Esta noche he visto la apocalíptica (y más mala que un dolor) Señales del futuro. La película de Nicholas Cage adolece de lo que todas las películas faltas de imaginación: nos importa más ver cómo se va a la mierda Nueva York que hacer una posible reflexión. Aquí no hay cambio climático ni eras glaciares, aquí es la muerte por la muerte, no hay nada que hacer si al sol le da por lanzar una llamarada en dirección a la Tierra. Da igual que nos hayamos puesto finos a contaminar y el Protocolo de Kioto. Como si hemos vivido en la sostenibilidad más plena: si al sol le da un siroco, exterminio que te crió.
Pero lo que más me ha llamado la atención -aunque he de admitir que me parece terrible e innecesario el accidente del metro de Nueva York en la estación de Lafayette; tan innecesaria como ver desmoronarse la Basílica de San Pedro con el Papa en el balcón y la plaza abarrotada en 2012- es la música. La primera vez que la ví, no le presté atención, pero después de un año intensivo refugiándome en la música clásica para no perder los papeles, he reconocido esa música que suena mientras vemos la aniquilación de la raza humana.
Es curioso ver la devastación más dolorosa y letal que pueda sufrir el ser humano con una música de fondo tan inapropiada (What the fuck!). Solo tiene una explicación: que en medio de la devastación hayan elegido el segundo movimiento de la Séptima Sinfonía de Beethoven como lo más hermoso que haya podido crear el hombre. Mientras vemos el Empire State arder como si fuera de papel en un segundo (cuéntenlo, no dura más) y a los típicos tontos neoyorquinos que salen en todas las películas saquear una de las bibliotecas más importantes del mundo (ya lo vimos en El día de mañana), escuchamos el arte hecho música, una pieza de unos nueve minutos que roza la perfección pocas veces alcanzada
Entre marcianos hechos de luz, piedras negras y un papel escrito por una niña que atina más que Nostradamus, encuentro esta pieza como lo más salvable de esta película. Si el sol nos va a quemar como un soplete y vamos a acabar hechos cenizas antes de tiempo, yo no quiero saberlo. Lo que no me importaría es que lo último que escuchase fuera este movimiento de Beethoven. Si hay que morir en una barbacoa a gran escala, que la música sea buena por lo menos.
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