domingo, 26 de abril de 2009

Túnez Dreams I : el prólogo del Kabul

"41 Sun Riadh, s'il vous plaît". Así terminó la aventura. El bar del Riadh Palms abarrotado por la promoción tunecina de Periodismo de Sevilla pidiendo aquel cóctel naranja tan extraño que nos había acompañado durante nuestra estancia en Sousse. Pris de fondo animaba a los indecisos con demasiada resaca como para seguir bebiendo: "el último frezizuiiii".

Nueve dias. Nueve días que comenzaron con la estancia de una noche en Barcelona. En un hostal pintoresco a más no poder, europeo e impregnado de un espíritu Beverly Hills que lo flipas, el Kabul. ¿Mi cuarto? Un despiporre. Y más, cuando a las 11 de la noche, creyéndonos que todo está ya tranquilo, suena la puerta. Las niñas estaban con nosotros haciendo botellón en el cuarto con vistas a la Plaza Real, y de repente asoman por la puerta tres guiris de cabello oxigenado, probablemente las más feas de California, y nos quedamos muertos. Son nuestras compañeras de cuarto. Huimos despavoridos botellas en mano hasta el cuarto de Glo, Flora, Inma y Laura. Bebemos rápido y bajamos rumbo a algún lugar no demasiado caro. Por el camino, mojito calentorro a buches, y con nosotros, un americano surfero llamado Matt al que nosotros hemos bautizado como Zack Morris. Por el puerto deambulamos y una chavalilla nos ofrece pintas a un euro: con la mentalidad ya puesta en el regateo tunecino, le decimos que no. La chavala se queda loca, y al momento reaccionamos y nos damos cuenta del chollo. Pasamos la noche en la tasca a chupitos de tequila con el guiri y de pinta en pinta.

Pero la historia no acaba aqui: al llegar al hotel de vuelta nos damos cuenta de que los que se fueron temprano no están. Llamamos y vamos a buscarlos. La sordidez de las ramblas nos coge por sorpresa a Emilio y a mi. Detenidos frente a la Plaza de Cataluña, nos ofrecen de todo de manera alterna. Aqui no hay control, ni un policía, es un terreno sin ley. Los camellos le han tomado el relevo a los mimos y los acróbatas en pleno bulevar. Finalmente encontramos a los demás, y al llegar al cuarto, sorpresa: ¡las guiris han vuelto!. A partir de aqui todo se vuelve turbio, lo mismo chapurreamos inglés con las rubias que nos reimos de ellas en español. Ellas, por supuesto, no se enteran de nada. Curioso cuadro...

A la mañana siguiente, Sagrada Familia y Paseo de Gracia. Nos contagiamos del espíritu de grupo y salimos ya con nuestras camisetas de Túnez. Día tranquilo comparado con todo lo que pasaría después con sabor a bocadillo de butifarra de la Boquería. Pero como siempre, en el momento crítico, llega la emoción: nos perdemos en el metro barcelonés, y queremos asesinar al que diseñó un subterráneo con tantas escaleras. 20 kilos de maleta cargada a cuestas corriendo porque perdiamos el tren. Y lo perdimos. Una hora sentados en el suelo de la estación de Sants esperando a un tren que debe llegar pronto si no queremos perder el avión a Túnez. Comemos frutita para no explotar de nerviosismo e Inma, aprovechando la ocasión, entabla conversación con una mujer musulmana, que nos enseña las palabras básicas para manejarnos en árabe.

Por fin llegamos al Prat, y nos reunimos los 41. La suerte está echada. Va a comenzar el viaje de nuestras vidas con altos pronósticos de lluvia y un elevado índice de ganas de hacerlo inolvidable. Desde las ventanas del aeropuerto vemos el aparato de Air Europa. Estamos embarcando. Hasta dentro de una semana, España.

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