Últimamente, justo después de decir esa frase, me paro a pensar si realmente no tengo tiempo. Si realmente no podría haber sacado un hueco, si no podría haber dejado de lado algo accesorio para dedicarle media hora a algo realmente importante.
El problema, como siempre, es tener una pirámide de prioridades equivocada. Hay veces que me enfrasco en el trabajo, que a ti también te pasa. Y a ti. Y a ti. Ninguno creo que seamos totalmente inocentes de no haber colocado como escudo ante situaciones la excusa del trabajo.
Trabajar está bien, pero a veces nos ocupamos con cosas que nos dan pocas satisfacciones pero que nos ocupan mucho tiempo. El tiempo ha vuelto. Lo importante es ocupar el tiempo, porque con tiempo pensamos, y con tiempo afrontamos la vida, y nos arriesgamos y tenemos tiempo para comprometernos y para luchar por lo imposible.
Pero sin tiempo, todo pasa. Se nos quedan atrás los riesgos, los encontronazos, las discusiones, las meteduras de pata.... pero también las oportunidades, las alegrías, las cosas nuevas, las conversaciones y las nuevas estampas que nos vuelven a enamorar de la ciudad.
Realmente creo que sí tengo tiempo. Tiempo para recorrer la ciudad en bici, para escuchar música sin estar tecleando al mismo tiempo, tiempo para reír y para acompañar a un amigo a un 'mandao', tiempo para decirte que te quiero.
Y será porque ahora hay gente que no tiene tiempo para mí que pienso que todo esto es absurdo. Porque, como hoy he dicho al dejar una colaboración con una revista, da igual el dinero que no haya ganado durante este tiempo... Lo que nadie me devolverá es el tiempo que he invertido en esto, ese tiempo en el que probablemente me perdí muchas cosas y dejé escapar a gente que quizá ahora se hayan ido para siempre.
Si no tengo tiempo, no tengo vida. Porque no hay risas, ni experiencias nuevas, ni nuevos ojos de lo que enamorarte, ni conversaciones en las que escuchas frases que nunca pensaste escuchar, ni paseos tranquilos viendo que lo que hay a tu alrededor es un milagro. Si no hay tiempo para hacer lo que realmente te llena el alma y no el bolsillo... ¿Vale la pena esta vida? ¿Vale la pena dejar que pasen los días sin tener ninguna historia que contar que no sea de trabajo?
El tiempo está ahí, y quizá haya que vivirlo como un torero. Como ese hombre que se mira al espejo mientras reza, traje de luces puesto, antes de salir a luchar con la muerte a la plaza. Quizá haya que dejar el traje gris y ponerse un traje de luces brillantes que digan que soy feliz y que quiero ser feliz contigo, salir al ruedo y ponerse la vida por montera, enfrentarse a la bestia que venga con bravura y lidiar capote en mano las tempestades que puedan venir, apoyarte en tus compañeros -que son tu familia- porque ellos han bajado contigo a ese infierno de arena aún sabiendo que por salvarte pueden quedarse en el ruedo... y mirar al toro, a ese destino extraño que siempre es cambiante e inesperado, a los ojos. Sin miedo, con tiempo para disfrutar de las alabanzas que vengan desde el tendido y de la música que hace de esta vida más hermosa. Con tiempo para coger al toro por los cuernos, con tiempo para preparar el siguiente paso y para saber reaccionar rápido ante los contratiempos.
Pero sobre todo con tiempo para disfrutar de todo, de los detalles y de lo que encierra una tremenda grandeza, con tiempo para un 'tú' que ya es un 'nosotros', con tiempo para echar de menos a esas luces del mundo discretas que se esconden donde menos te lo esperas. Las que, como Dios en las casualidades, quieren pasar desapercibidos. Y dejar tiempo para dejarte sorprender, porque en cada esquina de la ciudad, de la pantalla del ordenador, en cada mensaje, espera un milagro.
Y si no tienes tiempo para ver los milagros, los prodigios, la emoción... ¿cómo vas a poder defender la alegría cuando tú ni siquiera tienes tiempo de buscarla?
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