sábado, 3 de enero de 2015

Ilusión

La Navidad es a veces un cuchillo de doble filo. Tres grandes fechas en torno a las cuales giran los sentimientos y las ausencias, los dolores que vuelven a revivir y las esperanzas a las que te aferras, los miedos y la gloria, el calor y el frío.

Las fechas que van desde los albores de la Nochebuena hasta más allá de la mañana en la que todos seguimos siendo niños son complicadas. Sobre todo porque en su ecuador nos obligan, calendario mediante, a hacer balance de un año pasado que no siempre ha cumplido las expectativas y uno que está por venir en el que volvemos a creer, que sí, que este será el nuestro.

Lo cierto es que ningún año es redondo, pero qué en esta vida lo es... Cada año debería llamarse curso, no como aquellos escolares, sino curso de la vida. Un año en el que aprendemos de lo bueno que se nos subió a la cabeza y nos hizo recuperar el sur para perder un rato el norte, y también un año en el que aprendemos que ni todos los lunes son malos ni todos los viernes buenos. Que las reglas universales son las menos universales, porque quién sabe afirmar con certeza que todos los limones del mundo son amarillos si no ha visto cada limón del planeta...

Quizá sea el momento de creer, una nochevieja más, que este y no otro es el mejor momento. ¿Para qué? Eso Dios lo dirá, y nosotros lo decidiremos. Que esta última noche del año no tiene porque ser en casa, por mucho que se añore a la familia, que hay otras cálidas manos dispuestas a acogerte como si esta fuera también tu casa. Y qué gran metáfora que la última tarde del año ascendiéramos un cerro, la última pendiente de este 2014, el último camino lleno de baches, la última prueba. Sobre el Cerro de la Cruz quiero pensar que el aire frío de la tarde me robó los miedos y las desilusiones que, inevitablemente, han ido minando este año para que no fuera perfecto. Qué fácil dejamos que nos consuman los demonios...

Sobre aquel monte vi la tarde del 31 de diciembre el mundo y la creación, el lienzo en blanco que el 2015 me ofrecía bajo el lema de "que sea lo que tú quieras que sea". Y aquella tarde en el cerro, como preludio, me dí cuenta de que muchas veces nos frenamos a nosotros mismos. Nos aferramos a ese nuevo año como si fuera un tiempo mágico en el que todo pudiera venir bien sin nosotros hacer nada. Pero los años se construyen. Lo dicen las arrugas de mi frente cuando sonrío, el pelo que cada vez clarea más, los suspiros de los que me dices que abuso pero que a veces son mi manera discreta de soltar lastre... Los años, y este 2015, lo construyes tú y lo construyo yo.

Y por eso no hay que decir en el silencio que tenemos miedo. Que tenemos miedo a ilusionarnos, a volver a caer, a sufrir de nuevo, miedo al qué dirán y a que los consejos de los que queremos nos digan lo contrario a lo que el corazón nos pide. No podemos tener miedo, porque un cobarde no hubiera llegado hasta aquí; un cobarde no habría cambiado por dentro en este 2014 ni se sentiría ahora orgulloso de mirar atrás y ver que el pasado era mucho peor que este presente que es el mejor momento sin dudarlo.

Granada y sus campos me devolvieron a la vida, como siempre lo hacen, en los últimos días de ese 2014 en el que volví a coger la sartén por el mango y en esas primeras horas del 2015 en las que brindé con caras familiares, dormí profundo hasta el mediodía para coger fuerzas para 12 meses de aventura -porque allí descanso de esa vida ficticia que marca el reloj y puedo dormir de verdad- y volví a creer que el frío no importa si el corazón sigue latiendo fuerte. ¿Qué miedo puede con la vida vivida hora a hora, devorada segundo a segundo? Cuando se siente... qué importa el temor. Un camino nuevo que arranca, una persona que te hace ser más grande sin que te olvides a ti mismo, una voz amiga que pide perdón y al día siguiente se olvida de una mala noche... Los enemigos de este nuevo año solo somos nosotros mismos.

Para qué aferrarse a los que te consumen para luego condenarte al olvido, a los que te hacen promesas que luego no cumplen, a los que te dicen lo que debes hacer cuando no saben ni ellos mismos lo que quieren, a aquellos que hablan de ti en tardes envenenadas y no se atreven a venir a preguntarte, a los que hacen daño a los que quieres. Quién quiere construir un año con ellos. Construyámoslo a pesar de ellos, que el 2015 solo tenga un protagonista, el que sale en tu foto del carnet. Que la vida fluya como un torrente y seamos nosotros los que le vayamos marcando el camino sin levantar presas que la ahoguen.

2015 será el año más hermoso del mundo, porque es el que toca vivir ahora. Sin miedo a ilusionarnos, porque la ilusión es lo único que guarda el niño y lo revive cada noche de Reyes. Que cada noche del año, por muy oscura que sea la tiniebla, mucho frío que haga en el desierto o muy solos que nos sintamos en cada rincón del mundo, sea Noche de Reyes. Porque de ilusión sí que se vive, solo que hay que mantenerla viva como las chimeneas de Periate para que el hielo no nos consuma, para que el calor no muera por muchas tormentas de nieve que algunos se empeñen en mandarnos.

Se me ocurren muchos deseos de palabras profundas para este 2015, pero creo que la ilusión hace que todos ellos sigan vivos en nuestro día a día. Ilusión por un nuevo reto que nos hace crecer por muy empinado que sea el camino, por una nueva etapa, por una sonrisa buscada que ha pasado a ser más que una sonrisa, por aquellos a los que dejamos escapar y que ahora han vuelto para demostrarnos que hay segundas oportunidades que valen un mundo, por la esperanza de que lo mejor está por llegar, por un cielo limpio en Sevilla y un mar de nubes en Granada, por volver a mi Judería y a tu Albaicín, por seguir contradiciendo a aquellos que nos dijeron que esto era una burbuja, por seguir trabajando en equipo y en familia aunque estemos a 2.000 kilómetros de distancia, por escuchar la misma canción al mismo tiempo por muy lejos que estemos, por tantas cosas que merecen la pena y que se visten de sencillez en nuestro día a día y las dejamos pasar.

Brindo por un 2015 pleno, porque solo de mí y de ti depende que lo sea. Y vuelvo, como siempre, engrandecido y reforzado, afianzado en pelear sacando fuerzas de las fuerzas. Brindo por ti, que tienes tantos nombres como trozos de mi alma fui regalando por el camino, y por mí. Por lo que hemos llegado a ser y lo más grandes aún que seremos. 2015 es nuestro año, porque es el que respira hoy, el que te ha dado 12 meses más para volver a demostrarle al mundo que, sin ti, este mundo sería un lugar mucho peor en el que vivir.

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