martes, 19 de mayo de 2009

Adiós, amigo Mario


Pocas veces me sucede, pero cuando pasa es como una espinita que se clava en el corazón. Ayer me enteraba de la noticia, el padre del optimismo sencillo, el poeta sudamericano Mario Benedetti, nos dejaba para subir al Parnaso.

Gracias a mi profesor de literatura, Miguel Guerrero (un amante de los versos al que le cortaron las alas, desencantado con el mundo desagradecido y banal que había relegado la literatura a un rincón del plan de estudios), lo descubrí. Mi profesor solía colgar cada semana en el corcho de la clase un poema de un escritor (le encantaba la poesía del siglo XX), y allí lo dejaba para que fuésemos nosotros los que lo leyéramos en el momento que quisiéramos. Y un día fue un poema del gran Mario. Recuerdo que era No te salves, una prodigiosa retahíla de versos que llamaban a no quedarse inmóviles ante este mundo que puede tragarnos en cualquier momento. Aquel poema se convirtió desde entonces en mi favorito, y suelo releerlo muy a menudo para recordarme que no puedo pararme y adormecerme al borde del camino.

Ayer se fue aquel que me ascendió un estadio en mi concepción de la literatura, aquel que me abrió las puertas de la poesía (grande) sudamericana. Es del único que poseo varios libros, y al único que regreso cuando el día me puede y, antes de dormir, necesito la palmadita en el hombro.

Quién hubiese pasado cinco horas con Mario... ahora sólo nos queda su obra, tremenda, grandiosa, sencilla como una hoja de papel en blanco pero poderosa, clamorosa, un enorme canto a la vida, una epopeya al optimismo más inocente. Aquí os dejo el No te salves, aquel poema que me cambió. Buenas noches, Don Mario.


No te quedes inmóvil

al borde del camino

no congeles el júbilo

no quieras con desgana

no te salves ahora

ni nunca

no te salves

no te llenes de calma

no reserves del mundo

sólo un rincón tranquilo

no dejes caer los párpados

pesados como juicios

no te quedes sin labios

no te duermas sin sueño

no te pienses sin sangre

no te juzgues sin tiempo


pero si

pese a todo

no puedes evitarlo

y congelas el júbilo

y quieres con desgana

y te salvas ahora

y te llenas de calma

y reservas del mundo

sólo un rincón tranquilo

y dejas caer los párpados

pesados como juicios

y te secas sin labios

y te duermes sin sueño

y te piensas sin sangre

y te juzgas sin tiempo

y te quedas inmóvil

al borde del camino

y te salvas


entonces

no te quedes conmigo.

domingo, 17 de mayo de 2009

Final revelador para una noche atípica

Ahora que todo acabó, nos queda la ocasión de preguntarnos qué son las cosas que nos unen y cuáles las que nos separan, y si las que nos separan pueden ganar la batalla y aniquilar esta relación de 3 años.

La pregunta quedó en el aire en el mismo momento en que el Espíritu bajó hasta la parroquia el pasado viernes. ¿Quién se esforzará contra viento y marea ahora que ya no hay fechas fijas en mantener estos lazos? Ya no hay viernes de reunión extenuante, ni quedadas mañaneras de Ikea, ni tortitas en el Vips de critiqueo, ni café en el Coffee & Friends para debatir sobre los niños y su situación, ni cocacolas en el Marbella para hacer lluvia de ideas y montar los temas, ni domingos de catequesis (ya sin resaca de viernes)... Ya hemos sobrepasado las "copitas de después" sean en el Morta, el Táping o Caramelo; y ya ni el primer día después del famoso 15 hemos sido capaces de reunirnos en misa los 6... A mi me sigue amarrando el Coro, el único lazo que me une ahora al edificio en sí de la parroquia, y al que a partir de ahora supongo me apetecerá más dedicarle tiempo. Pero los demás...

Han sido 3 años duros, de desilusiones, agobios, broncas, llantos, alegrías, euforias, hermandad... Nos hemos hecho mucho daño a quemarropa, y nos hemos abrazado como si nos fuera la vida en ello. En estos años he oido probablemente las frases más hermosas que me han dicho en mi vida, y he hecho de mis compañeros (ahora ya 36) amigos auténticos, personas a las que, dentro de mi condición de fatiga insondable, me apetecía llamar a cada instante con cualquier excusa.

Los días han pasado por el foro que construímos en el Tuenti para hablar de nuestras cosas como las estaciones, que se van sin que te des cuenta y sin decir adiós. Poco a poco se han marchado las semanas y no nos ha quedado nada... sólo los domingos vacíos de murmullos adolescentes y de cuadernillos doblados por la mitad que huelen a papel caliente recién impreso. Y ahora sólo el recuerdo.

El sufrimiento nos parece ahora que compensa cada instante vivido con una sonrisa en los labios, cada grito se olvida porque detrás de él hubo una frase de perdón, y cada mirada de agotamiento que intentabas disimular en el grupo, resulta que era tan transparente que los chavales se daban cuenta y te ayudaban a llevar el grupo.

Ser catequista me ha hecho, en cierto modo, más responsable de mi papel en este mundo, más libre y crítico con lo que creo y dejo de creer, más rebelde ante las imposiciones, más revolucionario, como aquel carpintero de Nazareth... Pascuas, convivencias, encuentros, oraciones, Espinos, reuniones, cenas de Navidad. Todo pasa por mi mente como un libro azotado por el viento. Gente que estuvo, que volvió, que me hicieron una grieta que tardó meses en curar, gente con la que choqué y con la que llegué a un pacto de no-destrucción, porque comprendí que podemos convivir a pesar de pensar distinto, gente a la que conocí tarde y a la que creía conocer, y luego resultaron ser sólo un espejismo.

Los años de Juvenal culminaron en la post-cena del sábado. Solos los 3 en un columpio en el que vimos amanecer hablando en serio, tremendamente en serio, de cosas que no nos hubiésemos atrevido a mentar mientras existiese el compromiso de los domingos. Por fin libres de esa necesidad de unión, por primera vez éramos totalmente transparentes, y fue prodigioso. Abiertos de par en par, discutíamos sin importarnos los que dijera el otro, porque sabíamos que ya estaba todo superado, que por mucho que dijésemos, nos amparaban precisamente esos lazos. Nada de lo que habláramos nos haría rechazar a los otros. Por fin, nosotros también, cristianos adultos. Por fin, hemos crecido de verdad, por fin somos grupo.

Los 3 años nos han granjeado seguridad, libertad, claridad, y la riqueza de saber que la tolerancia es la puerta de todo conocimiento. Por eso ya no hay tapujos, sólo realidad (que no verdad). La noche atípica de estos 3 años ha culminado con un nuevo comienzo en el que iniciar una nueva relación. Quizá ese sea el "y ahora qué" que buscábamos, al que pueden unirse esos que ya no nos llaman catequistas, sino compañeros. Quizá este no sea otra cosa que un sueño despierto, pero como decía David...¿y por qué no?

jueves, 7 de mayo de 2009

Otra vez, incertidumbre...


De nuevo todos mis planes se van al traste. De aquel maravilloso mundo en el que yo tenía los másters a mis pies esperando a que echara la solicitud he pasado a un estado desesperanzador. Había hablado con todos menos con los periodistas y mis padres (los que cortan el bacalao, en realidad...) mi futuro, y todo parecía tan claro... Todo estaba prácticamente decidido, hasta ayer a las 7 de la tarde en un Citroën Xsara por la calle Carlos III (paradojas de la vida, la Universidad a la que siempre había querido pertenecer). Esperamos el semáforo ante el monasterio y escucho a Flora hablar del máster que quiere hacer. Como perros esperando su presa, escandalizados, Emilio y Gloria recomiendan encarecidamente a mi hermanita que no haga un máster. Cuentan que Ana también ha rechazado la opción, y que a todo el mundo al que le preguntan, les dice que el máster en este momento es una mala idea. Vuelvo a la vida real y, a pesar de que no acostumbro a hablar en el coche, recupero el aliento. "Pues yo iba a hacer un máster en Madrid". Se hace el silencio. Al momento me repiten lo mismo que acaban de decirle a Flora, y me dan la razón definitiva: en un máster de estos lo que buscas es hacerlo tan bien que tras las prácticas obligatorias, puedas incorporarte a la plantilla de un medio. Pero resulta que los alumnos de los másters están siendo expulsados de las empresas en cuanto acaba el contrato. Mi gozo en un pozo. Lo peor es que llego a mi casa, y me creo que mis padres van a poner el grito en el cielo cuando les cuente que no hago el máster, y después de soltárselo mi madre levanta pacientemente la cabeza y me dice "si, a mi todos a los que se lo he preguntado, me han dicho lo mismo, que no te lo recomiendan". Vivir para ver (para oír en este caso).

Antes tenía tantas opciones que no sabía cuál elegir, ahora ni siquiera hay opciones, sólo un mundo abierto al que lanzarme para que me hieran a quemarropa. Todo ha cambiado en sólo unos minutos... y los de Madrid concertándome la entrevista. Madre mía. Vuelta a empezar con lo que será esta "vida después de la Fcom". Con lo tranquilito que estaba yo ahora...

domingo, 3 de mayo de 2009

Túnez Dreams III : La piscina cubierta y locura en el 4x4

Dejamos atrás el desierto. El autobús se dirige al lago salado de Chot-el-Jerid o algo así. Por si fuera poco, el día se va oscureciendo lentamente conforme el viaje avanza. Yo con la gorra en la mochila y el chubasquero en la maleta... maldito optimismo. Nos bajan en un páramo desolador, en una carretera recta de las que se ven en las películas que no tienen fin. A ambos lados, el horizonte recto, al final de lagunas de sal y fango. La verdad es que no me hace demasiada gracia el paisaje, pero algo nos llama la atención. A un lado de la carretera, una choza con techo de paja llena de rosas del desierto (cristales de sal) custodiada por dos ermitaños cubiertos de piel de dromedario. Nos dicen que el método de compra es el trueque. Mis compañeros se vuelven locos: bolígrafos, barajas de cartas, mecheros, gomas del pelo... todo vale por llevarse los cristales. ¡Hasta un bote de Licor del Polo!

El día continúa con un zoco. Nos acercamos hasta la medina de una de esas ciudades de las que no recuerdo ni tan siquiera el nombre. Voy con Pris intentando hacerme con alguna baratija. El truco es hacernos pasar por hermanos, así ella está protegida y yo gozo de sus tremendas habilidades para el regateo. El secreto está en empezar por medio dinar, lo que hace inmediatamente que el morito le diga a mi "hermana" que está loca, algo que se repetirá en todas y cada una de las tiendas, donde nos iremos forjando enemigos, ya que en la mayoría de ellas, tras discutir durante un buen rato, no compraremos nada. Tampoco ayuda que Gema vaya calentando a los moritos anteriormente pidiéndole también medio dinar por cada cosa que le ofrecen (es una gitana en toda regla, en el buen sentido de la palabra).

Al final compro una chilaba y poco más: el look Lawrence de Arabia del día anterior me ha dejado marcado. Nos llevan a comer al que será nuestro segundo hotel en ruta, hecho a base de apartamentitos que dan a patios comunes. Todo muy mediterráneo (mediterráneo de Benidorm, no de calita solitaria de Almería). Después nos fijamos en que los catalanes han vuelto, y que están rodeando nuestras habitaciones. Los vemos chapotear en la piscina exterior, tiritando por el viento frío que hace. Perilla ha descubierto el pasaje que lleva hasta una piscina climatizada y nos callamos como muertos. Descubrimos un piscinón con una cúpula y zonas de jacuzzi, a la que vamos llegando todos poco a poco. El suelo resbala a morir (recordemos la tremebunda caída de Javi, después de haber advertido la peligrosidad del pavimento varias veces, y viéndonos venir el suceso), y cualquiera se sale de la piscina. Prácticamente estamos los 41 en la piscina, chapoteando como si nunca hubiésemos visto el agua, y empezamos a jugar a "la llevas". Se produce uno de los momentos mágicos del viaje, culminado en una foto que ya pondré por aquí, y en la que lucimos "cuerpazos". Almorzamos. El buffet al que ya nos estamos acostumbrando, pero que le vamos a hacer.

La tarde enfila con el paseo en 4x4. El panorama no promete nada. Hacemos los equipos de los coches. Nada más saber mis compañeros de viaje, ya sé que si no divertido, al menos va a ser sorprendente. El canario, Sherry man, Emilín, Juanjo y Perilla me acompañan en el jeep junto a un moro que parecía tranquilito, pero que luego resulta un desfase. Nada más salir, nos damos cuenta de que el tío conduce como le da la gana (para variar, como Habibe, nuestro conductor de autobús). En el paseo por la ciudad, va a toda leche, haciendo quiebros para intentar atropellar a los peatones, frenando cuando pasamos al lado de mujeres (sea descubiertas o forradas por el velo) para que bajemos la ventanilla y les gritemos y silbemos, acelerando detrás de una motillo pa que se asuste el muchacho, que por poco se cae del ciclomotor de tanto amago de embiste. No me puedo reir más, y todo aderezado por una música pastillera de la que acabamos aprendiéndonos el estribillo. Un tal Hakim, del que nos compraríamos el CD en Sousse, y cuyo tema principal es "Ma ma ma, ay ay aaaa!!". Como veréis, un poeta.

Salimos a la carretera y la cosa se calma, pero llegamos a las montañas. El moro pone la tracción 4x4 y nos volvemos locos: carreteras que serpentean en las que vamos derrapando por el asfalto, recorridos campo a través que amenazan con volcar el jeep entre tanta roca, adelantamientos imposibles... a todo esto, mientras todos los demás coches van en filita india y en silencio, a una velocidad moderada. Vaya viajazo.

Finalmente, con la adrenalina a mil, y unas ganas de hacer puenting o lo que sea impresionantes, llegamos a lo que llaman "la gran cascada". Lo cierto es que son dos chorritos inofensivos en medio de un cañón de piedra caliza. Nos hacemos varias fotos con la cámara de Isa, nuestra fotógrafa de Hinojos siempre mirando a través del objetivo. Mientras tanto, JJ se desnuda en lo alto de un peñasco e imita a Cristo crucificado. Me pregunto qué he hecho yo para merecer tanta blasfemia, pero lo cierto es que en este viaje mi lado escandalizado está anulado por completo por mi lado festivo, así que pelillos a la mar. Cuando subimos de la cascada, tras los matorrales, un hombre con mala pinta acecha con una hoz enorme y una cuerda. Pasamos rápido como si no lo hubiésemos visto, y aceleramos hasta los jeep. No pasa nada.

Nuestra siguiente parada es un oasis. Las palmeras cubren una enorme extensión junto a un pueblo derruído y abandonado hecho de adobe. Paseamos entre los escombros y aprovechamos el silencio. Pris sigue regateando a medio dinar, pero con menos fuerzas.

Volvemos al jeep con nuestro morito. Parecía que no podía haber más sorpresas, de hecho hasta Perilla y Juanjo dan una cabezadita. Sin embargo, a mitad de camino de nuestro hotel, el conductor desfasao decide cambiar de cinta. Nadie puede imaginar lo que va a sonar. El ritmo de rumba que sale de la radio nos desconcierta, pero más nos emparanoya cuando lo que suena es la letra de "Obí, obá, cada día te quiero más" en perfecto andaluz. Nos volvemos locos. El flanco flamenco del jeep encabezado por Perilla y Ale empieza a tocar las palmas y al momento somos todos un cuadro flamenco. Paramos en una gasolinera y los moritos se quedan locos cuando se bajan las ventanillas y estamos cantando a gritos. Volvemos a arrancar y vamos detrás de un autobús escolar: Sherryman va delante y las niñas del bus le hacen señales de que les ha gustado. Primera conquista aunque sea de vehículo a vehículo. Volvemos al hotel con ganas de fiesta: esta noche nos espera la cena bereber en el palmeral, y hay vino gratis. Demasiado peligro veo yo aquí...

sábado, 2 de mayo de 2009

Túnez Dreams II : Andaluces en el desierto

Llegamos a Túnez. El avión toma tierra y unos policías con bastante cara de mala leche nos reciben en un aeropuerto de reminiscencias moriscas (allí no son reminiscencias, son lo típico y cotidiano). Por fin pisamos suelo africano y vamos corriendo hasta el autobús cargados de maletas. Nos conducen hasta el hotel que está a más de hora y media del aeropuerto. Pasamos Túnez y nos enseñan una torre un poco Tim Burton a la que llaman el "Big Ben" tunecino. Será lo único que veamos de la capital en todo el viaje.

Nos habían dicho que no íbamos a encontrar qué comer al llegar a nuestra residencia, pero el hotel nos recibe con un fastuoso buffet para un grupo tan hambriento como el nuestro. Devoramos más que cenar y nos preparamos para nuestra primera noche de fiesta. Nos enteramos que en el mismo hotel se hospedan unos recientemente conocidos catalanes que no nos han dejado dormir en el avión. Una promoción barcelonesa de Ciencias Políticas.

Como siempre, nuestro cuarto, el que habitábamos Pablo, Emilio, Ale (más conocido como Sherryman) y yo; se convierte en el centro neurálgico del botellón. La habitación se llena de gente, de humo, y por supuesto de decenas de botellines de coca cola (tunecina por supuesto) y una fanta que más sabía a Trina o al Tang de naranja de sobre. Los catalanes insisten en unirse a la fiesta, y conocemos a uno de los seres pintorescos del viaje, el brasileño Rodrigo. Con el ordenador Apple en su mano izquierda y la música a toda voz en el iTunes, se pasea por el hotel haciendo amigos. Pasan las horas y después de bailar en la discoteca temazos como "Gloria" (se creían que éramos italianos) las niñas, que comparten la habitación contigua a la nuestra, duermen. De repente, se oye un ruido: nos asomamos a la puerta y vemos a toooodo el hotel entrando en el cuarto de nuestras durmientes compañeras. Abrimos la puerta que conecta nuestras habitaciones y vemos al responsable del hotel, un moro al que luego bautizaríamos como Grifa, intentando quitarle la botella que lleva en la mano el brasileño. Grifa va con una papa en lo alto que no se lo cree ni él, y miramos en derredor, y observamos como a las niñas les acaba de dar una angina de pecho. Grifa se marcha, y con él, el público. Cerramos la puerta y nos quedamos sólo nosotros y Rodrigo. Es entonces cuando escuchamos que dice a las sevillanas un piropo inaudito: "estáis más buenas que ver el Chavo del Ocho bebiendo un Nesquik". ¡Sencillamente brillante!

La noche sigue y decidimos unirnos a la supuesta fiesta que hay organizada en la piscina. En realidad estamos todos los sevillanos excepto un par de catalanes y por supuesto, nuestro colega del Apple. Grifa sigue discutiendo con él mientras se tambalea por la papa, y decide bañarse en la piscina al aire libre. Fue el único momento en que soltó el Apple. Tras los gritos de Grifa para que no se bañara nos trasladamos a un salón, a oscuras, en el que Grifa no sacaba nada de beber (de hecho se estaba bebiendo nuestros chupitos), pero aún así sacaba a bailar al brasileño con una sexualidad ambigua que sólo da la borrachera.

Es en este momento de la noche cuando aparece un personaje que marcaría el resto del viaje; un amigo de Isa que estudia en Salamanca pero que es de Hinojos: José Juan (o JJ). En unos maceteros lejanos montan el belén, y no contentos con eso, se pasea en el carrito de las maletas por todo el salón mientras Grifa le grita que se baje. El momento de tensión viene cuando Grifa le coge del cuello, momento en el que nosotros entendemos que la fiesta va a terminar, por nuestro bien. Volvemos al cuarto tras una ligera despedida y, por supuesto, con toda la papa. Mañana será otro día.

A la mañana siguiente nos recibe nuestro guía: Uni. Como dice Emilio, con el tiempo nos daremos cuenta de que es un hombre bipolar: lo mismo te cuenta un chiste de Lepe que amenaza a José Juan. Yo creo que el licor de palmera y tanta cachimba pueden tener algo que ver... Es domingo, y nos llevan al anfiteatro de El Jem, dicen que el más grande de África y que puede competir con el Coliseo romano. Nos hacemos fotos mil, a pesar de que hay que pagar un dinar para poder echarlas. Un dato curioso: en el pueblo de El Jem no vemos ni una mujer, todos los vendedores y viandantes son hombres, morenos, profundos, y ofreciéndote cualquier cosa por un dinar.

Durante el día, se va complicando la climatología. Y nos llueve a mediodía cuando llegamos a comer a la casa cavernicola, una casita al estilo de las del Sacromonte granadino en la que comemos las ya conocidas tortillas de perejil y pollo que llevamos comiendo desde que llegamos y unos espaguetis picantes que se repetirán a lo largo de los buffet de todo el viaje. Tras esto y un té cortesía de los habitantes de la casa troglodita, marchamos hacia el desierto, donde pasaremosla noche. Sigue lloviendo y rezamos para que no nos coja un chaparrón cuando nos montemos en los dromedarios. Uni nos dice que en el sur no llueve, y para variar, nos echamos una siestecita.


Llegamos al desierto a media tarde. Nos han dicho que aquí es donde se rodó "El paciente inglés", y recordando los paisajes el desierto promete. No tiene nada que ver con el paisaje lunar en el que nos han dicho hace un rato que se grabó "Star Wars"...este desierto es imponente. Nos atavian con una chilaba rayada blanca y negra y nos ponen el turbante. Voy con Copete, porque los dromedarios van de dos en dos. Al principio lo único que pienso es "verás que salgo en Punicheando como me caiga del camello...", pero todo marcha bien. Después de intentar reflexionar con convivencias, pascuas y etcéteras y no conseguirlo, de repente la inmensidad del desierto me deslumbra. No soy capaz de articular palabra en todo el camino. El que lleva nuestros dromedarios nos para en lo alto de una duna y nos bajamos: nada más sentir la arena bajo mis pies me recorre un escalofrío, y el desarraigado paisaje me parece una de las cosas más hermosas que he visto nunca. Chapurreando un poco de francés (mucho mejor Copete que yo) comentamos con nuestro bereber la dureza de vivir en un entorno así, mientras evitamos meter el pie en las arenas movedizas. No se me ocurre nada más que el silencio, y no hablo. Mientras, Emilio e Inma meten sus caras en la arena y salen rebozados: dicen que hasta sabe bien y todo.

Volvemos a montar: nos espera el campamento en el que dormiremos, unas jaimas blancas de lona tapizadas en lana por dentro. Escojemos la 7, en la que dormiremos Ignacio, Emilio, David, Pablo y yo. No sabíamos lo que nos arrepentiríamos...

Cenamos al aire libre iluminados con velas. Todo parece maravilloso y mágico. Tras la cena nos dirigimos a lo que llaman "el bar". Es una choza grande en la que venden cerveza y cachimbas. Nos sentamos en una de las mesas y pedimos una cachimba suavita. En esta noche se producirá el desmadre: sevillanas rocieras y cerveza Celtia junto con cachimbas de vodka nos mantendrán casi hasta el amanecer. Afuera lo inaudito: diluvia en el desierto. El jefe del campamento, un ricachón que nos observa como un experimento, dice que para honrar a la diosa de la lluvia nos invita a todos a cerveza. Os podéis imaginar el aplauso que le dimos.

José Juan tiene su noche estelar. No para de contar chistes e historias que nos hacen llorar de risa: tiene la choza a reventar. A lo largo de la noche, perseguirá a un bereber bajo la lluvia de rodillas a los gritos de "San Juan Bautista, bautízame", y le haremos un exorcismo a Flora mientras duerme (con JJ vestido de cura) que casi terminará en bronca.

No puedo parar de reir, pero todo se me quita al momento. En nuestra jaima, las ventanas están rotas, las mosquiteras también, y las numerosas goteras han empapado las camas dejándolas inservibles. Intentamos moverlas, pero no hay gotera que no nos dé: no tenemos donde dormir. De repente, la salvación viene vestida de cura y nos propone a Emilio, David y a mi dormir en la jaima de JJ, Pris e Isa. No lo dudamos. Aqui viene lo bueno: durante una hora, movemos camas, nos reimos, se va la luz, nos desnudamos, tapamos con mantas las goteras del techo y clamamos a la Virgen de la Bola. Dormimos con una humedad flipante (recordemos que llevamos día y medio sin ducharnos y con la misma ropa...), a pesar de que JJ nos habia arropado uno a uno!!

A la mañana siguiente nos duelen los huesos... pero ha merecido tantísimo la pena, que nos vamos a desayunar con toda la cara de otro y punto. El desayuno se retrasa media hora porque el Uni de los huevos se creía que no nos íbamos a levantar y nos había dicho media hora antes a la real del desayuno. Comemos rápidamente y para ir al autobús, de nuevo en dromedario, pero esta vez empapaítos, porque han dormido a la interperie. Nos despedimos de una noche mágica con el culo como una sopa y el cuerpo cortao. Nos espera un siestón en el autobús, que las butacas no son tan incómodas. Esperemos que el camino sea largo...