Si te miro se me olvida por qué he venido. Se me olvidan las preguntas incómodas que tengo que hacerte, se me borran los prejuicios, se me olvida que en la taza se me enfría el café poco a poco. Si te miro no me acuerdo de que llueve afuera y del frío que he pasado por no haber cogido la chaqueta al salir de casa.
Si te miro no veo la biblioteca que nos rodea, ni escucho los acordes de la banda sonora de 'Cinema Paradiso', que suena delicada mientras hablamos. Si te miro se me olvida lo pasado y sólo existe el presente, ese presente que sólo puede entenderse en la distancia que hay entre tus ojos y los míos. Si te miro, soy capaz de tardar una hora en sacarte el tema de mi visita, la inquietud que me ha hecho deambular por las calles de Madrid esta tarde de lluvia.
Si te miro, me muero de miedo, al mismo tiempo que se me derrama por la comisura del labio una nerviosa sonrisa. Si te miro deseo no parpadear para no perderme ninguno de los gestos que adornan tu forma de hablar. Si te miro no puedo dejar de mirarte, y la mano que, en la despedida, se agarra a mi mano cuando ya no esperaba más que un frío adiós, la mano, tu mano, la que me retiene en una escalera, la que me obliga a volver a mirarte... Tu mano que no significa nada, o al menos eso me parece a mí, pero que me da escalofríos con sólo rozarla, me lleva desbocado al abismo de tus ojos fijos en mí, relajados, brillantes e inquietos.
Si te miro, me pierdo en el sueño de que quizás cambies, en el drama hermoso de no poder olvidarte. Pero, aún así, no puedo dejar de mirarte.
Si te miro no veo la biblioteca que nos rodea, ni escucho los acordes de la banda sonora de 'Cinema Paradiso', que suena delicada mientras hablamos. Si te miro se me olvida lo pasado y sólo existe el presente, ese presente que sólo puede entenderse en la distancia que hay entre tus ojos y los míos. Si te miro, soy capaz de tardar una hora en sacarte el tema de mi visita, la inquietud que me ha hecho deambular por las calles de Madrid esta tarde de lluvia.
Si te miro, me muero de miedo, al mismo tiempo que se me derrama por la comisura del labio una nerviosa sonrisa. Si te miro deseo no parpadear para no perderme ninguno de los gestos que adornan tu forma de hablar. Si te miro no puedo dejar de mirarte, y la mano que, en la despedida, se agarra a mi mano cuando ya no esperaba más que un frío adiós, la mano, tu mano, la que me retiene en una escalera, la que me obliga a volver a mirarte... Tu mano que no significa nada, o al menos eso me parece a mí, pero que me da escalofríos con sólo rozarla, me lleva desbocado al abismo de tus ojos fijos en mí, relajados, brillantes e inquietos.
Si te miro, me pierdo en el sueño de que quizás cambies, en el drama hermoso de no poder olvidarte. Pero, aún así, no puedo dejar de mirarte.
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