domingo, 17 de mayo de 2009

Final revelador para una noche atípica

Ahora que todo acabó, nos queda la ocasión de preguntarnos qué son las cosas que nos unen y cuáles las que nos separan, y si las que nos separan pueden ganar la batalla y aniquilar esta relación de 3 años.

La pregunta quedó en el aire en el mismo momento en que el Espíritu bajó hasta la parroquia el pasado viernes. ¿Quién se esforzará contra viento y marea ahora que ya no hay fechas fijas en mantener estos lazos? Ya no hay viernes de reunión extenuante, ni quedadas mañaneras de Ikea, ni tortitas en el Vips de critiqueo, ni café en el Coffee & Friends para debatir sobre los niños y su situación, ni cocacolas en el Marbella para hacer lluvia de ideas y montar los temas, ni domingos de catequesis (ya sin resaca de viernes)... Ya hemos sobrepasado las "copitas de después" sean en el Morta, el Táping o Caramelo; y ya ni el primer día después del famoso 15 hemos sido capaces de reunirnos en misa los 6... A mi me sigue amarrando el Coro, el único lazo que me une ahora al edificio en sí de la parroquia, y al que a partir de ahora supongo me apetecerá más dedicarle tiempo. Pero los demás...

Han sido 3 años duros, de desilusiones, agobios, broncas, llantos, alegrías, euforias, hermandad... Nos hemos hecho mucho daño a quemarropa, y nos hemos abrazado como si nos fuera la vida en ello. En estos años he oido probablemente las frases más hermosas que me han dicho en mi vida, y he hecho de mis compañeros (ahora ya 36) amigos auténticos, personas a las que, dentro de mi condición de fatiga insondable, me apetecía llamar a cada instante con cualquier excusa.

Los días han pasado por el foro que construímos en el Tuenti para hablar de nuestras cosas como las estaciones, que se van sin que te des cuenta y sin decir adiós. Poco a poco se han marchado las semanas y no nos ha quedado nada... sólo los domingos vacíos de murmullos adolescentes y de cuadernillos doblados por la mitad que huelen a papel caliente recién impreso. Y ahora sólo el recuerdo.

El sufrimiento nos parece ahora que compensa cada instante vivido con una sonrisa en los labios, cada grito se olvida porque detrás de él hubo una frase de perdón, y cada mirada de agotamiento que intentabas disimular en el grupo, resulta que era tan transparente que los chavales se daban cuenta y te ayudaban a llevar el grupo.

Ser catequista me ha hecho, en cierto modo, más responsable de mi papel en este mundo, más libre y crítico con lo que creo y dejo de creer, más rebelde ante las imposiciones, más revolucionario, como aquel carpintero de Nazareth... Pascuas, convivencias, encuentros, oraciones, Espinos, reuniones, cenas de Navidad. Todo pasa por mi mente como un libro azotado por el viento. Gente que estuvo, que volvió, que me hicieron una grieta que tardó meses en curar, gente con la que choqué y con la que llegué a un pacto de no-destrucción, porque comprendí que podemos convivir a pesar de pensar distinto, gente a la que conocí tarde y a la que creía conocer, y luego resultaron ser sólo un espejismo.

Los años de Juvenal culminaron en la post-cena del sábado. Solos los 3 en un columpio en el que vimos amanecer hablando en serio, tremendamente en serio, de cosas que no nos hubiésemos atrevido a mentar mientras existiese el compromiso de los domingos. Por fin libres de esa necesidad de unión, por primera vez éramos totalmente transparentes, y fue prodigioso. Abiertos de par en par, discutíamos sin importarnos los que dijera el otro, porque sabíamos que ya estaba todo superado, que por mucho que dijésemos, nos amparaban precisamente esos lazos. Nada de lo que habláramos nos haría rechazar a los otros. Por fin, nosotros también, cristianos adultos. Por fin, hemos crecido de verdad, por fin somos grupo.

Los 3 años nos han granjeado seguridad, libertad, claridad, y la riqueza de saber que la tolerancia es la puerta de todo conocimiento. Por eso ya no hay tapujos, sólo realidad (que no verdad). La noche atípica de estos 3 años ha culminado con un nuevo comienzo en el que iniciar una nueva relación. Quizá ese sea el "y ahora qué" que buscábamos, al que pueden unirse esos que ya no nos llaman catequistas, sino compañeros. Quizá este no sea otra cosa que un sueño despierto, pero como decía David...¿y por qué no?

No hay comentarios: