jueves, 2 de octubre de 2008

Luto por el rebelde de ojos azules: el último adiós a Paul Newman

A veces hay mitos que se van, y a casi todo el mundo se le clava una espinita en el alma. Han vivido entre nosotros, en nuestras televisiones, en nuestros cines... sus nombres se han pronunciado siempre referidos a la grandeza y a la magnificencia. Son leyenda por méritos propios. Ese es el caso del indescriptible actor que se marchó el pasado sábado en su casa de Connecticut: Paul Newman.

Ya sabéis por lo que he escrito anteriormente que sabíamos de su "camino a la perdición" desde principios de agosto. Los textos ya estaban escritos, y antes de que me fuera del periódico, el actor de actores ha decidido marcharse.

Para mí, el único actor que quedaba vivo de ese trío maravilloso de estrellas deslumbrantes que formaban Newman, Dean y Brando. Los tres rebeldes, con una fuerza interpretativa que ha pasado a la Historia del Cine, los tres leyenda y cada uno con un final distinto, pero conservando esa dignidad de haber sido verdaderos artistas.




Paul Newman, nacido en 1925 en una familia multiconfesional, tras haber combatido en la Segunda Guerra Mundial, volvió a casa para estudiar interpretación. Los muros de la prestigiosa Universidad de Yale fueron testigos de la formación del galán de ojos azules, que terminó en el Actor's Studio sus clases, en los mismos asientos en los que se habían sentado James Dean o Steve McQueen.

Su primera película, después de probar suerte en el teatro, fue El cáliz de plata, una superproducción de 1954 animada por el éxito de la Ben-Hur de Charlton Heston, en la que Newman interpretaba a un efebo de blanca túnica. Su lanzamiento a la gran pantalla en la que él mismo definiría años después como "la peor película de la década".

Sin embargo, su primer papel de prestigio no llegó hasta 1956, año en el que arrebató a McQueen el papel protagonista de Marcado por el odio, cinta en la que conoció al círculo amoroso de Dean (su amor imposible, Pier Angeli, y el chico que se enamoró de él durante el rodaje de Rebelde sin causa, Sal Mineo).

1958 fue un año con mayúsculas para el actor. Tres películas le harían tocar el cielo de Hollywood. De este año es El zurdo, un filme en el que Newman revitaliza y desmitifica la figura de Billy el Niño; también El largo y cálido verano, en la que comparte escena con Orson Welles y Ángela Lansbury (La bruja novata, Se ha escrito un crimen), y en la que conoció a la que sería su esposa hasta la muerte, la actriz Joan Woodward. Pero sin duda la cinta del año fue la interpretada en una combinación explosiva y grandiosa junto a Elizabeth Taylor, La gata sobre el tejado de zinc, dirigida por Richard Brooks, y a mi juicio una de las películas del siglo.

La pareja perfecta en 'La gata sobre el tejado de zinc'

Tras tanto éxito vino una película que pasó inmerecidamente inadvertida: La ciudad frente a mí (1959), un melodrama que no dió buen resultado en taquilla. Pero la carrera de Newman sigió subiendo al año siguiente con uno de los filmes más costoso y legendarios, Éxodo, una tremenda cinta dirigida por Otto Preminger sobre la creación del Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial.

Paul Newman defiende al pueblo judío en 'Éxodo'

Pero la vida volvió a darle un palo al carismático actor, y con el estreno de El buscavidas Newman recibió una mala acogida. Algo absolutamente injusto, que con el tiempo se rectificaría, ya que la película creó escuela e inició la tendencia cinematográfica conocida como "cine de perdedores". Los años siguientes pasan bastante bien, pero sin ningún gran logro para el actor. Corresponden a esta etapa Dulce pájaro de juventud, otra obra basada en libro de Tennessee Williams que sufrió tremendas represiones por parte de la censura estadounidense; Cuando se tienen veinte años y Cuatro confesiones, una revitalización versionada de un clásico de Akira Kurosawa.

Una mítica escena del filme 'El buscavidas'


La gloria vuelve en 1966, cuando llega su consagración como estrella internacional en un filme que reinventa un decaído cine negro, Harper, detective privado, en la que deslumbra junto a Lauren Bacall y crea escuela, dando lugar a la trilogía de Frank Sinatra sobre el investigador Tony Rome. Ese mismo año tiene lugar su única pero magistral colaboración con el maestro Hitchcock, Cortina rasgada, que en su momento supuso un fracaso comercial inmerecido, para una película de espionaje genial durante la Guerra Fría junto a Julie Andrews (Sonrisas y lágrimas).

Andrews y Newman en el drama de la Guerra Fría 'Cortina rasgada'

A partir de aquí hay 3 cintas imprescindibles, por lo magistral de su contexto y las colaboraciones. La leyenda del indomable, dirigida por Rosenberg, el director fetiche de Newman durante los 70, está considerada hoy como un clásico del cine carcelario. La segunda es la excepcional Dos hombres y un destino, la primera colaboración con Robert Redford (la otra llegaría con El golpe, todo un fenómeno social) y una muestra del denominado "western crepuscular" que arrasó en los Oscar. La última película es una obra maestra dirigida por John Huston, El juez de la horca, en la que Newman se luce junto a una madura Ava Gardner (considerada en Hollywood como "el animal más hermoso del mundo").

Una mítica imagen de Redford y Newman en 'Dos hombres y un destino'

Tras esta etapa, los setenta los protagonizan las películas llamadas de "cine catastrófico", como una de mis favoritas, El coloso en llamas, en la que Newman (el arquitecto del rascacielos) se enfrenta a un escéptico Steve McQueen (el jefe de bomberos), para entre los dos conseguir evacuar un hotel en llamas de más de 100 plantas. Tras esta, Sydney Pollack llevaría a Newman al drama político con Ausencia de malicia, en la que el actor se acompaña de la polifacética Sally Field (actualmente en la serie Cinco hermanos de la FOX) para interpretar a un cínico político liberal. Otro Sydney, en este caso Lumet de apellido, le dirigiría al año siguiente en Veredicto Final, una prestigiosa cinta en la que Newman es un abogado fracasado que se ve envuelto en un caso que le sobrepasa, un filme de gran solidea que le otorga una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Steve McQueen y Paul Newman en un fotograma de 'El coloso en llamas'

En 1985 recibe el Oscar Honorífico por su trayectoria cinematográfica, con la pena de haber sido nominado en nueve ocasiones como mejor actor, y no habelo ganado ni una sola.

Pero el punto álgido de su trayectoria lo alcanza en 1986 y de la mano de Martin Scorsese, cuando revisita el tópico de El buscavidas en El color del dinero, que le valió su primer Oscar (algo inaudito teniendo en cuenta de quién hablamos). Así, es el único actor premiado con un Oscar "en solitario" tras haber ganado el Honorífico. Algo memorable que nos hace reflexionar sobre el valor de un actor como Newman.

Newman y Cruise en 'El color del dinero'


A partir de ahí, su carrera se basa en colaboraciones estelares, como en Al caer el sol junto a Gene Hackman y Susan sarandon; o en Camino a la perdición (2002) junto a Jude Law y Tom Hanks, lo que le valió una nominación a los premios de la Academia como mejor actor de reparto.

Lo último que hizo en relación al cine fue poner voz a la vieja gloria automovilística Doc Hudson en la película de Pixar Cars.

Con la muerte de Paul Newman se cierra una etapa. Con él se acaba la generación de Oro de Hollywood, y se abre una incógnita y un clamor: ¿qué fue de aquel maravilloso cine? ¿dónde quedó? ¿dónde están los actores vocacionales que dan la vida por un papel?. Con Newman lanzo un suspiro al aire: nadie quiere ver morir a sus mitos. No sólo se ha ido un ídolo de masas, también un genio, un intérprete nato, un soñador, un trabajador incansable. Con Newman se apagan las últimas candilejas y se oscurecen los proyectores. El galán de los ojos azules se ha ido, y se ha llevado 83 años de cine con él.

2 comentarios:

Falete dijo...

Pff.. cada vez la impresión se hace más grande: los grandes se han esfumado. todos los que ahora vengan serán recordados sólo como parte de este siglo.

Falete dijo...

claro que sí hay que aprovecharlo, miguel, y soy consciente de la suerte que tengo por correr por este camino madrileta... pero ni el camino de Sevilla ni el de Madrid han sido del color que yo esperaba... me pintaron muy bien esta etapa de la vida y yo solo la veo como un camino más, gris y de pinchos, aunque con un asfalto mejor que conseguí hacerme al venir aqui.
¡¡muchos abrazos miguelito!!!
bueno