Pasaron los años -cuántos ya, Dios mío- y nos volvimos a encontrar, en una estación neutral. De ninguno de los dos era aquel cielo, aunque uno de nosotros quería verlo como futuro y otro como pasado. El sol de Madrid nos premiaba y el viento frío nos castigaba en aquella terraza, y las gafas de sol sirvieron de metáfora para un encuentro en el que pasamos por las banalidades una a una, por los comentarios sin más trasfondo que el de nuestras tazas de café. Y con aquel cielo y en aquella ciudad extraña, comenzó un reencuentro.
Bien saben mis 25 años que sé distanciar con maestría a aquellos que traspasan mis umbrales con su cercanía. Si siento que hay alguien que empieza a importarme con fuerza, lo castigo al destierro a través del silencio y de rabietas sin sentido, como bien saben algunos. Y algunos vuelven para quedarse y otros se marchan para no volver. Es el precio que tengo que pagar.
No fue la última vez que nos vimos, pero para mí aquella noche en tu terreno fue la revelación. La bofetada que necesitaba (porque me la merecía). La lección a gritos en una discoteca que me dejó con la impotencia de no poder contestarte porque no tenía nada que reprochar ni rebatir. Llevábamos meses sin hablarnos, por culpa mía, lo admito, porque me ofusqué en magnificar una estupidez de la que esta noche ni siquiera me acordaba (fíjate si era importante...). Y me pregunto, aunque ya para nada, qué hubiera sido de nosotros si hubiese continuado aquella bonita tradición que tenías de llamarme tras el Espino cada dos días para hablar largo y tendido. Si yo no hubiese dejado un día de esperar aquellas llamadas, si alguna vez hubiese sido yo el que llamaba... Pero de nada sirve lamentarse de lo que no se puede arreglar.
La última vez fue en mi terreno, en mi Sevilla en fiestas. Una noche de caprichos y estampas a la luz de la candelería de un paso de palio. Y aquella noche, quizá por necesidad, sentí que volvíamos a empezar de cero. Y como espejo de aquella noche, un año después la noche fría se trasladó de la Plaza de San Pedro a la puerta de un hotel de Alonso Martínez. Y en esta noche, me doy cuenta de que poco queda de aquel sevillano y aquel granaíno que renunciaron aquella última noche de Espino a dormir para ver la noche estrellada. Esta noche sincera, sin exaltaciones de amistad exageradas, sin imposturas. En la que solo quedamos tú y yo. Solo queda lo que somos, porque ya hemos pasado lo nuestro como para andarnos con más gilipolleces. Desprovistos de armazones, escudos y máscaras, compartimos sueños ante un presente que nos ahoga. Porque hemos crecido y, con nosotros, nuestras inquietudes.
Y en esa puerta de hotel a mí empieza a entrarme migraña -puede que por un par de gintonics tomados a destiempo- y a ti te entra la tos. Ya sin gafas de sol, sin las banalidades de la tarde. Que quedan pocas horas para que tú vuelvas a marchar a esa ciudad que sabes que ya echas de menos, y yo regrese a mi música, a mis páginas y a mis llamadas de teléfono. No hay tiempo para fingir. Y con eso me quedo. Porque creo que aquella 'bronca' sirvió para mucho más de lo que te piensas, porque el hecho de que haya olvidado aquello por lo que te olvidé es señal de que el tiempo me ha perdonado, porque he ido tachando los días esperando que vinieras. Y cuando te he visto en el semáforo se me ha iluminado la cara.
No quería que esto fuera una exaltación mayúscula de lo que han sido unas horas contigo. Pero es que miro atrás y me da vértigo, y siento que quizá la mejor excusa para actualizar este blog es dedicarte esas palabras que creo que nunca te dije. Y que pasan los años y al final queda lo que tiene que quedar: la irremediable y sincera alegría del reencuentro. Vuelve a Granada y vuelve a soñar, yo intentaré recuperar mis sueños en estas tierras. Y quizá un día nos crucemos en el camino, y vuelva a ser Alonso ese territorio neutral, esta vez sin gafas de sol desde el principio. Solo tú y solo yo, sin ese barroco que nos gusta a los dos. Gracias por estas horas y perdona mi diarrea verbal, pero la gente que me importa también me hace escribir sin parar...
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