Faltan 90 días mal contados. 90 días para el adiós, para seguir cerrando etapas (¿qué es la vida sino cerrar etapas para abrir otras nuevas?). 90 días no son nada, a pesar de lo que pueda parecer. Los otros nueve meses han pasado volando, en un suspiro, y ya solo queda un cuarto de esta beca.
Tal y como están las cosas, sería vivir en una utopía pensar que el 31 de diciembre no diré adiós a la redacción, por lo menos por unos años. Por eso es momento de empezar a darle vueltas, de valorar si en enero abandonaré este piso para volver a la tierra. Puede que allí no encuentre nada, pero puede que aquí tampoco.
El cambio comienza con esta nueva cara de este blog, un cambio de etapa anticipado. Es un tributo al techo de aquel Café de Indias donde empezó todo. Sabes que este blog, en parte, empezó por tí, por aquellas de capuccino negro mirando aquel techo desde aquella mesa del rincón. Allí divagábamos durante horas, y esas conversaciones, contigo y con muchos otros, las he continuado en este blog que me ha visto acabar la carrera, confirmar a los niños, triunfar con el coro, mudarme de ciudad, convertirme en periodista y tantas otras cosas que han quedado plasmadas en esta bitácora.
Quién sabe cuál será la siguiente etapa. Lo único que sé es que dejaré testimonio en estas cartas que escribo al viento. Es hora de dar lustre al currículum, de empezar a pedir referencias y de repasar idiomas. 90 días para decir adiós sin dejar de aprovechar lo que tengo ahora, sin perder un minuto en seguir sacando páginas bajo la firma de Miguel Pérez Martín. Esta es la nueva imagen del blog, y también una manera de mirar hacia delante. Quedamos en la mesa del rincón del café, que es lo único que no se mueve de su sitio aunque pasen los años. Seguid ocupando la silla vacía, el café siempre humea en la mesa esperándoos.
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