De nuevo solo. Hoy mi casa se ha vaciado de gente y vuelvo a estar solo con mis silencios. Con esos silencios en los que mis pensamientos reverberan en las paredes de mi inconsciente.
Como dice la canción aquella de ese musical que ahora está tan de moda, aunque no lo quiera, al final todo acaba yendo al ganador. Sigo tachando las páginas del calendario, y con cada aspa marcada me voy rindiendo. Con cada amanecer voy abandonando cosas, hasta que llega un momento en el que me embarco en proyectos nuevos que poder dejar en el futuro cuando me abandonen las fuerzas.
Cuando me abato se me va la fuerza por la boca. Me revisto de esa estupidez de "era imposible", y me consuelo a mi mismo por ser tan patético.
Nunca he sido un ganador, y bien lo sabe mi estática forma de ser. Desde el momento en el que emprendo algo nuevo, ya sé que lo abandonaré. A veces duro más y otras menos, pero mi cabeza me dice que se acabará, que llegará un día en el que la ilusión sea sólo un susurro al oído que pueda ignorar sin sentirme culpable. Y entonces vuelve el silencio. Mi casa se vacía de música, del sonido martilleante de las teclas del ordenador, del cantar de pájaros que se cuela por mi ventana abierta mientras leo... Y me resignó a pensar.
Y pienso como entretenerme de nuevo en algo que no me implique un compromiso, porque sé que mi miedo a caer, a darme el batacazo, ese pavor tremendo que le tengo a equivocarme y fracasar, terminará venciéndome. Y no hay más.
Los ganadores seguirán llevándose aquello por lo que apostaron, porque supieron ser valientes. Y yo seguiré apostando y retirando la ficha antes de que pare la ruleta. Una y otra vez, como siempre ha sido.
Quizá le hablo al viento. Quizá desvarío. Quién sabe, si ni siquiera yo sé lo que quiero que pase por mi cabeza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario