jueves, 15 de octubre de 2009

Leyenda no escrita


He de admitir que poseo una extraña, quizá ridícula fascinación, por los héroes malditos, los mitos de la cultura postcapitalista americana. Ya hace tiempo escribí sobre uno de los personajes cinematográficos que me han marcado. El efímero y decadente James Dean ya ocupó un espacio en este blog, por lo que representa, por esa vida representativa de lo que fue toda una generación incomprendida que dió lugar, precisamente a corrientes de contracultura y movimientos juveniles, jóvenes locos que escapan de su patria para tocar en cafés y salas oscuras de las dinámicas capitales europeas. El viejo continente reinventado de nuevo, centro e Ítaca cambiante de libertades cosmopolitas y cruces de caminos sin resolver. De esa generación inspirada por el "Rebelde sin causa", es heredero otro mito deslumbrante: Jeff Buckley.

Cantante californiano, estudió música en Los Ángeles, pero huyó del academicismo, quizá desencantado con encerrar la música en un plan de estudios en lugar de dejarla libre. Buckley era partidario, como muchos de sus contemporáneos, de apoyarse en la improvisación. Gozaba del intenso placer de tocar en un café medio derruído ante un público que no lo conoce de nada y al que nada le debe. Disfruta cuando, en medio de la interpretación, cierra los ojos para no ser infiel a su propia voz con lo que su vista le muestra. Ama, como un rockero antiguo, como aquel Dean incomprendido que no quiere terapia, sino que nadie le cuestione; el deambular, el aislarse en el campo para que sea el silencio el que haga brotar la música. El eterno dilema de la antítesis, de que del silencio más absoluto es del que brota la música más hermosa.

Jeff Buckley es una de esas personas a las que envidio profundamente. Una de esas personas a las que, sin duda, hubiese deseado conocer, escuchar en persona, sentado en una mesa mugrienta de un café de París, como aquel en el que el joven californiano debutó, en el que año antes había estado la mismísima Edith Piaf. Su voz es de las más prodigiosas, más de cuatro octavas y media, una garganta de una perfección sin igual y unos pulmones repletos de vida, de capacidad de conmover, que se reflejan en esos largos tenutos del final de su versión del 'Hallelujah' de Cohen, la mejor versión que nunca se ha hecho. La mejor que se hará. No es tan importante la canción en sí como los silencios, la respiración, la espera a que termine la guitarra, los murmullos, la tremenda humildad que refleja su actitud.

Un sólo disco llegó a grabar en su corta vida, 'Grace'. Con uno sólo bastó para convertirlo en leyenda. Una leyenda de esas con las que todos soñamos. Una leyenda que representa que la Música está en el interior del ser humano, que es un don innato. Un don que nos agita, que nos hace a veces entrar en trance, mirar de reojo y sonreír a aquel con el que compartimos una improvisación que no te enseñan entre los muros de un conservatorio, una música que de nuevo me reporta más pensamientos.

Dicen que a Jeff Buckley lo vieron sumergirse en un lago en plena tarde. Mucho buscaron su cuerpo, pero nunca apareció. Dejó este mundo con tan sólo 30 años, cuando medio planeta aplaudía sus primeras creaciones. Su legado aún pervive, como saben algunos locos como yo.

Las leyendas nunca mueren, pero nos recuerdan, siempre, que es posible volver a los orígenes, a la esencia, al alma. De ahí nacen las grandes ideas, y es donde las grandes pasiones se ven reflejadas, porque en los acordes no escritos y en los bocetos al carboncillo viven los espíritus cuando el agua del lago hace desaparecer la sombra efímera de la fama, siempre tan revestida de ornamentos que nos hacen olvidar lo realmente importante y lo que nos hace sentir bien.



2 comentarios:

José María Aguilar dijo...

Ey! No sabía que te gustara Jeff Buckley. Yo debo ser otro de esos locos que dices xD

Personalmente, coincido en que su versión del Hallelujah es magnífica, peeeeero, hace relativamente poco (unos cuantos muchos meses en realidad, como 8 o así xD) encontré otra versión que para mi la relegó de ese puesto. O al menos la comparte. Es la versión de Bon Jovi, que a mi me parece increible, con sus coros, la instrumentación (el piano....xD) el crescendo que hace a lo largo de toda la obra...no se, supongo que para gustos colores. Aunqeu la de Buckley tiene muy a su favor que es él solo, que deja a la guitarra hablar, y qeu la última parte sobre todo es extremadametne emotiva.

Pero no te perdono que hables de su disco Grace y no hables de otros temas inolvidables como "Love, you should've come over" o "Dream Brother". Muy mal xD

Unknown dijo...

Luis Madrona

Pues ya somos tres... me puedo tirar las horas muertas escuchando las grabaciones de cafés, que aún con un sonido poco depurado, conservan toda su genialidad... Sin duda, mi artista favorito. 1 abrazo!