lunes, 17 de diciembre de 2012

Carta a mis granaínos



17 de diciembre de 2012, Sevilla


Hermanos:

Se acabó otro viaje, y ya os escribo desde mi Sevilla, esa tierra que gracias a Dios es también vuestra casa desde hace unos meses, aunque pienso que lo ha sido siempre.

Acabó la aventura, esta vez con excusa laboral y en solitario. Se acabó vivir en la gloria granaína, que tiene sus matices respecto a mi gloria sevillana. Os escribo mientras escucho la marcha Hosanna in excelsis que me descubrió Quique hace unas semanas, porque pienso que es la música con la que mejor puedo escribir estas líneas. 

Lo primero que quiero deciros es que conforme avanzan nuestras visitas lo extraordinario ha dejado de atraerme. Entended lo extraordinario como aquello de visitar monumentos, lo de ir de tapas a sitios nuevos, la actividad cultural... Después de subir tantas veces a la Alhambra -ese palacio que nunca se ha visto demasiadas veces-, he empezado a creer que no necesito eso. Que me vale con compartir una siesta, con comer en familia en casa, con echaros una mano sirviendo una cena a 300 desconocidos... Y que no me importa irme con vosotros de convivencia si hace falta, ni estar presente en vuestros grupos, ni ayudaros a coger ideas para una catequesis. Que no me cuesta trabajo acompañaros a comprar lo que haga falta, ni ayudaros en una prueba de la gymkhana, ni me importa levantarme a las ocho de la mañana un domingo. Porque lo realmente extraordinario es que no me siento un forastero, que este fin de semana me he sentido uno más. Que no ha hecho falta que estuviérais pendientes de mí, porque ya no soy un invitado. Que ya no soy un extraño. O al menos así me siento yo.

Este fin de semana ha sido como estar dentro de vuestro circuito, dentro de vuestras vidas reales, y no de esas vidas excepcionales y en cierto modo protocolarias de cuando íbamos de visita. Este fin de semana ha sido en familia, olvidándonos de lo turístico, de lo curioso, de lo excepcionalmente cortés. Hemos sido como somos, como somos cada día, y nos ha ido más que bien.

Quique, gracias por darme un techo, una cama en tu cuarto, a pesar de que creí que llegaba en el peor momento posible. Ana me dijo una de las frases más bonitas que me han dicho en mis 26 años de vida y entendí que estaba allí por algo, aunque yo no fuera consciente. No desesperes, hermano. La vida nos da mazazos inexplicables de vez en cuando, no sé si para darnos un toque de atención o para probar nuestra fuerza. Tú tienes más que suficiente, Rafa y yo no nos cansamos de decirte que creemos en ti, y es porque lo sentimos de verdad. Cada vez que se te plantea un reto, saber salir de él. Y con esto no va a ser diferente. Como decía más arriba, da igual las charlas que queden pendientes, porque esto ha dejado de ser extraordinario. Cuando hay sueño, hay que dormir, y cuando hay que estar montando una convivencia o estudiando, es porque es lo que hay que hacer. No se para el mundo porque yo vaya. Y en eso consiste también convivir en familia, como me he sentido este fin de semana. Tampoco yo quise apartarte de mi vida normal, y por eso quería llevarte conmigo al Albaicín a que me vieras en acción, en parte para que entendieras que mi trabajo es más hermoso de lo que se pueda imaginar, y porque quería compartir contigo un momento mágico que acabaron siendo dos horas únicas. Y creo que lo conseguimos. Sigue adelante Quique, con esas ganas que le pones a todo lo que haces, sin perder la sonrisa. Sigo creyendo en ti, quizá cada vez más. Dale duro, que puedes. Palabra de decano.

A ti Jose, sobre todo tengo que decirte que me gusta tu alegría, esa nueva y que para mi es más de verdad. No la de la eterna sonrisa que esconde más de lo que enseña, sino la que me muestra momentos mejores y peores. Que todos somos humanos y tenemos días mejores y peores, que todos estamos cansados en algún momento y tenemos ganas de apuñalar en otros. Que la vida es así. No te dejes llevar por los que cargan todo el peso de los Reden a tus espaldas. Claro que los coordinadores estamos ahí para sacar las ruedas del carro del barro, para intentar arreglar lo que nadie tiene tiempo para arreglar, pero no puedes cargar con todo eso. La vida es la vida, y va mucho más allá de los muros del despacho. Sigue con ese entusiasmo voraz, pero delega también. Muchas veces es mejor enseñar a los demás a superar los momentos de crisis solos, aunque tú estés siempre pendiente por si se les va de las manos. Delega, reparte, quítate peso, pero no pierdas esa iniciativa que te hace único.

Aunque me has dado por saco, porque sabes que lo das, porque es parte de tu encanto, creo que tienes un lado que no había descubierto aún, Jesús. Has sido mi anfitrión y, a pesar de que tu hermano te gana en responsabilidad y te lleva la ventaja de lo que he vivido con él, te estás ganando un hueco en el corazón del decanito. Eso seguro. Igual que Ricardo, que yo soy el decano de nombre y poco más, que no hace falta que me hagas la pelota, miarma. Que no hace falta. Que ya me tienes ganao, y no hace falta que te sigas esforzando, aunque sé que te sale solo.

Rubia, solo dos fotos, pero para mí valen un mundo. En serio. Me has dicho que he sido uno más, y hoy en el autobús de vuelta creo que lo he comprendido del todo. He vivido lo mismo que vosotros, y cómo has dicho, no ha hecho falta vigilarme. Que ya somos mayorcitos para saber que la vida sigue aunque alguien venga de viaje. Yo he trabajado y tú también, y la vida es así. Un cúmulo de obligaciones entre las que asoman momentos de verdadera ilusión y recuerdos.Y eso ha sido este fin de semana. No hay más. Y por eso ha sido nada extraordinario y totalmente extraordinario al mismo tiempo. Que me habéis abierto las puertas, las ventanas y todo lo que ha hecho falta. Escaleras arriba y abajo cargados de platos, esperando niños en la plaza de la catedral o comiendo con ancianitos -y recibiendo un bofetón de realidad, como dice Jose- como uno más. 

Y a los demás, qué deciros. Que aunque Pablo sea el fucker virtual del santuario, sigue teniendo la sonrisa y la ilusión de un niño siempre presente. No la pierdas nunca, porque a cualquiera le devuelves la vida con ella. Y Ángel, que no te creas que tengo las respuestas a las preguntas difíciles, que como le he dicho a Ricardo, lo de decano es más por edad que por otra cosa. Tú te vales más que solo para conseguir lo que quieras, y lo has demostrado esta tarde misma. Sigo riéndome lo mismo contigo, y eso es algo que no estoy dispuesto a perder ni sacrificar.

Y después de esta parrafada infernal, y quizá creáis que innecesaria, deciros que perdonad si algunas veces he sido más un estorbo que una ayuda. Que sé que he ido en el peor de los fines de semana posibles, pero que creo que todo ha salido más que bien. Aunque esté completamente reventado y os escriba esto entre bostezos. Y deciros de nuevo gracias mil veces, que me habéis dejado compartir vuestra vida, la de verdad. La de las obligaciones y los follones, la de los estudios y los trabajos. La vida real. Y cuando uno se siente uno más es la mejor señal posible, porque significa que ha dejado de ser excepcional para ser cotidiano.

Gracias por convertir un improvisado viaje de trabajo en una estancia en familia. Para lo que queráis, en Sevilla tenéis vuestra casa, ya lo sabéis. Ya os echo de menos, y solo acabo de irme. 

Hasta pronto y cuidaros mucho!

Miguelito

lunes, 3 de diciembre de 2012

Contradiciendo a la burbuja

Nos hemos llevado años adoctrinando a nuestros niños: "Cuando vayáis al Espino, no os emocionéis. Aquello es una burbuja, una situación irreal. Al regresar a vuestras ciudades de origen las amistades que parecían eternas y lo allí vivido se quedará con toda probabilidad entre los muros del monasterio". Y una vez alcanzado el decanato, cuando era lógico pensar que la profecía se cumpliría de nuevo, llega la sorpresa.

Esta historia comienza hace tres semanas. El regreso de Valencia con una espinita clavada, sin tiempo a recuperarnos, nos llevó en volandas a un nuevo proyecto. El más ambicioso, el más agotador de los que los chicos del coro se habían planteado hasta ahora. ¿Quién dijo que los cuentos eran tarea fácil? Pudimos soñar que podíamos respirar bajo el mar o imaginar que el simple hecho de poner la mesa podía convertirse en una gran cabalgata de derroche imaginativo. Pero no fue sencillo. Semanas ensayando día tras día, a pesar de que el flautista de Hamelín nos intentaba llevar siempre por buen camino y la hormiga reina trabajaba incansable cuadrando horarios y haciendo cuadrantes para que la enorme tela del concierto se fuera tejiendo poco a poco. Semanas en las que, poco a poco, como siempre pasa en estas cosas, nos fuimos transformando hasta convertirnos en "alguien que solíamos conocer". Que entre bambalinas, muchas veces, hay que callar y morderse la lengua, que la procesión, aunque hermosa, siempre va por dentro.

Pedíamos al reloj que detuviese su camino mientras los cocos marcaban el tic tac y nos acercaban al viernes del estreno, y cada vez veíamos más claro que la tortuga, ese lastre de la complejidad de las corales y de los disfraces, podía ganar a la liebre, esa desesperanza fanfarrona que se cernía sobre nosotros. Hasta que llegó 'El ciclo de la vida'. Y luego el concierto se fue deshaciendo, poco a poco, marchándose las tensiones, reforzándose los lazos ante un público entusiasmado, que se emocionó hasta al ver salir las servilletas dando saltitos en fila en 'Qué festín'. Y luego solo quedó la emoción, el derroche, la alegría, para terminar diciéndonos a nosotros mismos en aquel final de los Payasos de la tele que lo que acabábamos de hacer era "magistral y sensacional".


Y, volviendo a la burbuja, en la platea, sobre la moqueta (porque eso también lo hemos aprendido en el reino burgalés de la burbuja), estaban los que habían hecho kilómetros para venir a ver nuestro regalo solidario. Bien fuera desde Madrid o desde Graná, nos honraron con su presencia, a pesar de que los focos nos impidieron cantarles a la cara, ya que solo veíamos una espesa nube de cabecitas. Y después del éxito, nos tocó darles las gracias. Cada uno con los suyos, acogidos en nuestras propias casa, como familias que por unos días tienen un hermano más o, en el caso de Rafa, familia supernumerosa.

Nos tocaba devolverles la entrega, devolverles la ilusión que nos habían dado, los ánimos minutos antes de comenzar el concierto. Y volvimos a las charlas paseando por el centro, algunas postergadas durante meses y más que necesarias, a mirar a los ojos al Gran Poder, a la paz tras las puyas hirientes del proceso de construcción del concierto, volvimos a las noches de risas y nos unimos ante la adversidad (30 personas buscando un bolso robado hasta encontrarlo bajo un coche).

¿Momentos? Todos los del mundo. La vista hermosa desde el mirador de las Setas de la Encarnación, la vuelta a casa andando con los gritos de 'Decano' resonando por la calle San Fernando, los cigarritos que calientan la noche fría de la Calle Betis, el maratón de vídeos rumbo a Triana, las luces de Navidad, la historia del cinturón imperdible de Ile de France, la Catedral haciéndonos la cobra cuando intentábamos entrar, las 27 tapas de solomillo en la Tabernita, las buenas noches con nuevas voces en cada una de nuestras casas, los sandwiches en la cripta después del subidón, los abrazos del adiós...

¿Quién nos contó lo de la burbuja? ¿Quién nos hizo creer que aquello era inevitable? Hemos roto la maldición: no podemos vivir sin la burbuja, y por eso nos hemos propuesto mantenerla, haciéndola de cristal transparente para que no se rompa. Y a golpe de visita de este a oeste y de oeste a este, poco a poco vamos consagrando lo impredecible. Que Si tienes fe, puedes pegarle una patada a la desesperanza, que al fin y al cabo, 'Nostalgia' lleva dentro la palabra 'regreso', y eso solo puede significar que la mejor despedida es un 'Hasta luego'.

Creo que después de esta visita, de este fin de semana de concierto solidario en plan boda gitana -tres días de celebración-, nos queda sobre todo, algo más de concordia. Concordia por las conversaciones que tardaron meses en llegar y que al final han puesto los temas importantes sobre la mesa, concordia por la eterna promesa de venir a Sevilla que al final se cumple, concordia por haber escuchado al corazón pero también a la razón. Concordia porque estos momentos te hacen más fuerte, porque te llevan hasta los límites de la cordura para probar lo fuerte que eres. No puedes permitir que te ganen la partida. Parece que una vez más lo hemos superado, y el llevar nuestros cuerpos y mentes hasta el límite ha dado un fruto de 3.700 semillas de esperanza.

Hoy nos queda el vacío, la morriña y la vuelta a la realidad. Esa en la que los cuentos vienen en blanco y negro y se venden en los quioscos, en la que los finales felices hace tiempo ya que pasaron casi a mejor vida.  La realidad en la que los malos no se transforman con la fe, sino que siguen martilleando al que tiene ilusión. Que la ilusión no cotiza en bolsa ni vende en las televisiones. Pero que nos quiten los sueños, que eso sí que no pueden. Ya lo decía Chema en el concierto. Que los cuentos no viven en nuestros viejos libros, ni están hechos de papel y tinta, que los cuentos no se pueden destruir si seguimos creyendo en ellos y nos aferramos a la esperanza. Porque los cuentos, sean de los hermanos Grimm o nuestros propios sueños, viven en ti. Y eso es algo que ni la bestia más despiadada puede arrebatarte.