Con el tiempo me voy rodeando de gente que me demuestra que lo mejor está por venir. Y eso me sume en una desconcertante esperanza. Por un lado, tengo mis agobios del fin de carrera, mis cabreos porque saco menos nota de la que sé que puedo sacar y mis pensamientos sobre lo que será de mí dentro de 5 meses; y por otro, me rondan la cabeza extraños devaneos, distracciones, seducciones en las que es fácil caer y que no me molesto en evitar.
Y parándome a pensar, es cuando me doy cuenta de que todos a nuestra manera, huimos del aburrimiento como podemos. Lo mismo nos apuntamos a una piscina, aunque los que nos acompañen sean abuelitos, y nos empeñamos en dar la vuelta al terminar los largos como esos nadadores olímpicos que parecen auténticos delfines. Lo mismo nos compramos una tabla de surf y soñamos con, algún día, poder clavar nuestra madera en las blancas arenas de Santa Mónica. Lo mismo nos embarcamos en un grupo de rock que no sabemos por dónde saldrá, o nos atrevemos a ser actores si es nuestro sueño, o soñamos con viajes lejanos sin saber lo que nos depara ni cómo nos mantendremos, sea en Buenos Aires, Bruselas, Dublín o Barcelona.

Todas esas ideas que parecen locuras, son las que aunque no me he dado cuenta, me han mantenido vivo. Y son esas ideas que nos hacen creer que podemos ser surferos, nadadores, actores, músicos de rock o viajeros sin rumbo, las que me sumen en esa esperanza alucinante.
He cambiado el silencio por las palabras, la prudencia por la risa, la vergüenza por el desparpajo, la cortesía por el cariño y la tranquilidad por la actividad. Si quiero algo, nadie me lo va a regalar, así que, manos a la obra. Puedo ser lo que quiera, siempre que no me rinda por el camino. Ese es el secreto de la juventud. El joven no es un rebelde, es sólo un soñador que no olvida lo que quiere cuando abre los ojos y salta de la cama. Y encima tengo la suerte de rodearme de soñadores sin descanso que usan su sonrisa como la mejor arma para el desánimo. Y creedme, funciona.
De nuevo, la culpa de todo esto lo tienen aquellos que me compraron un billete a la aventura. En su momento les eché la bronca y quise no montarme en el avión, pero ya tengo un pie dentro. Como dije al principio de este curso, quiero cambiar para mejor, poco a poco. Dejar esta actitud siempre a la defensiva. Todo lo que escondo, abierto de par en par…le duela a quien le duela.
*A la bañista, el surfista, el actor y la trotamundos