miércoles, 29 de octubre de 2008

Del salón en el ángulo oscuro


Resulta extraño. A pesar de que hace meses que mi pobre arpa (Salvatore, como la llama el Osama) se consume y acumula polvo y más polvo a apenas 2 metros de este ordenador en el que paso mis horas muertas, no había reparado en cómo se iba muriendo poco a poco (Los instrumentos se van muriendo poco a poco si nadie los toca, como una mágica confabulación de la naturaleza, que se ensaña con lo que no son ya más que juguetes rotos...).

"Del salón en el ángulo oscuro", como decía la octava rima de Bécquer. En ese mismo sitio en el que había estado desde hace 12 años, el arpa suspiraba, condenada a una etapa de "periodismo enfervorecido" por mi parte. Echada a un lado a la fuerza por mi decisión de dedicarme a la carrera en exclusiva en este quinto año, y eliminada de mi rutina.

Pero ayer sucedió algo. Una compañera mía, magistral arpista de la Sinfónica del Palau de las Arts de Valencia (ese rocambolesco edificio de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, lo que yo llamo Calatravaland), me pidió que le alquilara para un concierto en Sevilla a mi Salvatore. En un principio ni lo pensé: por supuesto que sí. Ayer venía a recogerla mientras yo estaba en la facultad, por lo que yo la había dejado preparada para el viaje (empaquetada en sus 3 fundas acolchadas).

Al volver de la Universidad, yo ya sabía que no estaría allí. Pero al entrar en la sala, algo me faltó. A pesar de todo, la sorpresa fue igual que si no lo supiera. Faltaban en el cubo lleno de aristas de la habitación las lineas sensuales del arpa. Esas que ya formaban parte del bodegón, y de una de las imágenes que pueblan mi memoria.

Me dió un escalofrío no encontrarla allí, y recordé aquello que dicen de que "uno no se da cuenta de lo que quiere algo hasta que lo pierde". Eché de menos su presencia, y podéis pensar que estoy loco por añorar así a un objeto, pero son demasiados años.

De vez en cuando miro atrás y espero hallarla en su rincón, en ese ángulo oscuro, esperando "esa mano de nieve que sepa arrancarla". Y pienso si realmente merece morir poco a poco en ese silencio. Esta noche vuelve del viaje, y ya quiero verla de nuevo en su sitio. Quizá deba darle otra oportunidad, y montar la Tocata y fuga de Joaquín Turina, un proyecto que dejé a medias.

Esta noche cuando vuelva lo meditaré seriamente, al fin y al cabo, ¿Qué artista no echa de menos el cálido aplauso del público cuando termina sudando de interpretar el último movimiento de una sonata?. En ese aspecto si soy soberbio (dicen que es un pecado capital y todo, fíjate tú), me encanta el aplauso que corrobora que lo he hecho bien. De todas formas, a mi parecer, más mezquino es aquel que no reconoce el buen trabajo del otro, quien no es capaz de ver la virtud y premiar el trabajo y el esfuerzo, que es sin duda la base del éxito.

Ya veremos como avanza este nuevo propósito que sumo a la lista de no pocos puntos de "proyectos para este nuevo curso". Voy a tener que dejar de dormir...

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