madrugada me levanto para ver si puedo ofrecerle algo a Juanito. El murmullo se apodera de cada una de las habitaciones: el momento se acerca. Oigo el rodar de una maleta y sigo a mi último compañero por el pasillo. Se me ocurren cientos de cosas que decir, cien gracias que dar, cien motivos para llorar y para tener que evitar esta penúltima despedida. Pero de mi boca apenas sale nada, porque no puedo decir nada. La puerta se cierra como una losa y me siento tan solo... El silencio es terrible, ya no hay respiraciones en la noche de apacibles sueños, ni ruido de cubiertos y olor de café de desayuno, ni risas, ni taconeos... Sólo quedo yo.

Me tumbo en la cama y no duermo. Me pongo a pensar. En el aire puro que representa para mí este viaje, en la serie de maravillosas situaciones que se han dado en esta ciudad del encanto y la magia. Unos vinieron con el sueño de un futuro utópico y se enfrentaron a él, otros a reencontrarse con el amor que vive del teléfono y el mail, el amor de la voz y los recuerdos, otros a demostrarse a sí mismos que la vida es más que rutina y trabajo, otros a dejarse llevar por la alegría, a abrazar a los amigos que se perdieron en el camino de la nostalgia. Algunos se dejaron allí el dinero que poseían porque sabían que el viaje sería un éxito. La mayoría de ellos no perdieron la esperanza, ni la ilusión, ni la sonrisa, porque cuando se pisa la Estación del Sur, o el andén de Atocha, o las profundas naves de Barajas, todo cambia. Unos llegaron a comerse el mundo y se lo comieron, otros dejaron el plato fuerte para el día de mañana. El piso se llenó de vida a todas horas y el sol de Madrid nunca calentó tanto. Ninguno de nosotros nos sentimos extranjeros en una ciudad que nos llena de vida, tanto a los que somos ya veteranos, como a los que la visitan por primera vez.

El piso ya estaba vacío. Madrid había terminado, y yo no podía hacer otra cosa que echar de menos y mandar mensajes desde el tren. Qué pena, Dios mío. Como decía Belén, a pesar de los kilómetros cada vez siento que estáis más cerca, sea mirando al norte, al este o a mi alrededor. Otra crónica para la lista. Y que satisfacción poder narrar todo lo vivido...

Capitulo II_ Cómo desenterrar recuerdos y resucitar sueños en la noche de los muertos

Amanece un nuevo día. Me voy para mi segundo y tercer exámen y en la casa sólo se oye la fantástica orquesta de las respiraciones al dormir. Me voy en silencio. Sergio, genial anfitrión donde los haya, me lleva después de haber dormido sólo dos horitas, a la facultad de Informática de la UAM. Hoy tengo redacción y actualidad, y mis apuntes del caso Gürtel no hay quien me los quite de debajo del brazo.

Pleno. La trama del PP aparece en el tema de redacción, y me pongo a ello. Detrás mío, algunos repetidores intentan amedrentar a los novatos. Quizá estén cansados de intentarlo y necesitan eliminar competencia. Yo a lo mío, destripando al PP todo lo que puedo. Tras los exámenes, de nuevo el Cercanías, 50 minutos de túneles subterráneos hasta Alonso Martínez, donde residimos. Estoy deseando llegar a casa después de mis tres horas de sueño y mis cuatro horas de exámenes.

Todos esperan a que llegue con las barrigas rugiendo, porque nos vamos a comer al centro. En la puerta del Sol quedamos con Cris y David, y me bombardean a preguntas de las del test de actualidad mientras decidimos dónde comemos. De repente nos sale la brillante idea de ir al Museo del Jamón (la Isa al principio piensa que es un supermercado), y encima no nos conformamos con la barra, sino que nos sentamos en el comedor. Nosotros, que no queremos gastarnos la vida en un almuerzo, al ver la carta nos mordemos el labio pensando qué hacer. Juanito se indigna porque todos los platos combinados llevan consomé, y Candy y Sara piden comida a medias como dos tortolitos. De repente, la camarera nos da una idea: nos trae una cesta con bollos de pan, y nos volvemos ingeniosos de repente. Isa, Laura, Juan y yo pedimos una ración de jamón y queso, le rateamos el tomate a los de la élite (Mary Jane, David y Cris), que han pedido platos combinados, y le echamos un chorreón de aceite. ¡Por dos euros tenemos un magnífico bocadillo!

De allí a hacer miniturismo, porque la Poyatos y yo buscamos desesperadamente una cafetería en la que no nos cobren agua hervida a precio de oro. Tras la Plaza Mayor, en la calle también Mayor, nos quedamos Juan, ella y yo (en muchas ocasiones nos quedaremos los tres) a tomarnos un cafelillo mientras los demás visitan el Palacio Real ("si ahi ya no viven los reyes, ¿pa qué vamos a ir?"). Nos sentamos en una mesa pequeñita de 2, y se nos van los minutos y las horas ante la taza de café. El bar está casi en silencio, excepto por la camarera, a la que no paran de caérsele cosas. De hecho, se le cae una rebanada de pan al suelo y la carta detrás de Laura, y la Poyatos empieza a ver conspiraciones de robo como las del móvil de Mari Ro. 3 horas muertas pero tremendamente cómodas y agradables en las que llega Ale. Ya la había visto en anteriores ocasiones, pero por fin ahora ha dejado las prisas a un lado y se sienta con nosotros. La Poyatos se levanta a hablar por teléfono, y me quedo de violinista oficial del reino. Ale no quiere darme mi gato, Whisky, que me prometió por internet, y me indigno mucho. En plena discusión, suena el móvil. Pulido se monta solo por primera vez en el metro (¿ese medio de transporte proletario?) y busca la manera de llegar hasta nosotros. Dice que el Valle de los Caídos le ha decpecionado. Gracias a Dios no es el mismo al que conocí hace años, quién le ha visto y quién le ve. Ale intenta indicarle para que no se pierda, pero nos tememos que no servirá de nada.

Salimos de allí muy a nuestro pesar. El Madrid comienza en el televisor del bar justo cuando salimos por la puerta, pero hemos quedado en la puerta de la Almudena con los demás sevillanitos, Emi, Sergio, Belén y Álvaro. Belén me llama porque no sabe dónde estamos, por lo que me pongo a indicarle. La pobre le da toda la vuelta en redondo al Palacio Real hasta que nos encuentra en la misma puerta. Dicen de ir al Templo de Debod, mientras Juanito y Ale se pierden a las puertas de los Jardines de Sabatini. Es el momento de continuar hasta el templo. Cuando llegamos, Isa está profundamente decepcionada: se esperaba una pirámide colosal y se encuentra con lo que debía de ser la ermita del Rocío de los egipcios. Nos intentamos hacer una foto para el recuerdo, y le pedimos a un híbrido mujer-hombre (a los guiris a veces cuesta identificarlos) que nos haga un fotón, para lo que tarda alrededor de 5 minutos (Laura temía ya otro robo).

Suena el teléfono mientras miramos desde el mirador: Pulido de nuevo, que se ha perdido. El de Sergio suena al mismo tiempo: Juanito y Ale preguntan dónde estamos. Suena también el de Laura: su madre quiere recibir el parte del día. De repente parecemos un anuncio de Vodafone. Cogemos dirección Plaza de España, donde Pulido aguarda. Decidimos cenar por Bilbao, porque ya es nuestra zona y así podemos arreglarnos con tranquilidad, y porque así nos coge más cerca para ir al cumple de Íñigo, que es esa misma noche de Halloween en un bar cercano. Hablamos de la cercana entrevista y empiezo a ponerme nervioso: no se me da demasiado bien el trato directo con las personas, soy más de escribir...

Vamos llegando en el metro, y paramos en el Eroski a comprar provisiones alcohólicas para la noche. Nos vuelve a tocar la cajera lentita del viernes, y encima nos quiere endosar Cacique de ricos. Pasamos de ella y nos acercamos a nuestro Chino (desde ahora) habitual (este barrio tiene de todo, quiero vivir alli!!!).

Haremos botellón en el mismo sitio del día anterior, pero antes cenamos en el Vips. Mi grupo de cena (aunque estemos todos sentados en una sola mesa es inevitable que se fraccionen los grupos) me encanta: Anita del Palacio, Pulido (que ha conseguido llegar), Juanito, Laura, Sara y Belén. Lo primero que hacemos es cantarle el cumpleaños feliz a Belencita, lo que luego derivará en una brutal carcajada que nos pondrá en el punto de mira de todo el restaurante. Juanito le hace por la calle a Laura y a Pulido un book romántico para seguir alimentando el rumor.

La noche a partir de ese momento alterna los sinsabores con las alegrías. Idas y venidas, Pulido que se pota en el zapato y se va a casa antes de medianoche, Juanito que busca y encuentra a Ale, que la pobre está un poco perjudicada y necesita un hermano mayor que la cuide, las llaves del piso que van de mano en mano, y algunas conversaciones se vuelven sórdidas.

Me siento en un poyete con Isa. Hace mucho que no hablamos, y nos sentamos para hacer un poco de balance de la situación, del viaje, de la noche. Muy a nuestro pesar nos ponemos serios, nos rayamos y nos da por pensar. Qué poquito nos hemos visto desde que empezó el curso... Pero Mari Ro y Sara nos alegran la noche, con su media papa de tinto de verano, y la cosa va a mejor. Al momento aparece Íñigo: le hemos hecho un feo gordo, al final el del cumple ha tenido que venir a buscarnos en lugar de nosotros a él. Perdona rockerito...

Nos marchamos camino de La Siesta, un sitio en el que no te ponen el sello, sino que te lo tatuan. Cuando vamos llegando, nos damos cuenta de que somos 5, Juanito aún sigue con Ale. Pero me llama, y dice que ya viene para donde estamos. Volvemos a ser Friends. La verdad es que La Siesta estuvo muy bien, pero el calor nos agotó demasiado pronto, y salimos sudando a la calle, para pasar allí la otra mitad de la noche. El sueño me puede, y necesito acostarme. Esta vez, al contrario que el viernes, nadie lo duda, y se vienen todos conmigo, menos la Poyatos que, como siempre, se queda 10 minutos más dándolo todo.

De camino al piso, todo sigue bien, aunque con un poco de frío. Al llegar nos ponemos el atuendo de dormir y directos a la cama de cabeza. No me da tiempo ni a pensármelo. Al llegar están todos dormiditos. Miro por el balcón y siento que al fin puedo dormir, que estoy al límite. Vuelvo a escuchar las respiraciones de los que empiezan a dormir. Aún no sabía la noche que me esperaba, pero el día había sido duro por muchos aspectos y sólo quería dormir. Escucho a las niñas despiertas, pero no nos importa, y veo a Candy darle un manotazo a la puerta para no oírlas. El silencio y la noche me cierran los ojos. Mañana será otro día.

Capitulo I_ Con una sonrisa puesta, vuelvo a Madrid

De nuevo Madrid. El eterno retorno a la ciudad que me intimida más que ninguna. Pasan los años y sigo aspirando a formar parte de ella, pero sin tener el coraje suficiente para enfrentarme a su dimensión grandiosa.

Nada más llegar, me recogen en coche los dos personajes más pintorescos que han dado PS y Félix Boix. Sergio y Santi me van poniendo al día con una hiperactividad inusitada de todo lo que se cuece en la ciudad. Sin más dilación y tras varios trompos por Colón, enfilamos Génova hasta que paramos directamente en la puerta del Santuario. El PS es grandioso, la torre no deja indiferente a nadie y denota que nos hallamos en la parroquia más pija de España le pese a quien le pese.

Aunque no sé de qué me extraño, la polémica me persigue y nada más llegar, movidas en el PS a la salida de la oración. Yo, el único sevillano en 20 metros a la redonda mínimo (la parrado ya es madrillana), me encuentro descolocado y de nuevo inmerso en la polémica. Está claro que en todas las parroquias redentoristas cuecen habas, y no hay manera de remediarlo. Sigo con mi propósito de dejar aparte el "lado oscuro", asique lo único que me pasa por la cabeza es, como a mi vuelta de Granada, poner todo de mi parte para que no suceda algo así en Sevilla. Al final me como un marrón que ni me toca ni me va ni me viene, y descubro que hay gente que prefiere no abrir la bandeja del correo cuando no le interesa, pero sirve de catarsis para que los demás días me tome la visita con muuuucha filosofía.

Al alba de la siguiente mañana, una vez olvidada la amenaza del fantasma de Aurora en el piso, recibo el primer mensajito. Osama, Mary Jane, Sergio... me escriben para desearme suerte en el primer exámen que me acecha en la Autónoma. Suena el teléfono mientras me visto: Andriu me llama para despertarme. Me asomo al precioso balcón desde el que veo la boca de metro de Bilbao, y veo el coche de Andresín en la puerta. Bajo las escaleras lo más deprisa que puedo, y sólo puede salirme una sonrisa: ¿quién dijo que las amistades de los espinos no duran?. Me monto en el coche y nos ponemos al día. Sabe a lo que voy y a lo mejor espera que se lo pida, pero no se lo he pedido nunca y no lo haré ahora: las relaciones van mejor así.

Recorro Madrid a las nueve de la mañana con la luz preciosa del sol en la meseta brillando en los edificios. Llego al exámen y me doy cuenta de que mi examinadora habla español peor que yo turco... eso para una profesora de idiomas no es muy buena señal...Termino el exámen y todo es apocalíptico, la gente se quiere ir del master, tirarse a las vías del Cercanías... ha sido bastante difícil. A la salida que mejor técnica de estudio que irme con Andriu a su facultad y que me enseñe... la cafetería! Nos tomamos una cervecita y unas bravas, y me emociona recordar que hace ya 5 años que nos conocemos. Lo dejo en la facultad, ya es todo un gentleman y acude a todas sus clases con entusiasmo. Sergio me espera en los madriles para ir a recoger a Laura y Mari Ro, que llegan a las 3. La Poyatos se pierde en la estación y juega al laberinto con las puertas de la Estación del Sur. Parece que se está quedando conmigo, cuando nos encontramos a Pulido (costalerito, trianero o miarma pa los amigos), que va con sus gafas Carrera fardando a Aluche ( a él siempre le gustó el riesgo).

Nos vamos todos a comer. En el Burger King, Laura mosquea al tío de la barra después de cambiar 25743 veces de tipo de menú. De este almuerzo nace "Aurorito", el cangrejo de Bob Esponja que será la mascota del piso hasta que nos vayamos. El muñeco es un inútil: sólo mueve los brazos parriba y pabajo, pero mola.

Atención porque aqui empieza el relato de acción más emocionante del viaje: Mari Ro detecta una presencia extraña junto a su mochila, y ve como un morito se levanta y se va hacia la puerta. Inmediatamente, con su intuición arácnida, revisa su mochila, y me susurra "me han robado el móvil". Yo me quedo como un pasmarote, y me pienso que se le ha subido la coca cola a la cabeza. Vuelve a repetir "el hombre que va hacia la puerta, que me ha robado el móvil". Sergio se levanta sin poder creer que Mary Jane sea una superwoman y tenga la sangre de hielo, pero efectivamente. El morito se agobia, y le da el móvil mientras se va hablando solo, como quien no quiere la cosa. A todo esto, la Poyatos a su rollo revisando su bolso a ver si le han robado algo.

Tanta tensión merece un descanso y nos vamos al piso, donde nos deleitamos con el griterío de la risa de Belén, aniquilando los muros de cartón del piso y taladrando los oídos de los vecinos. Álvaro, resignado, la mira desde un rinconcillo moviendo la cabeza. Llegan mi compae de mi alma con la niña de los ojos como océanos, y de nuevo la sonrisa que no se me quita de la cara. Las cosas a veces son más complicadas de lo que parecen, y de repente te encuentras con algo que no te esperabas, pero ¿para qué estamos, si no es para dar un abrazo, recibir las emociones con el pecho descubierto, con el peligro de salir herido?. Alegría tras alegría, las piececitas del puzzle van montando este piso de la serie Friends que nos hemos agenciado. Por unos días, los tres chicos y las tres chicas de la serie se pondrán a prueba en unos jóvenes de carne y hueso que prometen. Llegan los últimos para la cena. Candy e Isa aparecen y ya está todo completo. Empieza realmente Madrid.

La fiesta de Kiran es esa noche, y compramos el botellón en nuestra tienda de confianza: el Eroski. La mujer de la caja tarda un mes y medio en cobrarnos, porque la pobrecita da pa lo justo, y tras comprar provisiones pa desayuno y almuerzos varios, nos vamos para lo que a partir de ahora será "casa".

Salimos a darlo todo: en la calle encuentro al espíritu más libre y tierno que he conocido nunca, y al que echaba de menos. Sarita es la señal más clara de que Chamberí para mi forma parte de un sueño que lleva prolongándose demasiado tiempo. Nos marchamos al Daily para el macrocumple. Vamos con nuestras mejores galas a darlo todo, a disfrutar de la noche, pero sé que, como Cenicienta, mi sueño se acaba a las 3 de la mañana, tras repetidas caritas de pena. Recuerdo una grandísima frase de Isa en este caso: "Anda que, ha sido venir Juanito a ronearte un poquito y ya no te vas, ¿no?". Quienes me conozcan sabrán que es sencillo como la vida misma hacer que me quede o que me tome una cervea más. A Dios se le olvidó darme inmunidad a las peticiones y proposiciones de juerga...

Como tengo que irme al piso y llevarme la llave, Juan me acompaña para traérsela de vuelta. Llegamos y nos llaman: los demás vienen en camino, la discoteca está muriendo lentamente, y se vienen a dormir, menos Laura que, aunque tiene el pie liao en papel higiénico y sangrando por un corte que se ha hecho, sigue dando calabazas a los amigos que el Kiran le presenta. Mientras esperamos, hablo con Juan, una de mis partes favoritas de los últimos viajes. Me explica la "Teoría del Prositivismo". Sí, sí, prositivismo, no está mal escrito. Se basa en que el positivismo te lleva a los buenos pensamientos, y el prefijo pro- implica una fortuna o ventaja, por lo que ser prositivo es ser doblemente optimista. Me fascina y me lo quedo: a partir de ahora también seré prositivo.

Un mensaje corta la conversación: Laura sigue queriendo fiesta y dice que Juan vaya a la discoteca. Se pone en marcha después de bostezar como un niño chico con la llave en la mano. Al momento llegan los demás, y nos ponemos de charlita en el "salón de la mesa redonda". Cuando me estoy acostando, sobre las 5, no me da tiempo a meterme en el saco, cuando llega la del dedo cortado y el compae. Nos acostamos a las tantas... verás mañana el exámen. Que gran noche: los tristes han olvidado sus preocupaciones, los decepcionados han vuelto a ser prositivos, los silenciosos han liado la traca y los que pensaban que este viaje no funcionaría van a tragarse sus palabras... y es sólo el principio.