jueves, 3 de diciembre de 2009

La ciudad más bonita del mundo


Me llega uno de los cientos de eventos que circulan incansables por el tuenti. La verdad es que me llama la atención, ya que me lo manda un granaíno y dice en su lema "vota por Granada como la ciudad más bonita". Intrigado, entro y leo la descripción del evento. Resulta que piden como si les fuera la vida en ello que voten a Granada en una encuesta con una labor tan concreta como elegir la ciudad más hermosa de España. Pero lo que me intriga aún más es que hablan de que Sevilla está la primera en el ránking, y que Granada tiene que estar la primera. Absorto, me quedo pensando por qué un granaíno manda a un sevillano una invitación a enterrar a su ciudad natal. No lo comprendo, y por ello pongo un comentario en el tablón de manera inocente.

Cierto es que Sevilla no es la ciudad perfecta, pero los lazos emocionales que me unen a ella la hacen para mi la ciudad más hermosa del mundo. Evidentemente, me encanta Granada, y Madrid, y Londres, y Roma... pero Sevilla es una urbe en la que confluyen niveles de belleza bastante altos, armonía, riqueza artística y un clima que acompaña.

Prosigo, y comienzo a leer los comentarios que siguen al mío, y en ellos noto un odio feroz hacia Sevilla y, en especial, hacia los sevillanos. He de admitir que me duele: yo adoro Granada. Los granaínos que comentan (no todos) se ceban con una ciudad que no les ha hecho nada. Uno con nombre de yonqui desalmado (para criticar sí que nos ponemos nombres falsos en las redes sociales) justifica el odio a mi ciudad remontándose a la época de Fernando III y explicando cómo el rey taifa de Sevilla intentó aliarse con un homónimo de Marruecos para ocupar el reino nazarí. Si me hubiera cogido en un buen día, diría que es envidia, que no pasa nada... pero es que tanta imbecilidad me supera.

O sea... no somos capaces de estudiarnos dos siglos de Historia para selectividad, pero ahora no nos importa remontarnos a la Edad Media simplemente para hacer daño o para justificar nuestras gilipolleces. Es como si los latinos siguieran cabreados con nosotros por la evangelización del Nuevo Mundo, o los alemanes le guardaran rencor a los rusos por lo del Muro de Berlín. Ridículo. El mundo sigue, los siglos avanzan, y las gentes cambian. Es una tremenda gilipollez y una muestra de ausencia de inteligencia odiar a los tataratataranietos de Don Pelayo o de Hitler por lo que hicieron. ¿Nuestra incultura es la bandera que esgrimimos para defendernos? ¿Es nuestra aspiración del día de mañana ser máquinas de una cadena de montaje: perfectas en la ejecución de una sola cosa pero inútiles e incapaces de pensar por nosotros mismos? ¿Nos vale cualquier argumento para dañar al que está enfrente?

¿Tiene sentido esta pelea? Me parece una de las más soberbias estupideces que en un mundo cada vez más globalizado, pretendamos separarnos cada vez más acentuando nuestras diferencias en lugar de las cosas que nos unen. A los andaluces, orientales y occidentales, nos unen la gastronomía, el arte, el mudéjar como estilo, la herencia de los patios frondosos de macetas que cuelgan y fuentes que cantan en la sombra de un claustro. Nuestro cante suena a todos los palos posibles del flamenco, en música tenemos nuestra propia escala, internacional por los siglos de los siglos, fue hogar y patria del destierro de poetas de todas las épocas, de ella salieron las más hermosas historias y, allá donde vayas, a España se la identifica con las raíce de la cultura andaluza. Fueron los mismos romanos los que inundaron la Bética de sus templos y calzadas, igual de enamorados de la tierra estaban los árabes que levantaron la Alhambra, la Giralda, la Mezquita de Córdoba o la Alcazaba malagueña; Lorca no entendió de distinciones cuando le cantaba a Sevilla, a la ciudad califal o a la Graná de sus amores. ¿Qué sentido tiene ignorar 30 siglos de Historia sólo por resaltar una anécdota? Gente como el yonqui desalmado son los que hacen que, más allá de Despeñaperros, sólo se hable de nuestros tópicos y de nuestros rencores internos. ¡Cómo nos echamos tierra sobre nuestro propio tejado!

Así que esta entrada va dedicada a todos aquellos granaínos, cordobeses, madrileños, londinenses, neoyorquinos, pekineses y demás gentilicios de la Tierra que se dedican a crear más fronteras (sólo a ellos) y que son muestra de que hay personas que no deberían ni siquiera tener derecho a abrir la boca. Para todos aquellos que ni siquiera han pisado el valle del Guadalquivir pero hablan con "absoluto conocimiento" de nuestras miserias, decirles que son el reflejo de una sociedad cada vez más ignorante, huraña, déspota y desequilibrada. Una parte de la sociedad que pronto se extiguirá por su propia mano, porque la forman seres carentes de lógica vestidos de palabrería pesante y vacía.

A todos aquellos que quieran seguir votando en la encuesta y creyéndose más demócratas por ello, adelante. Pero que sepan que los compadezco, porque los que pretenden separar a los pueblos son los culpables de aniquilar su identidad cultural, y con ella, la verdad sobre quiénes somos. Como comprenderéis, no he votado en esa encuesta creada por un 'freak': ya hay mucho borrego suelto dispuesto a pisotear al hermano porque sí para sentirse un poco menos atrapado en la maraña del siglo XXI.

Al fin y al cabo, en la vigésima conmemoración de la caída del Muro de Berlín, ¿qué importa lo que nos une como hermanos, si podemos levantar nuevas barreras que nos hagan olvidar que el que un día fue amigo ahora es sólo un extraño al que damos la espalda?

1 comentario:

Álvaro Méndez dijo...

CHAPÓ! OLE OLE Y OLE!

No te has dejado nada! Enhorabuena, me ha encantado tu entrada.

Por cierto , el grupo parlamentario de siempre quiere que restauremos la memoria histórica (o histérica) de los moriscos expulsados... en fin. Gilipolleces varias.

Al igual que tú, yo también abogo por señalar lo que nos une en vez de lo que nos diferencia.

Un abrazo crack!