Corpus Christi en Sevilla, de la Suite Iberia de Isaac Albéniz
Da miedo hasta hablar cuando suena Albéniz. Probablemente uno de los compositores que más respeto me dan de la música universal. El aclamado como el maestro pianista del siglo XX, conocía su instrumento a la perfección e hizo de él un sueño. Con la Suite Iberia, Europa se rindió a sus pies sin condición, y en el círculo en el que se movía en París, hasta Debussy reconoció su portentoso talento.
Es sin duda uno de los padres de la música española junto con maestros indiscutibles como Turina, Falla, Granados o Sarasate. Es el compositor para piano que más revolucionó un instrumento que se creía ya agotado, y que no se podría hacer nada nuevo con él. La prodigiosa técnica que hace falta para interpretar sus obras, le hace el heredero directo de Liszt, al que por cierto visitó en un viaje de juventud. Y es en el campo de la técnica en el que entra en juego esta obra...
Maravillosa pieza, la tercera de la Suite Iberia, y una absoluta delicia para los oídos. Cuando Albéniz se la dio por primera vez a una pianista para que la tocase, la pianista le puso cara de asco y le miró por encima del hombro. "Esto es imposible de tocar con sólo dos manos, tendrás que modificarlo". Pero Albéniz no lo hizo, y la pianista tocó el Corpus Christi después de meses de arduos ensayos. Ahí empieza la leyenda de una pieza que quiso ser Sevilla, pero sin castañuelas ni guitarras, sino sólo ese suave silencio de la mañana cuando el Corpus cruza el centro de nuestra ciudad.
La pieza empieza tímida. casi en susurro, y nos asombra con... la canción popular de La Tarara!. Los registros cambian, pero la sencilla melodía permanece, viajando entre tonalidades y arreglos, entre cromatismos y tempos que vuelan. Cuando pasa el minuto, vualan las campanillas de la custosia para regresar a la melodía maravillosa con un bajo que es glorioso, como el canto sacro al paso de la custodia. Complicación hasta límites tan hermosos de rubato, que acarician el cielo.
Se acalla la música, va hacia los graves, y empieza una melodía nueva, tremendamente hermosa, que transcurre por el minuto 3 como una nana, una saeta quizá al paso de una custodia de plata en el amanecer más hermoso, que sólo puede verse a los pies de la Giralda. Modulaciones y arranques por fandangos en los inicios del cuarto minuto. Y vuelve la Tarara! Pero ahora enloquecida, con puentes de escalas cromáticas que desembocan en una fuga de la melodía popular con unas octavas que centellean en los graves.
Y el minuto 5 nos sorprende con una ráfaga de viento, que vuela el romero que alfombra el adoquinado de la Plaza Virgen de los Reyes al paso del cortejo. Y hora la melodía de la Tarara, primero alegre y pícara, y luego apasionada, hasta que se vuelve hasta dramática, con esos cambios de ritmo tan andaluces. Y rompen los tresillos la monotonía apocalíptica de los sostenidos, hasta conducir a la Tarara a un baile al compás de peteneras. Increíble la ejecución del pianista, apasionado desenlace en rubato y silencio...
El silencio gregoriano del paso de Jesús Sacramentado. Una melodía casi ancestral y de aire sagrado llena la calle. El silencio de las gentes ante el templo de plata de Arfe lo rompen de vez en cuando las campanillas que penden de la Custodia. Final de campanas de La Giralda en la lejanía, como si la estampa se fuera a vestirse de blanco y negro a esperar a que llegue la primavera que viene.
Sin duda una pieza larga, pero tan hermosa, que hace estremecerse hasta al más ateo. Si la gente piensa que España no ha sido grande en la música, que baje a la Tierra y escuche maravillas como esta. Y os invito a escuchar otras piezas de la misma Suite Iberia, como El Puerto, Triana, El Albaicín, Evocación o Almería. Prodigiosas todas y cada una de ellas. Como habréis visto, soy un amante de la música nacionalista española, mucho mejor de lo que muchos creen. Para que después digan que no merece la pena defender lo nuestro. Sibelius y Grieg son auténticos héroes en sus naciones respectivas, Finlandia y Noruega, ayudaron a levantar el espíritu de un pueblo en épocas difíciles; y nosotros llamamos a nuestros héroes "folclóricos". Bendita ignorancia...
1 comentario:
Realmente esto es música para soñar...y esque tu y yo somos amantes de la música de Albéniz.
Magnífica la interpretación de este hombre, que se nota que realmente lo siente.
Sobre la obra poco que decir más que es algo que estimula los sentidos, algo que te llega hasta donde las emociones calan,un lugar para sentir y disfrutar.
JuanFer;)
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