jueves, 31 de diciembre de 2009

Ojalá

Ojalá estuviésemos más cerca. Ojalá los días nos hicieran sentirnos más cerca y creer en que la rutina que un día odiábamos puede volver. Ojalá regresasen las matriculaciones, las vigilias de miércoles en el 100 montaditos, las tardes al sol del jardín de detrás de la facultad, escuchar una y otra vez como tu profesora de medios te cuenta cómo cubrió la boda de la infanta...

En este año la mayoría de nosotros (en cualquiera de las múltiples convocatorias), ha ido diciendo adiós a lo que ha sido una de las etapas más bonitas de nuestra vida. La Fcom, esa que no promete nada, esa que se hunde más y más en el ránking nacional hasta que un día la echen definitivamente, ha vuelto a demostrarnos que lo de menos es el lugar, si tenemos la mejor de las compañías.

Y ahora la incertidumbre, esa que en realidad nunca se ha despegado de nuestra profesión, porque el que se mete en Periodismo sabe que le toca sufrir. Y en este 2009 parece que, aunque sea a ratos, hemos bloqueado la maldición. No sé quién habrá intercedido por nosotros, si la Virgen de la Bola, Servando o "el Dios de Migue" como dice Emilín... pero en este quinto año nos hemos despedido a lo grande. Cenas, viajes, barbacoas y eventos de gala como la graduación que nos han hecho más fuertes. Un año de sueños, de soñar despiertos: por eso nos fuimos juntos de vacaciones unos días en agosto, por eso hablábamos Londres-Sevilla por el tuenti, por eso bicheamos en los blogs ajenos para ver qué es de los compañeros y amigos, por eso de vez en cuando escucho en MySpace las canciones de Naked Nana. Por eso sufrimos cada momento de no saber qué hacer y nos volvimos a repartir por la geografía española, de Torredonjimeno a Santa Marta, de Prado del Rey a Madrid, de Sevilla a Las Palmas... y a tantos otros destinos, hogares y nuevas tierras por conquistar.

Y precisamente por esa necesidad de volver a ser personajes al estilo de la Fcom, pues en estas fechas se os echa especialmente de menos, y añoro una macrocena de Navidad a la antigua usanza. Y quizá por eso, este año he puesto el Belén sobre papel de periódico en lugar de sobre tela o sobre la arenita típica de la playa que he usado otros años. Porque es mi manera de teneros un poco más presentes en estas navidades en las que ya no tengo la cabeza en trabajos o prácticas, sino en encontrar la manera más fácil de decir un "hasta luego" que espero que lo sea.

En este 2010 sólo os deseo Justicia, porque siendo justos, todos nos merecemos un puesto maravilloso, de hecho nos merecemos hasta crear una radio y que todos trabajemos juntos en ella. Nos merecemos seguir siendo lo que somos pero en versión mejorada, y si somos justos, nos merecemos volver a vernos las caras cada día, nuestras caras de dormidos, de resaca, de euforia, de nerviosismo y de cabreo, porque detrás de cada una seguro que hay una historia que no quiero escuchar por teléfono, sino en persona. La gente nos dice que nos hemos equivocado de profesión o que lo que hacemos lo hace cualquiera, pero gracias a esta carrera en la que tanto hemos invertido (sobre todo risas) este 2010 va a ser un año para recordar... y no porque estemos en paro, sino porque será el año de lanzarnos a la piscina (como en agosto el Perilla lanzaba a to cristo a la mía) y darnos a valer. Y por tanta ilusión, digo que nos merecemos Justicia. Hermanos periodistas, guerrilleros del despiece y la ironía, críticos por ansia vital y devoradores de noticias, aquí acaba un año brillante. Lo que no sabéis, es que el que empieza es mucho mejor.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Per secula seculorum

Por los siglos de los siglos, amén. Como biblias abiertas de par en par algunos de nosotros, que hemos vivido la experiencia de ser catequistas, hemos sufrido la tentación de hablar ex cátedra, de pronunciar sentencias irrefutables a pesar de que apenas superamos la veintena. Es imposible ser tajante en esto que vivimos en el día a día y que llamamos cristianismo. La duda no es la antagonista de la fe, sino que es parte intrínseca de lo que nos hace cristianos, de ese impulso, de ese soplo que da vida, como el que recitó al oído de San Gregorio Magno las notas del canto más místico que han escuchado los cielos (reflejo, no olvidemos, de aquella 'música de las esferas' tan profana y científica que recuperó San Agustín de los clásicos griegos).

Como prodigios de la naturaleza, sentimos la necesidad de dar ejemplo por encima de decir lo que se nos pasa por la cabeza. La prudencia y aludir a la "respuesta correcta y oficial" a veces nos hace separarnos de esos pequeños que nos escuchan una hora a la semana. Poco más vivido tenemos que ellos, sin embargo somos responsables del enfoque de sus vidas. Por algunos pasaremos como la lluvia pasa por los adoquines de una calle, a otros los decepcionaremos, porque no somos lo que esperan de nosotros, a otros los heriremos quizá porque sienten que no somos auténticos, y a otros, los menos, les haremos que den una vuelta a sus vidas.

Qué tremenda labor ésta, la de ser hombres del hoy y crear hombres del mañana sin entrar a menudo en contradicción con determinadas facetas de lo que creemos. A pesar de que pueda parecer que le doy a la religión una dimensión únicamente utilitarista, lo cierto es que para mí la religión debe existir para cambiar el mundo. Para hacer un mundo mejor. Si no conlleva esa faceta como el eje maestro en torno al cual giran los ritos, los textos, los símbolos y los cantos... ¿qué sentido tiene? No es el adorar, no es la estética, no es el placer propio, es sólo el afán de crear un mundo mejor, el creer que estamos aquí por una sencilla razón.

Nuestra labor no es la de ser biblias andantes, sino la de ser Palabra viva, acción, movimiento, realidad. Espadas que corten las vendas del pasado de los ojos del mundo. Dejemos de defender nuestras creencias con textos que no están al día y que Jesús nunca pronunció, defendamos esta maravillosa forma de ver la vida con el estandarte de la sensatez, con discusión y no con asentimiento por vagancia, recemos con el corazón y con el pensamiento, dudemos hasta caer agotados y no caigamos en lo que todos quieren oír. Demostremos con nuestras propias manos que los estereotipos no existen, que somos gente del hoy, hablemos de medicina, de política, de periodismo, de las artes... Renovemos, renovemos y renovemos: el Evangelio nunca se queda antiguo, siempre es nuevo.

Si la Iglesia vive un tanto desfasada es normal si evaluamos el peso que tiene en la sociedad, el enorme engranaje que posee y la gente que carga a sus espaldas en esta Vía Dolorosa de preciosa comunidad directa hasta los cielos. Pero catequistas, los que a veces creemos que venimos de vuelta de todo, la mitra también la llevamos nosotros. La democratización de la Iglesia de Pedro nos hace tan partícipes como culpables de sus errores: su responsabilidad es la de cada uno de nosotros, y somos nosotros los encargados de reconducir, de defendernos con armas limpias, de abrir los oídos para escuchar lo que nos grita el planeta.

Catequistas como yo: la solución no está en poner barreras, sino en encontrar los rayos de luz del otro lado del muro y abrirles paso para que entren en este hermoso proyecto. Si sentimos que nos alejamos del mundo actual, algo estaremos haciendo mal. No creemos periódicos sólo para católicos, eso es como si para sentirnos integrados nos separáramos cada vez más; no creemos partidos políticos, no pongamos trabas a los que no creen como nosotros, no nos distanciemos y nos sumerjamos en la cueva. Nadie nos persigue: no hay necesidad de catacumbas en el mundo libre. Seamos predicadores de la Buena Nueva (Buena porque es hermosa y adora por encima de todo al Ser Humano y a la Creación, y Nueva porque siempre resiste a los tiempos, porque su mensaje es universal y trasciende todas las eras y gobiernos).

Somos afortunados de poder clamar a los cuatro vientos un mensaje tan prodigioso, pero a veces nuestro conformismo, paradójicamente, nos hace decir que sí sin pensar, y con ello perdemos el entusiasmo y la lucidez para transmitir Vida. La Vida que reside en la alegría y en la sencillez de ese mensaje que vive en el HOY, en este preciso momento, y que siempre es moderno y avanzado.

Pero nos empeñamos en rizar el rizo, en poner el pan de oro por encima del servicio, el incienso por encima de la mano agrietada por el trabajo. Y por eso, además de cristianos, tenemos la necesidad y la obligación de ser profesionales libres, porque seguir a Cristo es libertad. Y podemos ser médicos y no asistir a manifestaciones del Foro de la Familia y creer que el debate es el camino, y podemos ser periodistas y saber que la Iglesia se equivoca y que los medios de la Conferencia Episcopal le hacen más daño a la sede de Pedro que favores, y podemos ser maestros y enseñar a los herederos del mañana algo más que el Padre Nuestro, y educar en valores y en que el servicio es la base de nuestra fe.

Podemos ser marionetas que asienten por costumbre o podemos ser auténticos, despojarnos de la máscara y convencer no con literatura y boato, sino porque realmente nos arde el fuego del Evangelio en el pecho, y nos duele la responsabilidad. Sólo podemos seguir adelante: no dejemos que el Amor con mayúsculas desaparezca porque preferimos encerrarlo en una jaula antes que exponerlo orgullosos al mundo.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Castigao a pensar

Recuerdo de pequeño que, había en ocasiones que la manera más trágica de ser castigado era la de que te mandaran a pensar a un rincón o a tu cuarto. En aquel momento era lo más aburrido que me podía ocurrir, pero ahora soy el que de manera voluntaria me autoenvío a pensar a veces, en este caso al Rincón del Café.


Esta noche me han mandado a pensar. Como un castigo, el pupilo ha mandado a pensar al maestro, el acompañado al acompañante. Como debe ser. Tanto aprende el mayor del pequeño como el pequeño del mayor, la verdadera enseñanza es en las dos direcciones: nadie tiene la verdad absoluta ni conoce la perfección.

Un día largo en el que he aprendido que, por este año, ya había agotado toda la buena suerte (demasiada he tenido, diría yo), y que tendré que esperar al 2010 para poder seguir siendo afortunado, al menos en lo académico. Y termina el día, agotado, abatido, y me echan una bronca con más razón de la que soy capaz de admitir.

Me diagnostican un grave trastorno de absorción por parte de la sociedad. Un asentimiento por costumbre que me puede convertir en una sombra más, en un número más... y un pavor doloroso a levantar la voz cuando hace falta. Como a los periodistas radiofónicos, el momento me pide un cambio de tono, una rebelión contra mí mismo. Evidentemente, no puedo ni debo ni quiero renunciar a lo que soy, pero creo que sí que es un buen momento para dar una vuelta de tuerca más, y por eso estoy aquí, castigado, mirando al Rincón, y pensando.

Esto está claro que es sólo una reflexión en voz alta, una pequeña declaración de intenciones. Lo complicado es ponerlo en marcha. ¿Riesgos? Que la mitad de la gente me odie o me cuestione, y la otra mitad me entienda y le guste. Hay algunos que sueñan con que un día les dé un grito: parece poco pero no saben lo que piden. Muy mosqueao tengo que estar para que deje atrás la diplomacia y me tire a la piscina de la espontaneidad.

Esto ha sido sólo el primer paso. Me queda aún mucho que pensar mirando a la pared. Es lo que tiene los castigos cuando uno sabe que se los merece, que siente una irrefrenable necesidad de cumplirlos.

jueves, 17 de diciembre de 2009

BSO

Abrí la ventana de " nueva entrada" sin realmente saber qué escribir. Tenía ideas, tenía temas, motivos, personajes... pero nada concreto. Emociones a flor de piel y pensamientos serenos y razonados. Y sin saber cómo seguir me enfrentaba ya al primer párrafo de aquel texto al que aún no le daba forma. Y de repente, se me vienen a la mente las iniciales de Banda Sonora Original, como una señal del destino.

Llevo días intentando formar una lista de reproducción con lo que quiero que sean sonidos de Sevilla. Pero, como le dije a Laura, no quiero que sean sonidos de la ciudad, a la que echaré de menos un poco menos de lo que esperaba, sino sonidos de los ciudadanos, de los que conforman mi vida cotidiana. Y me pongo a pensar, y me temo que me va a salir más de un CD, porque hay muchos sonidos que recordar.

Y entre ellos, entre el 'Canon' de Pachelbel, 'Beatles' de Pereza, 'la china' de Chema, 'La misión' de Morricone... se me cuela una canción hermosa, sin redundancias ni segundas voces, porque a veces en la simpleza de las melodías es donde se escuchan los preciosos timbres que te dejan absorto. Se me cuela el 'Aleluya de la Tierra', pero no el de Brotes de Olivo, sino el de Luisito y una tremenda voz que era la primera vez que la oía cuando realicé esa grabación. La voz limpia y poderosa de Mari Ro, el sello elegante del coro.

En sus agudos escucho el eco de su paladar, el vibrato de sus cuerdas vocales como el viento que se cuela entre las rocas de un acantilado. Su voz me encandila y me arrulla cuando voy en la bici en las mañanas frías de diciembre y me hace recordar que, aunque el día sea gris y me ponga triste, una voz tan cálida no puede presagiar nada malo por muchas nubes que vistan el cielo.

'Jueves' es en su voz como la tremenda promesa que llega a cumplirse, la partitura que se hace realidad, la letra tierna y melancólica que en su voz suena a milagro y no a tragedia. A través del mechón travieso de otoño cobrizo que vela tu frente, se escapa tu inseguridad, tu miedo, tu pavor a proyectar la voz ante el auditorio, y te vuelves enorme. Desde la sacristía puedo ver como la luz no hace falta: tú sola eres toda la luz que necesitas para hacerte ver en el sendero más oscuro. Con la lámpara de la inquietud, de la curiosidad y de la ilusión empapas cada rincón de la sala en la que te encuentres, iluminas cada proyecto haciéndolo una dulce locura, una frágil utopía que está al borde de desvanecerse.

Y si te cierras en banda, tus silencios son tan poderosos como tus palabras, son grandes y lúcidos, como estrellas. De acompañada tímida a imprescindible, como mis alegrías, en este 2009 te has ido haciendo más y más fuerte en mí. Con la misma garra que Mary Jane la de Spiderman te has colado en mi vida por una puerta inesperada de San José del Valle, en una capilla leyendo 'Los Hermanos Karamazov', en una iglesia gótica burgalesa dando clases de órgano, sumergidos en una piscina en agosto entre dudas, en una bocacalle de la Alfalfa probando la gentileza y las bondades del vino fresco... Como tú bien dices, "yo soy nuevo", pero para mí eres tú la que ha irrumpido de golpe, con tu melena zanahoria brillante, tu contagiosa sonrisa y tus ladridos que te avergüenzan en cualquier cafetería de Triana.

Eres probablemente la que más empujones me ha dado este año para avanzar, la que ha hecho de cada instante una razón para recordar,la que me ha devuelto al Universo Disney, la de la voz que llevo en la cabeza, como una preciosa Banda Sonora Original, de nuestra pequeña vida en común, de nuestros tesoros escondidos y sellados en cada segunda voz de canción, en cada bocanada de aire antes de comenzar a entonar, en nuestros suaves cabezazos para indicar las entradas en cada obra. Banda Sonora Original de los momentos que llevo a tu lado, y de aquellos que nos quedan aún por vivir, sabe Dios dónde, allá donde haya una excusa para reírnos, para chutarnos en vena esa droga tremendamente adictiva a la que estamos enganchados: la Música. Porque con la Música somos más felices y mientras haya acordes en el aire, y el hermoso clamor de tu voz en el vacío se haga fuerte hasta atravesarme una vez más y herirme de nostalgia, habrá una razón para pensar que los sueños no existen, porque son nuestra realidad.

Me llevo tu ilusión a los madriles, la fuerza arrolladora de tu mirada, la paz de tu canto y la alegría de tu risa, porque aunque sea el nuevo, el último en llegar, sé que cuando te veo en la puerta de la parro un viernes cualquiera, pase lo que pase todo irá bien desde el primer 'hola'. Eres como un grito de júbilo enmarcado en la timidez de un suspiro. Eres la única que me ha hecho comprender que el "Aleluya de la Tierra" no necesita una segunda voz si es la propia voz de la emoción la que lo entona, como en esa grabación que me acompaña en mis viajes en bici. Esa grabación, parte importante y emotiva de esa BSO que me estoy montando. Tú si que eres Aleluya, Aleluya en Mi Mayor, Mi Mayor y más valioso descubrimiento de este año.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La distancia es el recuerdo

Dicen nuestra cultura popular y un par de canciones antiguas que la distancia es el olvido. Pero como he aprendido en este intenso año, muchas de las afirmaciones generales que se hacen a veces se ven superadas por la propia realidad. Nunca puede darse nada por hecho, porque te cierra muchas puertas.

Hoy os quiero contar una historia de distancia, la que va precisamente de Nervión a Aluche, del portal de enfrente de mi casa a un barrio obrero del oeste de Madrid. Mi tocayo, con el que comparto vistas, informático, desea que haya alguna manera de que las ventanas del Messenger y del chat permitan meter la mano a través de la pantalla y acariciar la mejilla de ella, que desde su ordenador, toca suavemente las teclas como si lo que le escribiese se lo susurrase al oído. En sus casas sólo el silencio y la tímida esperanza de que, si se mantienen callados al máximo, puedan escuchar la voz del otro.

Han soportado las embestidas de los años, las épocas de exámenes, los meses completos sin verse, conformándose con las conversaciones por teléfono. El pitido del móvil acelera el corazón, porque están enamorados de su voz, del aire que sale de su boca, de los suspiros cuando se recuerdan los 500 kilómetros de amor asfaltado de sur a norte y de norte a sur. Un rosario de momentos que construyen una relación de años que parece no tener fin.

No son como los demás. Quedan para hablar, para escribirse, para reencontrarse en el ciberespacio, en la calidez de un teléfono a trompicones, plantando cara a la falta de cobertura. Los minutos y las horas del día a día, la compenetración de sus encuentros hacen posible que no se cierre nunca la herida. Dicen que la distancia es el olvido, pero en este caso la distancia no es más que el recuerdo. La brecha que se abrió hace años con un cruce de miradas en un monasterio de Burgos sigue abierta, al rojo vivo, caliente por el recuerdo y la esperanza. En ningún momento se les va de la cabeza que a dos horas y media en tren hay una parte de su ser viviendo otra vida distinta, con paisajes diferentes y rutinas desiguales.

Los verás empañar los cristales de un autobús a golpe de suspiro, ansiando que concluyan las 7 horas que los separan. La Nacional IV es la vía dolorosa de sus inquietudes, y la Estación del Sur y Plaza de Armas, el escenario de sus emociones a flor de piel. Comedia y tragedia, como todo en esta vida, con la banda sonora de un tubo de escape rotundo y grave, que se lleva al amado a su tierra vacía. Una lágrima en el adiós, las caras se vuelven espejos reprimidos del alma, y un "hasta luego".

Esa misma noche los verás de nuevo, extasiados, nostálgicos. Él acariciará su mejilla a través de la pantalla, se enredará su pelo entre los dedos. Ella cerrará los ojos y escribirá acariciando el teclado, como si le susurrara al oído mientras puede sentir su olor y el calor de su piel. Los 500 kilómetros desparecen de nuevo, como si nunca hubiesen existido, y vuelta a empezar. Los enamorados no sienten la distancia, porque para ellos no importa ni el tiempo ni el espacio, y el olvido se transforma en recuerdo que vive siempre, siempre en el presente, como un día que nunca acaba. Amor de película, de ese que te devuelve la ilusión aunque las cosas vayan mal, de ese que demuestra que la utopía, de vez en cuando, se vuelve realidad.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Jose

Fue una de mis primeras consagraciones. No se me ocurría qué podía interpretar en aquellos escasos dos minutos que duraba, y no era momento para gloria, sino para esbozar un tema. Mi cabeza se encontraba en aquel momento en esa marcha que no termino se componer (fuiste tú el que me llevaste a Cigarreras, ¿te acuerdas?), y la música de Semana Santa era mi banda sonora diaria. Se acerca el momento, la gente se arrodilla y ya no hay tiempo: como quien no quiere la cosa empiezo a tocar el tema repetitivo y profundamente comercial de ‘Caridad del Guadalquivir’. Ahí fue el momento en el que recomenzamos, el ‘rewind’ de nuestra cinta que había empezado a sonar a trompicones. Rebobinamos y volvimos al inicio, un apretón de manos y una frase echándome en cara lo que había tocado (“¿cómo se te ocurre tocar eso? ¿No había otra marcha que tocar? “). A la semana siguiente inauguramos nuestros lazos musicales, aquellos que habíamos olvidado desde que éramos pequeños en el cole. Yo toqué el solo de ‘La Madrugá’ de Abel Moreno y comenzamos a hacer las paces, unas paces que se consolidarían semanas después cuando tocamos en aquella convivencia el ‘Canon en Re’ de Pachelbel, la prodigiosa pieza que interpretaríamos una y otra vez, sin cansarnos de ella, porque son 3 minutos perfectos, y es inevitable que, como me pasa con Lucho, no te recuerde cuando la escucho.

Aunque te duela, quienes te conocen bien saben que eres tan bipolar como yo. Lo mismo conmueves con una prodigiosa frase inesperada, de esas que a mi sólo me salen a veces y, si acaso, por escrito; que eres la alegría de la fiesta, el jolgorio, el que me hace reír sin parar. Pero eres estable, macizo, enérgico y valiente, y por eso no te rendiste cuando el examen más importante de tu vida te daba la espalda, y volviste tres veces, porque a la tercera va la vencida y porque para ti las caídas sólo significan una oportunidad para coger impulso más fuerte y levantarte más erguido, para levantar más la cabeza, henchido de orgullo y demostrar que las obras en esta vida pasan por encima de las palabras.

Volviendo a las consagraciones, era hace una semana cuando mi locura se topaba con la realidad, con el brusco despertar del sueño, con el disgusto del auditorio ante la novedad. Y por eso ‘El Padrino’ fue un encontronazo. Pero me sorprendo a mí mismo discutiendo, reivindicando, queriendo enfrentarme al que no ha comprendido que esto no es un juego, que es un paso adelante, que es decir no al pasado y abrir las puertas de par en par al futuro. Y no me conozco reivindicando lo que creo justo. Y me doy cuenta de que eso, a mis 23 años, lo he tenido que aprender de alguien, de alguien con una personalidad arrolladora que me ha llevado por delante mientras no paraba de crecer, que me ha cogido como una alforja bajo el brazo y me ha llevado en volandas a un estadio superior de mí. Alguien con el que ya apenas puedo discutir, porque me ha ido convenciendo poco a poco de que se merece mi respeto y mi credibilidad.

Contigo he pasado del “ni de coña” al “¡vía libre!”, porque siempre tiras del carro y nos llevas en brazos a los inseguros si hace falta. No te rechisto, ni me indigno, ni me siento ridículo cuando suena un eructo y corriendo me llevo el pulgar a la frente y digo “bocio” como el que le va la vida en ello. Ya no me quedan dudas, ya no eres aquel chavalito al que le guardaba rencor porque hablaba con todos de sus temas personales menos conmigo, que era su acompañante. Me quedo con el Jose del último espino, de la acogida populosa y divertida, del “Jesús Buen Amigo”, de ese torrente de voz inmenso, que llena los corazones helados como el mío y que me obliga a apretar las manos para no emocionarme demasiado. Me quedo con el Jose de los abrazos inesperados, con el que toma las riendas de todo en los momentos de crisis, con el que se cabrea y al que le doy una palmadita en el hombro para que se calme, con el que sabe entender una indirecta de este blog cuando hace falta, con el que me saca dos cabezas pero no me mira con soberbia, con ese al que ni la Medicina es capaz de explicar por qué no le cabe el corazón en el pecho.

Tú eres al único al que no pude mirar directamente durante la gran sorpresa del concierto, durante la canción, porque sentía que si me daba cuenta de lo importante que se había hecho para mí aquel chico hiperactivo y respondón que pasaba de mí descaradamente meses atrás, sería otra espinita con la que marcharme a Madrid. Y eso que rezaste y pataleaste cuando te diste cuenta de que los resultados de las pruebas del master eran positivos. Qué le vamos a hacer… Puede que la próxima vez sea necesario que vuelva a tocar ‘Caridad del Guadalquivir’, o que directamente sean los acordes de ‘La Misión’ los que nos hagan reunirnos de nuevo, como sucede en las películas, en esas escenas en las que de repente, pasan los otoños, pero los personajes se dan cita en el mismo lugar, más curtidos y más viejos, con el brillo en los ojos y la sonrisa rompiendo los labios. Puede que la música no pare, y que el ‘Canon’ me acompañe, como tu banda sonora particular e intransferible, como guardián de lo que quiero que sigas significando para mí, y me diga desde mi reproductor “Vuelve”.

¡Qué dilema el nuestro…! Del sí al no, del silencio a la palabra, de la indiferencia a la sonrisa, de escuchar tus faltas a contarte las mías, del adiós al hasta pronto, de la música…a la Música. Me pregunto cuántas cosas me hubiese perdido si no hubiese existido ‘Caridad del Guadalquivir’, si no hubiese sido acompañante de los antes desheredados, ahora Herederos del 89, la oveja dada por perdida que volvió al sendero ella sola, superando las cercas, ignorando los peligros, y se hizo valer ante el resto del rebaño ganándose el respeto negado.

Me has empapado de ilusión y de emoción por cada gesto, por cada segundo, y ahora me dejas marchar, lejos, allá donde no hay misas rocieras, ni arpa en la consagración, ni pipas en la puerta de la parro, ni cumpleaños sorpresa, ni noches de cervecitas y claras, ni reuniones hasta la medianoche. Tan mía es la culpa como tuya, Joselillo. No puedes pretender entrar en mi vida como un torrente, como un viento que se lleva todo lo malo de mí y sólo deja lo bueno, no puedes regalarme momentos tan increíbles y pretender que no te escriba una entrada de cuatro folios, no puedes dejarme tan impresionado y ahora pretender que te olvide. No puedes (y eso que con tus ganas de crecer lo puedes casi todo), no puedes ser tan grande, Jose, y pretender que no te lleve conmigo en el alma por muy lejano que esté mi destino.


miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ocasiones especiales

Quedan días para marcharme, y hoy hablando con un amigo, me doy cuenta de que para mi mente y mi concepto ordenado de la vida, sólo se escribe una entrada en este blog cuando hay una "situación extraordinaria", una ocasión especial. Eso me ha dado que pensar. Pienso entonces que los que permanecen a mi lado día a día y no se marchan ni vienen de visita, ni me acompañan en los viajes ni dirigen cualquiera de las entidades a las que pertenezco, no tendrán una entrada propia aquí nunca.
Hoy ha sido un día con demasiado tiempo libre y mucho silencio, por lo que mi reproductor de música pone las canciones más lentas y tristoncillas que hay. Mientras las escucho voy viendo fotos, busco en los cajones cosas que me gustaría llevarme a Madrid y decido algo: ya que me quedan semanas, voy a escribir algunos recuerdos cada día en esta página, sólo porque sí, no porque haya una ocasión determinada. Hoy empiezo con el que me ha hecho pensar.


Una vez me dijiste una frase en el ruido de una discoteca oscura de Graná: 'No te escogimos por tus conocimientos musicales, sino más bien por cómo eres, porque sabemos que contigo no vamos a tener ningún problema'. En aquel momento no contesté, me quedé sólo asintiendo en silencio apoyado en aquella barandilla de Granada 10. Hablábamos de un proyecto, un sueño por el que aún peleas: Lemon Code.

Desde que me lo dijiste me contagiaste tu entusiasmo, cada frase que dices es un empujón hacia delante, una bofetada de autoestima. Y lo sigue siendo.

Recuerdo nuestra primera charla en serio. Tú eras miembro de los desheredados del 89, y yo el encargado aquel verano de 2007 de cuidar de vuestra fe. ¡Qué grande me venía aquella empresa! Prácticamente érais sólo dos los que hablábais en el grupo (el otro no te costará adivinar quién es), y vuestro espíritu reaccionario me traía de cabeza. Así que, en el descuento, decidí mantener unas dos o tres conversaciones con algunos de vosotros, no sólo para ver si la cosa era tan desastrosa como a mi me parecía, sino también para intentar comprender lo que pasaba por vuestra cabeza. No pude quedarme más sorprendido... Aquel personaje de pelo rizado que parecía no tener arreglo era muy distinto a como me lo habían pintado. De repente me encontré con una mente despejada, a la que le inquietaban demasiadas cosas y que no paraba de buscar respuestas. He de admitir que aquella tarde por los trigales se me pasó volando.

A la vuelta a Sevilla los temidos "desheredados" se convirtieron en un eje primordial. Demostraste que merecías un hueco importante en todo proyecto destacado, y dejaste con la boca abierta a más de uno.

Poco a poco te has colado en momentos memorables... ¿te acuerdas de aquella noche intentando cogernos la papa con aquel pacharán de Trigo en la convivencia? Al final le pusimos la botella a Anita bajo el brazo dormida para que la encontraran a la mañana siguiente, o la foto recién levantado a David que no tardaste en colgar. Las tardes de frustración de coro y las noches de septiembre cuando ambos teníamos que estudiar pero seguíamos charlando por tuenti a pesar de todo. Por no nombrar aquella noche de espino en que fuimos a despertarte a las 4 de la mañana simplemente para comentar los grupos y los acompañantes de este año.

Tú inspiraste la entrada de la furgoneta Volkswagen que hay en esta Mesa del Rincón, porque nunca te cansas de soñar, y donde yo pongo un imposible, tú pones un '¿y por qué no?'. Pasan los años, y me doy cuenta de que aquel chavalillo al que siguen llamando 'gitano' es mucho más de lo que parecía. Eso me pasa por dejarme llevar y hacer caso a lo que cuentan las malas lenguas, sin saber que la experiencia todo lo sana.

Este mismo verano, en una de mis múltiples resacas nostálgicas postviaje, te dije que te echaba de menos. Probablemente nunca me creíste. Pero es que cuando las cosas se hablan contigo todo parece más fácil: en ningún momento dudo que tengan solución. Tú me devolviste de nuevo la música a la cabeza, me hiciste recordar lo que me gusta dos años después de dejar las aulas del conservatorio, lo esencial que es en mi vida, y me abriste los ojos al rock y al pop de verdad (es inevitable acordarse de ti cuando escucho 'Beatles' de Pereza).

Fuíste el artífice intelectual de esta euforia en la que aún vivo. Si no me hubieses devuelto la Música no habría recuperado la locura, ni Sevilla 28 sería hoy el fantastico grupo de amigos que se reúne cada domingo, martes, jueves o sábado para disfrutar tocando y reírnos. Sin ese momento en el que me devolviste la ilusión no tendríamos página web, ni se me habría ido tanto la cabeza organizando el concierto de las Bandas Sonoras. Sin tí no habría 'Dejo en tu cruz' ni ese cálido sonido de armónica al final del Te Amo Señor. ¿Aún crees que una frase no puede mover el mundo?

Crees que no te mereces nada y te lo mereces todo, porque llevas la modestia como arma arrojadiza. El protagonismo no se hizo para tí, pero quizá por ello para mí eres más protagonista, y cada vez que te embarcas en algo lo haces intuitivamente, porque lo que te mueve es la pasión. Te encantan las cosas que haces, la guitarra es tu Mesa del Rincón particular y en ella vuelcas lo que eres y lo que te pasa por la cabeza, en ella te desahogas, y es tu manera de gritar y de cantar a gritos.

Por todo esto, y porque hoy no es un día especial ni nada, simplemente porque te lo mereces y llevaba mucho tiempo intentando darte el espacio que te has ganado, aquí van estos parrafitos. Y como no te creíste que te echaba de menos este verano, te lo vuelvo a decir: aún no me he ido y ya sé que no habrá sustituto posible que cubra tu hueco en los madriles. Los locos como tú, Lucho, sólo se encuentran una vez en la vida.

martes, 8 de diciembre de 2009

Contracrónica: Me quedo... contigo

Para quien no lo sepa, soy bipolar. Así que ahí va la contracrónica. Me resigno a pensar en lo que se me va, en lo que dejo, en lo que olvido. Pero esta vez no ha sido una visita, sino una acogida, y con ella de la mano un reencuentro con lo bueno.

Me quedo con tu pasión por el Youtube.
Me quedo con tu "quée??" emocionado.
Me quedo con tu cara de concentración cuando cantas y cuando tus dedos se desplazan por las teclas del piano.
Me quedo con tu Prositivismo, esa teoría magnífica que me recuerda que el mundo no gira en vano y que es mucho mejor disfrutar de una conversación que hacer fotos del paisaje.
Me quedo con las canciones de Berto mientras nos arreglamos para salir.
Me quedo con que todo te parezca bien y te sea tan difícil verle el lado negativo a las cosas.
Me quedo con esa devoción que vas provocando allá donde pisas.
Me quedo con la sencillez de tus maneras, con tus silencios modestos y tu voz modulada hacia el oriente granaíno, con ese soniquete que adopto en los finales sólo minutos después de volver a verte.
Me quedo con esas 'conversaciones del amanecer' que están empezando a ser costumbre.
Me quedo con tu chándal como prenda habitual.
Me quedo con el ambiente tan cálido que creas cuando estás presente, esa sensación general que nos hace ser más piña simplemente porque tú estás aquí.
Me quedo con nuestra rutina de ventanita de chat del tuenti, con que no te creas cuando me enfado, porque realmente no me enfado.
Me quedo con las lágrimas que pudieron ser y no fueron.
Me quedo con las frases que me dices y que me descolocan, porque demuestran que tu cabeza es más rápida y tu corazón más abierto que el mío.
Me quedo con el tintineo de unas llaves que cambian de bolsillo cuando cae la madrugada de vuelta a casa.
Me quedo no sólo con lo que eres, sino también con lo que puedes llegar a ser.
Me quedo con tu despedida rápida, porque no me da tiempo a pensar lo que supone, y permite que me llames Miguelito Norris.
Me quedo con esta acogida, porque vaya si ha llovido desde la Pascua y quién nos lo iba a decir...
Me quedo con tus 'oles' y tus argumentos que me hacen crecer.
Me quedo con todo lo que llevo aprendido de ti y lo que me queda.
Me quedo con estos días y miro el calendario a ver cuando los sevillanitos nos podemos escapar.

En definitiva, Maravilla, me quedo con una sonrisa, porque me quedo contigo.


*Y ahora quien lea las 2 crónicas que van de la pena a la alegría, entenderá un poco mejor la locura que alberga mi cabeza.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Parentescos buscados

Mantener los lazos con los que queremos a veces es complicado. No hay nada tan satisfactorio como crear un lazo artificial, no obligado por el nacimiento, y mantenerlo a toda costa: cueste lo que cueste. Vas creando hermanos, padres, primos, cuñados... Y quieres aferrarte a ellos como a un clavo ardiendo, sabiendo que el camino será largo, pero que merecerá la pena.

En la ruta tortuosa habrá problemas, dolores, decepciones y silencios. Pero los sinsabores son los que nos ayudan a pasar página, a avanzar, a sacar una sonrisa cuando contienes la respiración para que nadie se dé cuenta de que si expulsas el aire soltarás las lágrimas que nublan tu vista. Los parentescos fingidos son el mayor gesto de que la familia no entiende de sangre ni de apellidos. La familia representa a aquellos que aman incondicionalmente, a aquellos que no valoran los silencios sino que recuerdan las palabras por los siglos de los siglos. Los recuerdos se graban a fuego en el alma, como un tatuaje que duele y se irrita cuando aquel o aquella que lo provocó se olvida de nosotros, cuando lo sentimos lejos.

Mi familia buscada, aquella que he repartido por las calles de Sevilla, fuera de mi ciudad, al norte y al este de la península, es aquella de la que me tengo que separar, poco a poco... Como el que deja el tabaco, me resigno. Un año sin posibilidad de viajar, con un horario intenso a 500 kilómetros de Sevilla. Este año pondrá a prueba los parentescos, me hará ilusionarme cada vez que suene el teléfono, cada vez que abra el correo, cada vez que suene el pitido inocente del móvil que avisa de un mensaje. Quiero que, ahora que voy a estar tan lejos, sienta esos lazos más cerca que nunca, como si los contemplara reunidos en torno a mi.

Hay gente que pensará que esto es una estupidez, pero hay determinadas personas que, inesperadamente, se convierten en imprescindibles. Y como decía Jack Nicholson en 'Mejor Imposible', el motivo por el que las quiero como las quiero es que "me hacen querer ser mejor persona". Me han enseñado lo que no podría haber aprendido ni en las aulas de la facultad, ni en los pasillos del colegio, ni en los auditorios del conservatorio. Me han enseñado a aferrarme a esos parentescos a los que nos vamos atando conscientemente, y a besar mis cadenas, las que yo mismo me puse. Las cadenas que me harán sentirme más cerca de ellos cuando los kilómetros sean un obstáculo y los suspiros más frecuentes, cuando las voces al teléfono se vuelvan más cálidas y los privados me transporten a la vida que dejé.

Hoy se marcha uno de los eslabones de la cadena que me ata a mis sueños, y por eso me aprietan hoy un poco más las muñecas por esta nostalgia que ya empieza a convertirse en una costumbre. Aprieta fuerte, hierro helado. ¡Qué pronto hemos empezado las despedidas y qué poco tiempo me queda para recubrir de acero mi corazón y mis recuerdos!. Benditos parentescos... hermanos en la lejanía y en la cercanía, como voy a echaros de menos...

jueves, 3 de diciembre de 2009

La ciudad más bonita del mundo


Me llega uno de los cientos de eventos que circulan incansables por el tuenti. La verdad es que me llama la atención, ya que me lo manda un granaíno y dice en su lema "vota por Granada como la ciudad más bonita". Intrigado, entro y leo la descripción del evento. Resulta que piden como si les fuera la vida en ello que voten a Granada en una encuesta con una labor tan concreta como elegir la ciudad más hermosa de España. Pero lo que me intriga aún más es que hablan de que Sevilla está la primera en el ránking, y que Granada tiene que estar la primera. Absorto, me quedo pensando por qué un granaíno manda a un sevillano una invitación a enterrar a su ciudad natal. No lo comprendo, y por ello pongo un comentario en el tablón de manera inocente.

Cierto es que Sevilla no es la ciudad perfecta, pero los lazos emocionales que me unen a ella la hacen para mi la ciudad más hermosa del mundo. Evidentemente, me encanta Granada, y Madrid, y Londres, y Roma... pero Sevilla es una urbe en la que confluyen niveles de belleza bastante altos, armonía, riqueza artística y un clima que acompaña.

Prosigo, y comienzo a leer los comentarios que siguen al mío, y en ellos noto un odio feroz hacia Sevilla y, en especial, hacia los sevillanos. He de admitir que me duele: yo adoro Granada. Los granaínos que comentan (no todos) se ceban con una ciudad que no les ha hecho nada. Uno con nombre de yonqui desalmado (para criticar sí que nos ponemos nombres falsos en las redes sociales) justifica el odio a mi ciudad remontándose a la época de Fernando III y explicando cómo el rey taifa de Sevilla intentó aliarse con un homónimo de Marruecos para ocupar el reino nazarí. Si me hubiera cogido en un buen día, diría que es envidia, que no pasa nada... pero es que tanta imbecilidad me supera.

O sea... no somos capaces de estudiarnos dos siglos de Historia para selectividad, pero ahora no nos importa remontarnos a la Edad Media simplemente para hacer daño o para justificar nuestras gilipolleces. Es como si los latinos siguieran cabreados con nosotros por la evangelización del Nuevo Mundo, o los alemanes le guardaran rencor a los rusos por lo del Muro de Berlín. Ridículo. El mundo sigue, los siglos avanzan, y las gentes cambian. Es una tremenda gilipollez y una muestra de ausencia de inteligencia odiar a los tataratataranietos de Don Pelayo o de Hitler por lo que hicieron. ¿Nuestra incultura es la bandera que esgrimimos para defendernos? ¿Es nuestra aspiración del día de mañana ser máquinas de una cadena de montaje: perfectas en la ejecución de una sola cosa pero inútiles e incapaces de pensar por nosotros mismos? ¿Nos vale cualquier argumento para dañar al que está enfrente?

¿Tiene sentido esta pelea? Me parece una de las más soberbias estupideces que en un mundo cada vez más globalizado, pretendamos separarnos cada vez más acentuando nuestras diferencias en lugar de las cosas que nos unen. A los andaluces, orientales y occidentales, nos unen la gastronomía, el arte, el mudéjar como estilo, la herencia de los patios frondosos de macetas que cuelgan y fuentes que cantan en la sombra de un claustro. Nuestro cante suena a todos los palos posibles del flamenco, en música tenemos nuestra propia escala, internacional por los siglos de los siglos, fue hogar y patria del destierro de poetas de todas las épocas, de ella salieron las más hermosas historias y, allá donde vayas, a España se la identifica con las raíce de la cultura andaluza. Fueron los mismos romanos los que inundaron la Bética de sus templos y calzadas, igual de enamorados de la tierra estaban los árabes que levantaron la Alhambra, la Giralda, la Mezquita de Córdoba o la Alcazaba malagueña; Lorca no entendió de distinciones cuando le cantaba a Sevilla, a la ciudad califal o a la Graná de sus amores. ¿Qué sentido tiene ignorar 30 siglos de Historia sólo por resaltar una anécdota? Gente como el yonqui desalmado son los que hacen que, más allá de Despeñaperros, sólo se hable de nuestros tópicos y de nuestros rencores internos. ¡Cómo nos echamos tierra sobre nuestro propio tejado!

Así que esta entrada va dedicada a todos aquellos granaínos, cordobeses, madrileños, londinenses, neoyorquinos, pekineses y demás gentilicios de la Tierra que se dedican a crear más fronteras (sólo a ellos) y que son muestra de que hay personas que no deberían ni siquiera tener derecho a abrir la boca. Para todos aquellos que ni siquiera han pisado el valle del Guadalquivir pero hablan con "absoluto conocimiento" de nuestras miserias, decirles que son el reflejo de una sociedad cada vez más ignorante, huraña, déspota y desequilibrada. Una parte de la sociedad que pronto se extiguirá por su propia mano, porque la forman seres carentes de lógica vestidos de palabrería pesante y vacía.

A todos aquellos que quieran seguir votando en la encuesta y creyéndose más demócratas por ello, adelante. Pero que sepan que los compadezco, porque los que pretenden separar a los pueblos son los culpables de aniquilar su identidad cultural, y con ella, la verdad sobre quiénes somos. Como comprenderéis, no he votado en esa encuesta creada por un 'freak': ya hay mucho borrego suelto dispuesto a pisotear al hermano porque sí para sentirse un poco menos atrapado en la maraña del siglo XXI.

Al fin y al cabo, en la vigésima conmemoración de la caída del Muro de Berlín, ¿qué importa lo que nos une como hermanos, si podemos levantar nuevas barreras que nos hagan olvidar que el que un día fue amigo ahora es sólo un extraño al que damos la espalda?