miércoles, 30 de noviembre de 2011

La quinta noche de la magia


Cinco años: el tiempo en el que se hace una carrera (o en el que se hacía una carrera cuando no había llegado la incomprensible Bolonia). Cinco años y sigo sintiendo esa revolución por dentro segundos antes de salir a escena. A esa escena figurada, marcada por el enorme altar inamovible y por la escalinata de piedra que nos separa de una nave inmensa que este año conseguimos llenar de alientos y risas.

Cinco años de conciertos, cuatro años de ilusiones, tres años de la gloriosa fundación de Sevilla 28, dos años de ambición sin límites en forma de teatro musical y un año de masiva afluencia y de récord absoluto. Cuando comenzamos con todo esto nunca imaginamos que llegaríamos a montar algo como 'La vuelta al mundo en 80 días'. Es más que un sueño hecho realidad, es el triunfo de la emoción por encima de todo. Guiones que se escriben a 500 kilómetros de distancia, ensayos que cuadran con las agendas de 40 personas, vestuarios que salen de las agujas de madres convencidas de que esto es algo grande, decorados que son auténticas obras de arte, danzas que cuadran al milímetro en un escenario atípico y con escaleras... Es una locura que vive en nosotros y que ojalá no muera nunca.

Un concierto el de este año para reestrechar los lazos que se dañaron hace tan solo dos meses en una pelea absurda pero necesaria. En una de esas peleas que sirven para que el abrazo sea más sentido cuando acabe todo y no una sencilla e incómoda formalidad. Un concierto en el que fueron, menos de 80 días fueron para prepararlo todo, en un intento casi heroico por darle su hueco a todos aquellos que lo reclamaron. Porque a pesar de revisitar el orfanato en el que nos encerramos cuando no queremos saber nada de nadie, al final hay que proclamar a los cuatro vientos que hay que volver a mirar lo que tenemos delante y afrontarlo con alegría, y por eso nuestra conciencia nos dice:"Vois sur ton chemin". Que si gritamos "Help!" en este coro siempre hay alguien que tenga un hombro listo para consolarte, porque al fin y al cabo todos Vivimos por ella, por la música que nos lo ha dado todo y sin la que el mundo sería un infierno. Y que una vez en noviembre, cada año, nos reunimos, pero eso no significa que no estemos presentes durante el resto del año, porque a este grupo de personas se las lleva en el corazón. No nos hace falta ir a Arabia para poder sentir algo nuevo, porque hay alguien que lo hace todo nuevo por nosotros cada día y solo tenemos que seguir el dictado de nuestro espíritu para tener las fuerzas necesarias para volver al escenario un año más. Y mientras tanto, nos empaparemos de este buen ambiente que nunca falta sea en las frías mañanas de invierno o en las Summer nights que suenan a tintineo de copas y botellines entre risas. Da igual que sea una complicada partitura a cuatro voces de una profana 'New York, New York' o de una espiritual 'Oh happy day!', al final seguimos siendo los reyes, sin corona, esos que gobiernan pero no les interesa la riqueza ni el poder, solo el trabajo bien hecho. Y si algo sale mal, un Hakuna Matata puede arreglarlo todo antes de que nos demos cuenta porque, por encima de todo, somos optimistas.

Ahora que en Madrid todo acaba, que llega el frío invierno y que los Reyes me traerán este año un saco de incertidumbre atado por el lazo de la crisis, me alegro de haber compartido este momento con vosotros. No sé si habrá un próximo aunque, a pesar de las dudas, siempre lo ha habido. Quizá esa música por la que vivimos vuelva a ser mi vida a partir de enero, cuando todo lo que ahora es mi día a día se derrumbe y vuelva con las cajas de libros a cuestas, la arpita que hace un año que no suena en la consagración, la maleta llena de cd's de música clásica, el montón de mis periódicos y revistas y todas vuestras fotos. Y entonces, Dios proveerá y yo me encargaré de que provea. Gracias por este quinto éxito, por esta quinta locura que nos sale bien. Un abrazo virtual y unas gracias inmensas desde Madrid.