domingo, 17 de enero de 2010

Desde los tejados de Chamberí creo ver la Giralda

Sí, es cierto que vivo en un primero. Es cierto que mi casa mira al Norte cuando la turris fortissima hispalensis está sin duda al sur. Pero la veo. Fuerzo la vista, me duelen hasta los ojos de fijarme por el balcón, de intentar atravesar el doble cristal sin que me hiele de frío. Y en una lejana bruma, donde no alcanzan las nubes que hoy encapotan el cielo de Madrid, la veo. Qué gallarda, qué sencila, qué esbelta y qué sevillana se aparece en mi borrosa visión... Es un prodigio, una maravilla de la arquitectura, una testigo hermosa de la Historia de mis recuerdos.

Y será que hoy, por el pavor a lo nuevo, al silencio, al dolor, a la soledad y al propio salto que estoy dando, me entran unas ganas terribles de correr a Atocha como alma que lleva el diablo y gastarme los ahorros en un billete a la Santa Justa que me vió partir. Y eso que me he venido arropado por los cantorales, los libros, las fotos de todos aquellos que fingieron una sonrisa en la despedida, las canciones y los objetos que son más que recuerdos...

Supongo que esto es sólo el principio, y que todo es aclimatarse a la nueva situación. Los días pasarán cada vez más rápidos y cuando vuelva no dudaré que lo que veo es la Giralda que veo en visiones, y que el cielo me regala un precioso sol que calienta en la Plaza del Salvador.

Me acabo de asomar, y creo que sigo viéndola, prodigiosa y alta, más allá de Plaza España (¡Quién estuviera ahora paseando por la columnata del palacio de ladrillo y azulejo de Aníbal González!). Con razón coincidíamos el otro día en que Sevilla tiene vida propia. Por mucho que nos empeñemos en destruírla, en malquererla, en ensuciarla, ella siempre sabe como conquistar con una espadaña en una calle estrecha o un aroma de naranjos que trae el viento del Guadalquivir. Tiene alma propia y por eso, por mucho que te alejes, no la olvidas. ¡Cómo entiendo yo ahora a mi Parrado cuando suspira al recordar la que es su tierra!

Sí, finalmente se ve la Giralda desde esta avenida de árboles secos. No hay duda, es ella la que me seduce en la distancia. Si hasta he cambiado el subtítulo de esta Mesa del Rincón del Café. ¡Qué bonito este exilio voluntario, que me hará quererte más a tí y a las maravillosas personas que cobijas! Ya queda menos para el reencuentro, y cuando vuelva seré más sabio para apreciarte.

3 comentarios:

Gloria dijo...

La giralda está contigo y estará...pero ahora disfruta de esos árboles secos que dices ver por tu ventana que seguro que te dan cobijo...suerte para mañana!!!!

belencita dijo...

Sevilla siemrpe será tu tierra, pero ahora sabes que Madrid te acoge con los brazos abiertos y te sorprenderá con sus rinconcitos, su gente y con el cariño que le acabarás cogiendo...




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Miguel (Candy) dijo...

Al hablar de Sevilla se te llena la boca de nostalgia. Supongo que esas sensaciones que ahora describes las tendré yo algún día, por eso me ha encantado este post. Creo que no valoro lo suficiente lo que ya tengo aquí. Siempre está bien pararse, aunque sólo sea este ratito de lectura, y sentir que la simple vista de la giralda es capaz de ensimismar por sí misma. Gracias por abrirme (aunque sólo sea hoy) un poquito los ojos a mi ciudad. Espero verte pronto tio :)