lunes, 12 de abril de 2010

Desahogo

Hay veces que me preguntas aún sabiendo que no voy a responderte. Hay veces que me miras, y no sé ni siquiera qué decirte. Hay veces que te veo, y otras que prefiero que no existas, que tengas que partir para no volver jamás, y me quede yo solo pensando lo que pudo ser.

Te hablo y no me escuchas, y cuando sí que escuchas, no crees que lo que diga vaya en serio. Me tiembla la mano con sólo ver que se abre el ascensor, y que la que aparece reflejada en el espejo enorme y misterioso del cubículo eres tú. Las calles tortuosas se me olvidan los días que tu mente no viaja por la siniestra cara de la vida, los días que recuerdas quién eres y te olvidas de la que te gustaría ser.

Me duele cada mirada, cada gesto con el que te alejas, cada palabra exagerada al máximo como si hubiese una cámara que graba nuestras vidas, cada máscara que llevas cuando los demás están delante y crees que el mundo nos está observando.

Me duele porque quiero, porque yo lo he elegido, o al menos sí que lo ha elegido esa parte de mí que no domino, porque ni siquiera sé dónde reside. Me duele ver que estás tan cerca y tan lejos. Me duele que aparezca una nueva distracción y se lleve tu cordura, que esta semana sólo haya sido un espejismo y que vuelva la tormenta. Me duele estar hablando contigo y tener que pedir con la mirada que alguien me rescate, porque me duele el alma, porque si aguanto un minuto más viéndote convertirte en tu lado oscuro, tendré que cerrar los ojos con la ilusión de que desaparezcas. Me duele que prefieras fingir lo que no eres a vivir con la relajación de ser solamente tú.

La gente a menudo me pregunta que 'por qué'. No sé que contestar. Esto no tiene explicación que valga, no es sencillo ni pretende serlo. Tú no lo haces sencillo, y yo me callo. Me callo no sé hasta cuando ni por qué motivos, pero me callo. Prometí no guardar silencio, pero cuando te lo explico parece que hablo con un fantasma, que en cualquier momento vas a desvanecerte como un humo ligero. Y entonces creeré que nunca te había visto, y que todo era un sueño, pero no.

Estoy dispuesto a asumir tus vaivenes, a cargar con tus contradicciones y a respirar hondo, a volverme solo a casa, a mirar por la ventana en silencio con un café en la mano intentando poner la mente en blanco. Estoy dispuesto, sí, pero ¿a qué precio? ¿con qué garantías? ¿hasta cuándo? Sólo me salen preguntas, y no hay nadie que me las responda...

3 comentarios:

Jose Lopez Suarez dijo...

plaaaaaaaaffffffffffff...ermano, no vea no?poco mas y sacas las hachas...xD

Miguel dijo...

y eso que he sido relativamente sutil... pero vamos q el hacha esta bien afiladita pa cuando haga falta... jejeje

Ismoga dijo...

Dios... qué bonito, pero qué miedo da...