jueves, 13 de mayo de 2010

Noche en Neptuno: Festejando lo que no es mío

Dos de la madrugada_ Plaza de Neptuno, Madrid

La marea rojiblanca sólo la contienen las vallas amarillas que rodean como un búnker inexpugnable la fuente del dios de los océanos. Las banderas del Atleti ondean ante el Hotel Palace y se pierden en la lejanía, bajo las ramas espesas de los árboles del Paseo del Prado, las bufandas agitadas con presteza.

Los colchoneros están enloquecidos en esta fiesta que llevan esperando 50 años. Gente encaramada a las farolas, a los semáforos (un trozo del protector de un semáforo cae a nuestros pies mientras nos bebemos un 'mini' de cerveza, en mi tierra conocido como maceta).
De repente a lo lejos, vemos volar botellas de cristal: son las pocas que han pasado los estrictos controles policiales que había en los accesos, demasiados para que el control policial y registro sean exhaustivos.

Nosotros estamos en lo alto de una de las cuestas que suben a Antón Martín, cuando vemos la avalancha subir por la calle. Ni lo dudamos. Sin saber muy bien lo que pasa, comenzamos a correr calle arriba. La gente cae al suelo y algunos son pisoteados: la marea rojiblanca y borracha de júbilo va con la mirada perdida perseguida por la policía. Subimos la calle entre empujones mientras Neptuno se queda abandonado en el centro de la plaza y el que estaba sentado sobre la cabina telefónica intenta llegar al suelo sin romperse una pierna.

El grueso de los atléticos llegan hasta nosotros cuando llegamos a una zona en obras: la calle se estrecha en un pasillo rodeado de vallas entre zanjas de unos dos metros de ancho. La gente nos arrolla, caemos con las vallas amarillas al suelo, y tenemos que pegarnos a la pared si no queremos que nos lleven por delante. Detrás nuestro, sólo escuchamos ya gritos e insultos hacía una policía que, probablemente, sólo esté haciendo su trabajo.

Cuatro de la madrugada_ Plaza de Santa Ana, Madrid


Salimos de un bar que imita, al más puro estilo del historicismo chabacano y estereotipado, las decoraciones andalusíes de La Alhambra, con ayuda de carteles de toros y azulejos de flamencas bailando sevillanas. Sólo quedamos 4 y la noche nos puede en esta celebración que ni siquiera es la nuestra.

Una mano se levanta y el taxi para ante nosotros. "A la Glorieta de San Bernardo", le comunicamos al conductor. El taxi para en una calle estrecha ante un atasco en dirección Gran Vía. Sin esperarlo, el coche navega entre parte de otra avalancha. Esta vez los atléticos más radicales pasan junto a nuestras ventanillas, perseguidos por la policía, que con las porras en la mano, atizan en el suelo a los que atreven a encararse con ellos. Me siento a salvo en el coche, protegido por la coraza de la carrocería, pero es profundamente triste observar una escena así cuando creías que todo había pasado. Si hubiésemos vuelto andando, quién sabe si estaríamos entre los receptores de los porrazos, tirados junto a un Seat, en una calle cualquiera de Madrid.

Cinco de la madrugada_ Inmediaciones de Cibeles, Madrid


"No vayáis por ahí, están cargando contra la gente, buscad otro camino para llegar a Cibeles", dice un chaval que viene precisamente corriendo por una cuesta muy parecida a la que fue el escenario de la avalancha. La gente sube entre carreras y no mira por los que vienen en dirección contraria.

"El periodista siempre va en dirección contraria a la gente que escapa de la noticia", decía un libro de esos que son imprescindibles en la biblioteca de cualquier plumilla que se precie. Por eso escogemos la dirección contraria. En nuestro camino, dejamos ebrios a un lado y otro de la calle. Somos simples observadores, hasta que pedimos fuego a unos chavales que queman papeleras. El calor del fuego no les hace despojarse de las bufandas rojiblancas con las que se han embozado para que no les reconozcan.

La noche de fútbol, el festejo, la gloria... todo ha acabado. Como con toda euforia, al final ha sacado lo peor del ser humano, que vuelve al fuego ancestral y a la barbarie para confirmar que somos tan animales como hace un millón de años.

4 comentarios:

Gloria dijo...

Como no tengo twiter pero te leo siempre, te digo por aquí que tengo ganas de más Gay Talese desde el sábado cuando leí su entrevista en Babelia...¿por qué yo nunca, hasta el sábado, había tenido noticias de este magnífico hombre?

Miguel dijo...

Me he comprado el libro, asi que cuando quieras te lo presto... :D. Ahora estoy con 'El factor humano' de John Carlin, el que inspiro la peli de 'Invictus'... me estoy dejando el no-sueldo en libros...

José María Aguilar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José María Aguilar dijo...

Ayer pudiste celebrar algo que es más tuyo, ¿eh? Un blanquirrojo triunfo =)