Los nexos personales con determinadas personas son, a veces, complejos. Las relaciones son cuánto menos, demasiado diferentes entre sí como para poder aplicar unas normas generales que solucionen las problemáticas que vayan surgiendo. Precisamente eso es lo hermoso de la comunicación, de la convivencia, del compartir.
Conforme más gente conozco, la vida me demuestra que los seres a los que me acerco son tremendamente frágiles, inexactos y volátiles, en peligro de extinción, desheredados del mundo y de su dinamismo feroz. Muchos son los que me han iluminado últimamente, y os habréis dado cuenta si seguís las peripecias de este fervoroso bloguero, pero hoy haciendo balance con una vieja amiga, me he dado cuenta de que los hombres y mujeres que han construído este último curso de Periodismo han sido excepcionales. Es como si, sin que yo cayese en la cuenta, se hubiesen alineado los planetas, y las casualidades se hubiesen puesto de acuerdo para regalarme un año inolvidable lleno de compañeros para el futuro.
Alguien decía el otro día refiriéndose a la parroquia, que es como si a todos los personajes pintorescos del barrio nos hubiesen reunido y nos hubiesen encerrado entre esas cuatro paredes. En ese momento, pensé en nuestras rarezas, y valoré si era verdad. Y lo era. Seres raros, estrambóticos y peculiares repletos de maravillosos gestos atípicos. Alegría, euforia, hiperactividad, nobleza, timidez... todo eso y mucho más encerrado en frasquitos de distintos tamaños, colores y aromas, que se entremezclan y derraman los unos sobre los otros para construir nuevos perfumes sin perder su esencia. Frasquitos sin embargo frágiles, de un cristal muy fino que estalla cuando la deseperación le puede, pero que vuelve a recoger su líquido en otro recipiente para empezar de nuevo.
Así, frágiles como el cristal, han resultado ser esas personas prejuzgadas fuertes e indomables. El corazón, la esencia, no se parece a nada de lo que hay en esta sociedad estereotipada en la que todos huelen igual. Sus perfumes se han revestido de gloria, de una gloria silenciosa que les evita ser vanidosos, y cada día, en sus gestos simples y desinteresados, está el reflejo de la bondad. Sean de la edad que sean ellos no miran el carnet, ni se fijan en la ropa que llevas ni en cómo hablas, sino que descubren el pecho a quemarropa con la inocencia de creer que todos son tan sinceros como ellos. Y los hieren, a veces profundamente, y del dolor sacan sus mejores virtudes.
La fragilidad de estas personas no les exime de su grandeza. Y sea donde sea, en la "navecita industrial" de Sevilla, en el monasterio oscuro del Espino o en el templo triunfal de Granada, hay una vida rebosante que llena a esta familia a la que llaman redentorista. Y a pesar de que son frágiles y luchan a pecho descubierto, con el corazón siempre expuesto, la batalla es menos dura si es compartida. Algunos dicen que a veces, puedes ser tan bueno que lo que seas es tonto... todo depende, como siempre, del color del cristal con que se mira. La única premisa es que nos cuidemos los unos a los otros. El poder y el agotamiento deslucen el proyecto, pero sabemos que en las familias no sólo todo se perdona, sino que se apoya siempre a aquel que sólo tiene la ilusión por bandera. No importa la edad, ni el carácter, ni el daño que nos hagan desde fuera. La grandeza se demuestra cuando, de vez en cuando, conseguimos juntos que los sueños se hagan realidad.
Conforme más gente conozco, la vida me demuestra que los seres a los que me acerco son tremendamente frágiles, inexactos y volátiles, en peligro de extinción, desheredados del mundo y de su dinamismo feroz. Muchos son los que me han iluminado últimamente, y os habréis dado cuenta si seguís las peripecias de este fervoroso bloguero, pero hoy haciendo balance con una vieja amiga, me he dado cuenta de que los hombres y mujeres que han construído este último curso de Periodismo han sido excepcionales. Es como si, sin que yo cayese en la cuenta, se hubiesen alineado los planetas, y las casualidades se hubiesen puesto de acuerdo para regalarme un año inolvidable lleno de compañeros para el futuro.
Alguien decía el otro día refiriéndose a la parroquia, que es como si a todos los personajes pintorescos del barrio nos hubiesen reunido y nos hubiesen encerrado entre esas cuatro paredes. En ese momento, pensé en nuestras rarezas, y valoré si era verdad. Y lo era. Seres raros, estrambóticos y peculiares repletos de maravillosos gestos atípicos. Alegría, euforia, hiperactividad, nobleza, timidez... todo eso y mucho más encerrado en frasquitos de distintos tamaños, colores y aromas, que se entremezclan y derraman los unos sobre los otros para construir nuevos perfumes sin perder su esencia. Frasquitos sin embargo frágiles, de un cristal muy fino que estalla cuando la deseperación le puede, pero que vuelve a recoger su líquido en otro recipiente para empezar de nuevo.
Así, frágiles como el cristal, han resultado ser esas personas prejuzgadas fuertes e indomables. El corazón, la esencia, no se parece a nada de lo que hay en esta sociedad estereotipada en la que todos huelen igual. Sus perfumes se han revestido de gloria, de una gloria silenciosa que les evita ser vanidosos, y cada día, en sus gestos simples y desinteresados, está el reflejo de la bondad. Sean de la edad que sean ellos no miran el carnet, ni se fijan en la ropa que llevas ni en cómo hablas, sino que descubren el pecho a quemarropa con la inocencia de creer que todos son tan sinceros como ellos. Y los hieren, a veces profundamente, y del dolor sacan sus mejores virtudes.
La fragilidad de estas personas no les exime de su grandeza. Y sea donde sea, en la "navecita industrial" de Sevilla, en el monasterio oscuro del Espino o en el templo triunfal de Granada, hay una vida rebosante que llena a esta familia a la que llaman redentorista. Y a pesar de que son frágiles y luchan a pecho descubierto, con el corazón siempre expuesto, la batalla es menos dura si es compartida. Algunos dicen que a veces, puedes ser tan bueno que lo que seas es tonto... todo depende, como siempre, del color del cristal con que se mira. La única premisa es que nos cuidemos los unos a los otros. El poder y el agotamiento deslucen el proyecto, pero sabemos que en las familias no sólo todo se perdona, sino que se apoya siempre a aquel que sólo tiene la ilusión por bandera. No importa la edad, ni el carácter, ni el daño que nos hagan desde fuera. La grandeza se demuestra cuando, de vez en cuando, conseguimos juntos que los sueños se hagan realidad.
1 comentario:
Alguien lo dijo alguna vez, no lo recuerdo bien, pero Dios creó a los seres humanos "con agujeros", con la capacidad de vivir jugando al tetris con las cosas y las personas, rellenando huecos y vacíos, y así encontrando la plenitud (en su más extricto significado y etimología). Esas vidas que tú describes, de grandeza frágil y esencia múltiple, son un don de un Alguien (Señor Don o Estimado Señor) que todo lo ha dispuesto para que te llenes, para que me llene.
Redentorista es una palabra que define muchas cosas para mí, y veo que también para tí. Quizás podamos juntos desglosar y analizar profundamente la semántica, semiótica y hasta estética de un concepto saludable, orgánico, emergente y eterno. Para mí es, sobre todo, un PRIVILEGIO. El privilegio de conocerte a tí, y de leer lo que ha tipografiado un corazón con ya largas experiencias. Y tus palabras hoy me llenan un agujerito, dispuesto así por el Creador del mundo, para hacerme más yo, más pleno, más rebosante. Tu presencia en mi vida ya tenía un espacio dispuesto, y solo tu compañía lo llenará. Gracias por estar ahí y por expresar lo que otros muchos, desde hace tiempo, han sentido en su interior y han salpicado a su alrededor.
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