sábado, 18 de septiembre de 2010

Día a día entre la vida y la muerte

La vida en cuatro botellas


Para mis amigos los médicos


Creo que son los más imprescindibles de los profesionales, por eso su carrera es infinita y el peso de la responsabilidad, casi insoportable. Si hay algo a lo que dedicar tu vida que te haga reconciliarte con la Humanidad, eso es la Medicina. Ponemos nuestra existencia en sus manos y nos dejamos llevar: la vida y la muerte tienen en sus manos campos de actuación relativos.

Tienen en el quirófano una sala mágica en la que ser Dios por un rato, en la que retrasar las embestidas de la vejez y de la enfermedad. No hay marcha atrás: tras esterilizar sus manos y ponerse los guantes comienza la gran prueba, la del bisturí que intenta arreglar los desperfectos del canon universal del creador, que es el ser humano. Un millón de años de existencia no nos deja obsoletos, pero sí que necesitamos pasar más a menudo por el taller.

La línea de la vida que se refleja en el monitor crece y decrece al ritmo de nuestra respiración, de los latidos de nuestro corazón, mientras ellos se ponen la capa de la ciencia y, con nervios de acero, alargan sensiblemente la vida. Son los que miran a los ojos a la muerte e intentan ganarle la partida, aunque no siempre lo consiguen.

Mientras los demás tratamos de convertir el mundo en un lugar más habitable, ellos son los que nos dan más tiempo, los que nos vuelven a dar las fuerzas para no dejar de luchar. Fue la Medicina la que permitió que Mozart compusiera el Kyrie de su Réquiem, la que resucitó a los que salieron de los trenes de aquel 11 de marzo con la metralla incrustada en sus cuerpos, fueron ellos los que devolvieron la voz a Plácido Domingo cuando el cáncer le destrozaba, los médicos salvaron a Juan Pablo II después de que le dispararan en plena Plaza de San Pedro, y fueron ellos los que dejaron a tantos grandes hombres y mujeres de la historia terminar lo que empezaron.

Cuando nosotros desistimos, ellos no tienen horarios, ni eligen cuándo salvar una vida. Siempre médicos, vayan donde vayan. Aunque de lejos, me recuerdan un poco a los periodistas: nunca dejamos de serlo, aunque estemos de libranza, no se elige cuándo sucede una noticia, al igual que tampoco el momento en el que llega la enfermedad. Ser médico es elegir una vida, no una profesión. Son estrellas silenciosas, humildes luchadores, a diario entre la vida y la muerte, y aún así tan humanos como nosotros. Los que devuelven a este mundo a los que ven acercarse las puertas del Paraíso. Juegan con el tiempo y el destino, pero saben que no son Dios. Hombres sin más, pero con la vida en sus manos: ser médico es consagrar tus días a que los demás tengan el tiempo suficiente para cumplir sus sueños.

1 comentario:

Falete dijo...

me ha encantado la entrada, y la foto es muy ''gráfica''...