domingo, 13 de abril de 2008

Feria de ensueño


No miento si digo que esta ha sido la mejor semana de Feria de toda mi vida. Por primera vez no he dejado ni un día de acudir al Real para deleitarme con lo que la que llamamos la "ciudad efímera" podía ofrecerme. Una feria en la que, contra viento y marea, pese a la lluvia, el cansancio y el frío de los últimos días, he vivido cada segundo como si fuese el último.

El lunes del Alumbrao tengo que admitir que el pesimismo estaba haciendo mella en mi ilusión de feriante. El temporal era inminente, y de la Feria pendían los farolillos desgarrados por la inoportuna lluvia de abril. Las casetas vivían el pescaíto con la vista puesta en el cielo, y los paraguas colgando de cada silla sevillana daban coartada a la incertidumbre. Mis periodistas salían conmigo en mi primera noche ante la Feria del Costurero de la Reina, del ahorro energético, y de mi primera entrada a la caseta del PSOE, en la que la "china andaluza", mi amiga Gloria, deslumbró a todos los allí presentes con su atuendo oriental que ella agitaba al compás de las rumbas. Una noche para recordar, por la mojá que cogimos, y por las risas que echamos.

El martes, día de la parro, llegue con mi paraguas abierto al Real de la Feria, con cierta melancolía porque no sabía como iba a discurrir el día. Pero al llegar a la Feria todo se disipó. Un deambular por las casetas, aderezado con el reencuentro con mis compis a los que llamamos "la minipandi", fue el ingrediente perfecto para una noche de alegría, mucho baile, y un poco de locura que nos dejó a algunos con "buen sabor de boca". Genial.

Miércoles era el día para reencontrarme con mi Feria de siempre, ir al Real con la gente del cole, con los que han estado ahí toda la vida. La caseta del Chino volvía a resurgir entre jarras y jarras de rebujito, y más de una veintena de personas nos agrupábamos alrededor de mesas con motivos florales, lienzo perfecto para una noche de buenos recuerdos. Gran sorpresa cuando llegaron los madrileños, que le dieron la vuelta a mi corazón dando por cumplida una esperanza. Una noche en la que el cansancio fue haciendo que la cosa se fuera calmando, y por lo que decidí lanzarme con David a visitar a los madriles en la calle de la Portada. Un final de fiesta impresionante en el que se nos inundó la caseta y acabamos limpiándonos los pantalones con una vileda. Los primeros churritos de la Feria fueron la clausura del día.

El jueves, reventado ya por las circunstancias, llegaba la segunda tanda de madrileños. Desde San Gerardo llegarían a las tantas de la noche en un bus que a muchos traía reencuentro con el ser querido. Impresionantes las horas, a pesar de que era el día de catequistas, con todos menos con los catequistas. Pero aún había sorpresas. Quiso el misterio de la Feria que en la caseta del Lora, otra gloriosa, nos encontráramos con Andresito, Sergio, Luís y Ana, con los recién llegados de Madrid, con las niñas del cole a las que creía perdidas, con Sito, Josemi, Numa y los demás...y con mi grata sorpresa: una Isa que se lanzaba a la calle para reventar de alegría nuestra noche en su último rato en la Feria (sólo por la sorpresa mereció la pena haber pensado que ya no te vería). Un reencuentro total con momentos amargos, como en todos los lugares en los que el alcohol está presente, pero profundamente emocionante.

El viernes amaneció por fin un día soleado, de colores claros, de paseo de caballos, de sol iluminando el albero de la Maestranza, y reposición de farolillos en las principales avenidas de la ciudad efímera. Salimos temprano Guillermo, Chino y yo hacia la Feria. Y al llegar, nos dimos cuenta de que allí no había nadie: todos descansaban o se preparaban aún para venir al Real. Una Feria abarrotada de gente que nos dejaba sin poder encontrar donde caernos muertos. Horas hasta que llegara alguien más. Desesperación y aburrimiento: la noche no pintaba nada bien. Pero la cosa se arregló al poco tiempo: madrileños que llegaban con ganas de fiesta, brindis infinitos en la caseta de la Ser en los que por encima de todo había que apoyar, señorío de cantes en la caseta de Anita...La llegada de Arancha, la mujer que brinda con más energía de la Tierra, y un final con sabor a buñuelos de 36€ que nos supieron a gloria.

El sábado para mi es el día crucial. Es el comienzo del fin. El sueño que se escapa de las manos: los trenes que parten llevándose a los que durante una semana fueron el alma de la Feria. La vuelta a la realidad en la que nos agarramos a la manzanilla como si fuera lo último que vamos a probar. Las fuerzas tremendas de nos resignarnos a que el sueño acabe. Dice la sevillana más triste que ha oído un sevillano que "algo se muere en el alma cuando un amigo se va", y no le falta razón. Imprime esa huella profunda en el recuerdo que te deja el sabor amargo del final de la semana grande. El amigo que se va es como la parte de la Feria que perdemos cada domingo entre fuegos artificiales y lágrimas. Los abrazos bajo la Portada te recuerdan que ese es el límite, que se acabó, que más allá de la gran puerta de luz ya no hay nada más que rutina. Sevilla se quita los volantes y los guarda entre trajes de chaqueta manchados de albero y catavinos robados de sabe Dios cuántas casetas. Otra que se nos va. Otro año que acabo la Feria, y sólo me queda la caña para repicar las palmas en el eco sordo de mi habitación. Otra vez os echo de menos, queridos visitantes que cada vez hacéis que me duela más perderos. Por muchas mañanas que os acompañase a casa, siempre fueron pocas. Por muchas vueltas o muy tarde que llegáramos, siempre fue pronto para mí. Porque siete días son una tortura si hay un lunes detrás en el que me de cuenta de que todo ha sido un perfecto sueño en el que tardaré otro año en volver a caer.

Os veré pronto, madrileños, lo prometo esta vez sin tapujos ni excusas. Espero haber sido al menos un decente anfitrión...

Sevillanos, que deciros, que lloréis conmigo por otra Feria de ensueño que se marcha, que bien se sabe que mal de muchos, consuelo de tontos (¡¡y para esto, somos todos igual de tontos!!).


Gracias a todos por formar parte de la mejor Feria de mi vida, siete días en los que con sólo vuestra persona, sin casetas, ni farolillos, ni sevillanas ni manzanilla, ya habría sido Feria en mi corazón. Sólo me queda decir: Viva la Feria De Abril!

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